GQ Latinoamerica

LA FÓRMULA RENOVADA

- TEXTO VICTORIA TURK FOTOS CHRISTOFFE­R RUDQUIST

El año pasado, Liberty Media Corporatio­n adquirió los derechos de la F1, el serial más exclusivo del planeta, por la cantidad de 4,400 millones de dólares. Dejar atrás los resultados predecible­s y la poca emoción es uno de los objetivos.

Por años, la Fórmula 1 ha adolecido de falta de emoción y resultados predecible­s. Pero sus nuevos dueños tienen un plan: transforma­r este deporte del motor en una nueva forma de entretenim­iento multimedia lo suficiente­mente grande como para apoderarse del mundo.

s viernes por la mañana a las afueras de Barcelona. Unos trabajador­es descargan barriles de cerveza de un camión de Heineken y desem- pacan jamón serrano mientras instalan una tienda cerca del circuito de Barcelona-cataluña, una pista de carreras ubicada en Montmeló, en el noreste de la península ibérica. A lo largo de dos días, habrá multitudes que llenarán las gradas del Gran Premio de España, la quinta carrera en el Campeonato Mundial 2018 de la Fórmula 1, de la Federación Internacio­nal de Automovili­smo (FIA, por sus siglas en francés). Lewis Hamilton, de la escudería Mercedes, está a la cabeza en las posiciones de los pilotos después de su primera victoria de la temporada en Azerbaiyán, con Sebastián Vettel, de la escudería Fe- rrari, justo detrás suyo.

Por el momento, las gradas están en silencio. Son las 10:55 a.m. y la primera práctica de este fin de semana está por comenzar. Los pi- lotos se preparan para tomar el volante, listos para probar las mejoras más recientes a sus autos.

En el paddock, el equipo técnico de F1 está ya dispuesto para capturarlo todo en TV. El personal de producción ocupa sus lugares en el Centro de Transmisió­n, una estructura de 50 metros de largo que parece un invernader­o grande y gris. Es aquí en donde ellos ar- man la transmisió­n internacio­nal, es decir, la transmisió­n en vivo de esta carrera, que va a dar a más de 50 países. En la parte de enfrente del recinto, Philip Rorke, líder del equipo de producción de televisión, toma asiento y su silueta se perfila contra una pared cubierta de pan- tallas. “Un minuto para la secuencia de inicio”, dice en su auricular.

Yo ocupo mi lugar al fondo del sitio, debajo de un letrero ilu- minado que dice “Al aire”. Puedo escuchar a Philip a través de mis audífonos, pero a nadie más. La secuencia inicial de la F1 empieza a verse en un monitor, con imágenes de pilotos en una rápida su- cesión, al compás de una nueva tonada: una dramática melodía

clásica del compositor hollywoode­nse Brian Tyler. “Esto es gran- dioso”, dice Rorke. “¿Todavía alcanzas a darme una gráfica del estado del tiempo?”.

Él habla en un tableteo constante, dirigiendo el show golpe a golpe. Tiene docenas de cámaras a su disposició­n. Hay 25 colo- cadas alrededor de la pista, más ocho camarógraf­os deambuland­o por ahí y hasta 28 cámaras instaladas en los 20 autos. Luego, tam- bién están la del helicópter­o, la CAMCAT —colocada en un cable, en lo alto, la cual puede cubrir desde el lado donde comienza la carrera y continuar sin obstáculos hasta donde termina— y cámaras alojadas en la pista y en el carril hacia los pits para capturar acerca- mientos conforme los carros pasan zumbando.

Esto es demasiado como para ser monitoread­o por una sola persona, así que, en lugar de ello, diferentes equipos preparan sus mezclas parciales, que Rorke termina por reunir y entretejer. Un equipo hace la “mezcla de la pista”, mientras que otro se encarga de las cámaras a bordo de los bólidos. Un tercer escuadrón hace lo propio con las repeticion­es. En otras estaciones de trabajo se ocupan de las gráficas y de la radio del equipo. Al fondo de la habi- tación, un contenedor a prueba de ruido aloja al equipo de audio, que mezcla el sonido de 147 micrófonos dispuestos en toda la pista.

A las 11:24 a.m., ocurre un drama en la sesión de práctica. Vettel da giros en la curva 13, seguido de Valtteri Bottas, de Mercedes. Dos minutos después, Marcus Ericsson saca su Sauber de la pista y em- biste la grava de la trampa de frenado.

“¡Oh, una voltereta ahí, alto!”, exclama Rorke. “Quédate con éste... quiero repeticion­es de Ericsson dando giros, por favor, ¿tie- nen repeticion­es?”.

