HISTÓRICA DEUDA
Luego de presentarnos un acertado retrato de Porfirio Díaz Mori, el escritor Pedro J. Fernández nos adentra en los entresijos de la Independencia de México con su más reciente novela histórica: Iturbide.
La Historia de Hierro que nos enseñaron en las aulas (aquella en la que se encasi- llaba a los personajes en héroes y villanos) no fue nada complaciente con Agustín de Iturbide. Comúnmente tachado de traidor y ene- migo acérrimo del bando insurgente, este criollo quedó empolvado en los anales de lahistoria mexicana, sin que muchos conociéramos bien su pensamiento y razones. Ahora, el escritor Pedro J. Fernández decide hacerle justicia con su obra Iturbide. “La investigación para realizar esta novela me tomó alrededor de un año muy intenso. En algunos casos, fue complicada. Sin embargo, me sorprendieron muchas cosas que no sabía de este personaje. Por ejemplo, me pareció muy interesante el hecho de que tuvie- ran que pedir joyas prestadas al Monte de Piedad para ponérselas a la corona y que las regresaran el día siguiente de la investidura”, señala el autor.
Desde su “milagroso” nacimiento en el seno de una familia acomodada, hasta su trágico regreso a México tras el exilio, pasando por epi- sodios clave que llevaron a la emancipación de la nación, como el nacimiento de la rebelión en Guanajuato, el surgimiento del Plan de Iguala y la firma de los Tratados de Córdoba, esta novela histórica nos presenta a un Agustín humano, valiente y preocupado por la situación insoste- nible en la Nueva España a inicios del siglo XIX. La narración se enriquece con la intervención de personajes muy pocas veces tratados en los textos, como el de La Güera Rodríguez, quien tuvo una participación trascendental en la inde- pendencia del país.
“Hay muchas personas que le tienen miedo al término ‘novela histórica’ porque creen que los escritores nos dedicamos ainventar. En el caso de Iturbide, yo sólo dramatizo escenas para darle vida a los protagonistas, pero también existen documentos y frases tex- tuales”, sentencia Fernández. Y es cierto. En el libro, todos los integrantes son tratados con sus claroscuros: como Hidalgo, al que se le va de las manos un movimiento que nunca pensó que llegara a tales magnitudes; el Morelos pendenciero y, obviamente, ese Agustín de Iturbide que anhelaba habitar en un país libre. “Si él viviera hoy en día, le causaría lástimaver que no hemos cam- biado en muchas cosas, que el Congreso sigue atorando el progreso de la nación y que seguimos poniendo nuestras ambicio- nes personales por encima del bien común”, remata el escritor.