DE DIVAS Y CONVERSACIONES POR WHATSAPP
Hace unos cuantos días, en medio de una acelerada vuelta al mundo, me crucé unos mensajes con mi muy estimada amiga Diana. Diana es una mujer muy lista y se dedica a la promoción de artistas musicales. Le gusta su trabajo y es encantadora cuando está segura de que tiene un buen producto y sabe que en GQ nos gusta lo bueno. “¿Si te digo XXX (no desvelo el nombre para no destruir el efecto sorpresa) para una portada qué me dices?”, me escribió. “Que es una diva”, le contesté. “¿Y eso es bueno o malo?”, me insistió entre corazones y emojis con tono de seducción por Whatsapp. “Ni bueno ni malo. Ser una diva está por encima del bien y del mal. Hablemos de ello”, acabé diciéndole.
Insistiendo sobre ello, el diccionario nos recuerda que “diva” puede ser tanto un cantante que se distingue por tener una voz excepcional como alguien que tiene fama superlativa. Creo que prefiero quedarme con ambas definiciones. Una diva es más que una voz. Veamos el caso de Anitta, nuestra protagonista de portada de este mes y que les mostramos de una forma muy distinta a como están acostumbrados a verla. ¿Tiene una voz excepcional? La tiene o 2,300 millones de descargas de sus canciones, unas cifras que marean, estarían dando un dato incorrecto. ¿Es famosa en grado superlativo? Desde luego. Portadas de revistas, no sólo ésta, programas de televisión, series de telerrealidad sobre su día a día en esa coctelera de contenidos bajo demanda que se llama Netflix parecen indicar que sí.
¿Pero todo eso hace que estemos ante la presencia de una diva? En absoluto. Una diva necesita un aura de misterio a su alrededor. Anitta lo tiene. Pero una diva también debe descender de cuando en cuando al territorio de nosotros, los mortales, y concedernos la gracia de su presencia. Hacernos ver que, aunque diosa, es carne mortal y deseable. Que con sólo un batir de pestañas o una sonrisa somos dignos de su amor. Por supuesto, Anitta ríe; de hecho, es una mujer muy simpática que se divierte con propuestas arriesgadas como las que verán en nuestro sitio web. Y su carnalidad, más Y que evidente, no es óbice para que de vez en cuando, de forma delicada, como todas las divas, nos haga creer que sí, que esta vez será nuestra. Y que inmediatamente nos deje a nuestra suerte y se retire a su siguiente compromiso para continuar rompiendo corazones entre suspiros. Disfrútenla. No siempre tendrán una oportunidad como ésta.