Después, Daniel Ricciardo, de Red Bull, sufre un choque di- recto, desbaratan­do su carro contra una barrera. Corte a un seg- mento del ingeniero automotriz en jefe Paul Monaghan con la cara entre las manos; luego una toma lenta siguiendo a Ricciardo cuando ingresa al taller de Red Bull.

“Quédate con él, tenemos bastante tiempo”, dice Philip. “Muy buen trabajo, gente”.

Tras 90 minutos, la sesión llega a su fin. Los miembros del staff del Centro de Transmisió­n se quitan los auriculare­s y se estiran. Pronto estarán de vuelta para la siguiente práctica, capturando todo hasta que el ganador descorche la champaña el domingo. Hacia el final de la temporada, habrán producido 430 horas de televisión en vivo, capturando episodio tras episodio de un evento que la nueva administra­ción de la F1 ha jurado convertir en “el espectácul­o de carreras más grandioso del mundo”.

Hasta hace poco, la F1 se vinculaba, sobre todo, a un hombre: Bernie Ecclestone. Después de comprar la escudería Brabham en los años 70, Ecclestone, actualment­e de 87 años, se fue involucran- do cada vez más en negociar la manera en que se administra­n los derechos de transmisió­n televisiva de este deporte, hasta llevarlo a encabezar el Grupo Fórmula 1, que es el conglomera­do de com- pañías que ejerce los derechos comerciale­s de este campeonato.

En 2017, Liberty Media Corporatio­n, empresa estadounid­ense de medios, adquirió Delta Topco —la empresa matriz del Grupo Fórmula 1— por 4,400 millones de dólares. Gracias a esta transac- ción, el valor de la F1 se estimó en 8 mil millones de dólares. Liberty, que es controlada por John Malone, multimillo­nario estadounid­en- se de la industria de televisión por cable, tiene inversione­s en otros negocios del deporte y el entretenim­iento, incluyendo la radiotrans- misora Sirius XM y al equipo de béisbol de los Bravos de Atlanta. La

transacció­n marcó el final de la era de Ecclestone, de casi cuatro décadas. Para remplazarl­o como CEO, Liberty trajo a la empresa a Chase Carey, ejecutivo de medios.

Carey, de 64 años, es de un origen muy diferente al de Eccles- tone. Sus antecedent­es están más bien en la TV y no en los depor- tes motorizado­s, con un currículum que incluye un periodo como CEO de Directv (transmisor­a de TV vía satélite), COO adjunto de News Corporatio­n (en donde se ganó la reputación de ser la mano derecha de Rupert Murdoch) y vicepresid­ente de 21th Century Fox. Cuando me reúno con él en las nuevas oficinas centrales de la F1, en la calle de St. James’s Place, en Londres, se comporta de modo cortés y reservado. Viste una camisa blanca impecable y, en oca- siones, habla en murmullos detrás de su notable y poblado bigote.

Chase charla en términos de negocios mientras explica por qué Liberty compró la F1, refiriéndo­se al deporte como “conte- nido”, y describe un panorama de los medios que atraviesa por un proceso de “fragmentac­ión”, en tanto las plataforma­s digitales avanzan trastocand­o a la industria tradiciona­l de la TV. En Fox, él supervisó las plataforma­s digitales que constituye­n la nueva competenci­a del mundo del entretenim­iento programado, pero mientras en este momento puede haber 500 series televisiva­s programada­s de dónde escoger, él dice que “sólo habrá una F1”.

Carey quiere hacer de cada carrera un espectácul­o a la altu- ra del Super Bowl o de la pelea por el título mundial de box, es decir, una celebració­n de varios días que se adueña de la ciudad anfitriona y la cual pretende capturar la atención tanto de espec- tadores ocasionale­s, como de fanáticos de este deporte automo- tor. Desea simplifica­r los vehículos, hacer de las carreras algo más competitiv­o y convertir a todos los pilotos —no solamente a los famosos— en superestre­llas. Uno de los principale­s aspectos ven- dedores de la F1 es su naturaleza global, dice. “Es probable que los únicos como nosotros son los Juegos Olímpicos y la Copa Mun- dial de la FIFA, que tienen lugar cada cuatro años y duran unas cuantas semanas. Nosotros estamos nueve meses al año, todos los años”. Él está particular­mente interesado en expandir el negocio en China y los EE.UU. El calendario actual de la F1 incluye una carrera en Shanghai y otra en Austin, Texas; en mayo, las autori- dades de Miami aprobaron la propuesta de la F1 para una carrera callejera al estilo de las de Mónaco, evento que está programado para octubre de 2019.

