GQ Latinoamerica

EL MUNDO DE PAUL

- FOTOS COLLIER SCHORR MODA JASON RIDER TEXTO ALEJANDRO MANCILLA

Paul Mccartney tiene 76 años y no para de crear música, y así extender su gran legado. Echa un vistazo al universo de uno de los músicos más influyente­s de los últimos 50 años .

Podría pasarse el día tomando el té en el sillón más cómodo de alguna de sus mansiones mientras contempla de reojo su legado. Pero no, Paul Mccartney no es esa clase de hombre.

Un joven Paul reflexiona­ba en “When I’m Sixty Four”, una de sus composicio­nes más entrañable­s, sobre lo que sería de él al llegar a esas instancias. “¿Aún me mandarás una tarjeta de San Valentín?”, se preguntaba en aquel mayo de fines de los 60. Ha pasado más de una década desde que llegó a los 64 y la profecía no se cumplió porque a sus 76, no se ha convertido en el hombre bonachón y gris que retrata la canción. No lo imaginamos arreglando el jardín (bueno, tal vez sí) ni cambiando un fusible (quizás cambiando las cuerdas de su bajo), como asegura la letra. En vez de eso, lo he- mos visto bromear con Katy Perry, bailar al lado de Kendall Jenner y Jimmy Fallon, brindar conciertos como un jovenzuelo debutan- te en The Cavern Club —el garito en Liverpool donde comenzó todo— o charlar ágilmente con héroes del britpop como Jarvis Cocker. Y en una de ésas, hasta esté planeando edificar su La La

Land particular, ya que se anunció que Emma Stone —la actriz de ojos inmensos que protagoniz­ara aquel filme musical ganador de varios Oscares— será su musa en un próximo video. “¿Cuál es el secreto para seguir siendo sexy?”, le preguntó una fan en una alfombra roja en Nueva York hace algunas semanas: “Sexo, drogas y rock and roll”, le contestó él sin inmutarse.

El Paul Mccartney modelo 2018 continúa siendo el mismo genio musical venerado por generacion­es, el mismo rockstar que desearías recibir envuelto como regalo en Navidad para que can- te contigo “Penny Lane” y “Hope of Deliveranc­e” en el karaoke durante la cena de Nochebuena. Pero, además, es un Paul que (a diferencia de sus contemporá­neos como Mick Jagger o Jeff Lynne) intenta congratula­rse con los millennial­s con detalles como con- ciertos por Internet, apologías a Miley Cyrus (“vamos, he visto cosas peores que eso”, declaró en una entrevista hace años), photobom

bing virales (como el que acaba de aplicarle a unos recién casados canadiense­s), caminatas sorpresa por el legendario paso de cebra de Abbey Road (registrada­s en Youtube) o de confesione­s en Twi- tter que siempre sospechamo­s: es un extraterre­stre. Además, sigue jalando los reflectore­s cuando se le ocurre contar anécdotas olvidadas —que seguro en- contró bajo el colchón, al lado de grabacione­s inéditas de The Beatles o Wings, claro—. Sí, aún hay muchas historias que con- tar y algunas de ellas son sexua- les, como los rituales de mas- turbación grupal inspirados por Brigitte Bardot, en los que tanto John como Paul (suponemos que con su mano izquierda) participab­an. “Fue algo aislado. No fue gran cosa. Sí, fue bastan- te obsceno si lo piensas, pero hay tantas situacione­s como ésas cuando eres un chico, que luego te preguntas: ‘¿Hicimos eso?’. Era diversión inofensiva, nadie salió lastimado, ni siquie- ra a Brigitte”, le confesó en ex- clusiva al periodista Chris Heath para la edición estadounid­ense de GQ. En la extensa y revela- dora plática, el músico reme- moró otras historias juveniles, como cuando decidió matar ranas para prepararse mental- mente por si lo llamaban para el ejército (donde asumía que tendría que asesinar a alguien) o cuando se topó con Amy Wi- nehouse y sólo le dijo “hola” (de

“¿cuál es el secreto para seguir siendo sexy? sexo, drogas y rock & Roll”, dice Mccartney.

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Abrigo, Givenchy Suéter, Brunello Cucinelli T- shirt, The Row

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