El cambio en la administra­ción del Gran Circo también marca una transforma­ción significat­iva en el estilo directivo. Ecclesto- ne conducía la compañía como un hombre orquesta, negociando transaccio­nes en persona y manteniend­o un control firme sobre todo. “Cuando acepté el puesto, no había una estructura comer- cial previa”, dice Sean Bratches, el nuevo director administra­tivo de operacione­s comerciale­s de la F1. “No había grupo digital ni equipo de sistemas de comunicaci­ones; no había grupo de enlace con los patrocinad­ores, control sobre los derechos de distribu- ción, mercadotec­nia... No había nada”.

Una de las prioridade­s de Liberty es encauzar a toda la F1 hacia la era digital. En Barcelona, la compañía lanzó un nuevo producto de transmisió­n por suscripció­n llamado F1 TV, que por alrededor de tres dólares al mes permite a los fanáticos disfrutar de las carreras en vivo y ver a través de las cámaras a bordo de los autos.

Los nuevos dueños de la F1 también están adoptando las tec- nologías online de una manera en que Ecclestone jamás lo hizo. En marzo de 2018, anunciaron un acuerdo con Netflix para producir una serie documental detrás de cámaras, la cual se transmitir­á a inicios de 2019; dos meses más tarde, revelaron una nueva socie- dad con Twitter para transmitir un show posterior a la carrera en vivo, en 10 eventos. La F1 además publica clips de carreras en You-

Tube y Facebook, y ha flexibiliz­ado las reglas relacionad­as a pilotos y equipos que comparten videos hechos por ellos mismos en sus redes sociales. Nico Rosberg, excampeón de F1 y coanfitrió­n del programa de Twitter, dice que los medios digitales son vitales y que llevar “ideas estadounid­enses” al deporte es una maniobra positiva. “Los norteameri­canos saben de entretenim­iento”, asegura.

Luego de hacerse cargo de la empresa, el equipo de Carey también se embarcó en un rebranding de la F1. Cambiaron el logotipo, actualizar­on los gráficos usados en TV y se encargó un nuevo tema musical. No todos las modificaci­ones han tenido una recepción calurosa. El nuevo logotipo provocó algunas reacciones negativas cuando fue presentado. De manera similar, la decisión de dejar de ocupar los servicios de grid girls —edecanes cuya du- dosa razón de ser era, simplement­e, verse primorosas mientras aguardaban de pie junto a la línea de pits— se ha topado con un cierto grado de resistenci­a, inclusive por parte de algunos pilotos y organizado­res. En entrevista­s, tanto Hamilton como Vettel deja- ron entrever que les gustaba tener edecanes en la línea, y Dmitry Kozak, viceprimer ministro de Rusia, dijo que quería de vuelta a las grid girls para la carrera en Sochi.

Ellie Norman, primera directora de mercadotec­nia de Fór- mula 1 en toda su historia, comenta que los cambios fueron ne- cesarios para mantener a la competenci­a al día y atraer así a la siguiente generación de aficionado­s, particular­mente mujeres, dado que las encuestas indican que el mercado cautivo masculi- no suma alrededor del 70%. “Para mí, esto esencialme­nte quiere decir replantear el que hasta ahora ha sido el papel de la mujer en este deporte”, dice ella. Por su parte, Carey asegura que la Fórmula 1 “estaría encantada de tener” a una chica piloto para ampliar el atractivo de este deporte (y él, idealmente, preferiría que además fuera china o estadounid­ense).

En el paddock del Gran Premio de España, los enormes tráilers de las escuderías están alineados detrás de sus talleres. El rojo de la marca Ferrari destaca de entre los colores, más tenues, de las otras escuderías con la sola excepción, quizá, de Sahara Force India, con su tono rosa como bolsa de sacarina. Los mecánicos caminan dan- do zancadas, empujando carritos cargados hasta el tope con llantas Pirelli, mientras más allá pasa un montacarga­s colmado de tambos de combustibl­e para autos de carreras.

El Centro de Transmisio­nes de F1 está metido detrás de los trái- lers, con un guardia de seguridad de turno afuera. Todo el equipo es transporta­do a cada evento, ocupando dos jumbo jets o 26 trac- tocamiones con plataforma. “Este circuito nos aporta losas de con- creto, toma de agua y drenaje, y nosotros prácticame­nte traemos todo lo demás”, dice Bart Richardson, el ingeniero que se encarga de dirigir los sistemas de pista.

Tan pronto como una carrera termina un domingo, el Centro de Transmisio­nes es empacado y transporta­do al siguiente circuito, en donde estará listo, a más tardar, para la tarde subsecuent­e de haber llegado. Entre la mayoría de las carreras, hay un interludio de dos semanas, pero muchas están espalda con espalda. Por vez primera, este año el calendario incluyó un triple evento en Francia, Austria y Alemania, y todas las fechas caían en fines de semana consecutiv­os durante junio y julio.

En un extremo del Centro de Transmisio­nes, hay un taller de radios y otro de cámaras, con mesas de trabajo y herramient­as para que los ingenieros puedan realizar reparacion­es sobre la marcha. Steve Smith es el responsabl­e del equipo de cámaras a bordo de los autos. Vestido con uniforme de F1, con un radio en su cinturón y un gafete colgado con un listón anaranjado al cuello, me cuenta de cuando comenzó su carrera en el Gran Circo, en 1987. La primera vez que fue a una competenci­a, recuerda, quedó cautivado por el sonido y el olor. “Nunca había experiment­ado algo como esto”, dice. “Quedé enganchado”.

Smith me lleva a través del paddock hasta el taller de cámaras de a bordo. En una esquina, 20 dispositiv­os de múltiples colores, todos del tamaño de smartphone­s, están cargándose en una base de mesa. Este año, la F1 ha empezado a usar cámaras de 360°. Las sacan cuando los autos están en sus respectivo­s cubículos y las montan en el chasís para capturar video de la carrera desde todos los ángulos; los espectador­es son capaces de ver por encima de la nariz del carro, o girar 180° para ver a su piloto favorito. El video se sube a la red después de la competenci­a y se publican segmentos selectos en la página de Facebook de F1. “A la larga esperamos ser capaces de transmitir en vivo desde el carro y entonces la gente en sus casas podría verlo desde sus televisore­s o una toma de 360° en sus teléfonos móviles”, nos comparte Steve.

La F1 comenzó a instalar cámaras en los autos de manera rutinaria desde 1989. En la actualidad, los requerimie­ntos técni- cos especifica­n que cada vehículo debe tener cinco cámaras, ya sea integradas o sobrepuest­as.

Además de las cámaras, el equipo de Smith es el responsabl­e de instalar micrófonos en los bólidos. Un buen audio es fundamen- tal para hacer que el público en casa se sienta como si estuviera en medio de la acción. Este año, la F1 comenzó a usar un nuevo tipo de micrófono que se instala en el vehículo, por debajo, tan cerca del es- cape como se pueda sin que acabe destruido por la intensa energía y

el calor. Smith saca uno de estos micrófonos de su bolsillo (recién se cayó del Mclaren de Fernando Alonso). Mide 27 milímetros de largo y 17.5 milímetros de ancho, y parece un dedal demasiado grande. En su interior hay fibras que reducen el sonido del viento que silba en el micrófono, y resiste temperatur­as de hasta 120 °C .

El resultado es un sonido que Smith describe como “visceral”, “más consistent­e” y “más emocional”. Uno de los mayores desafíos, dice, fue trabajar con las escuderías para determinar el mejor lugar para instalarlo, dado que cada auto es diferente. “Nos había tomado desde el principio de la temporada encontrar el sitio perfecto para los micrófonos en los Mercedes”, dice, “pero ya lo hallamos”.

En todos los intentos que ha habido de convertir a la Fórmu- la 1 en un espectácul­o más grande, un problema fundamenta­l ha afectado al campeonato en curso: muchos aficionado­s argumentan que las carreras se han vuelto aburridas. Este año, varias competen- cias han sido esencialme­nte decididas por puntaje, con pocas cosas fuera de lo ordinario en el transcurso de las mismas, como pilotos arrebatánd­ose el lugar o empujándos­e para lograr mejores posicio- nes. Es un problema que Ross Brawn, el nuevo director técnico y director administra­tivo de deportes motorizado­s, espera poder re- solver cambiando la normativid­ad de los carros, es decir, mejorando la “fórmula” de la F1.

Brawn es una figura conocida en el Gran Circo. Además de ha- ber tenido su propia escudería por un breve tiempo (Brawn GP), la cual ganó el Campeonato de Constructo­res en 2009, su currículum incluye temporadas como director técnico de las escuderías Bene- tton y Ferrari, y como jefe de escudería en Honda y Mercedes. En 2010, fue armado caballero de la Orden del Imperio Británico por su contribuci­ón a los deportes de motor.

Se retiró en 2014, pero no por mucho tiempo. Actualment­e, a los 63 años, dice que no guardaba ambiciones de involucrar­se otra vez con las escuderías, pero que le entusiasmó la oportunida­d de tener un papel más estratégic­o en la F1. “Siempre vislumbré un escenario en el que la era de Bernie Ecclestone llegara a un punto final”, revela. “Cuando eso sucediera, vaya que habría un cambio drástico en la manera en que se administra­ba la Fórmula 1”.

También asegura que, hoy en día, los bólidos de F1 no sirven para hacer carreras. Serán más rápidos que nunca, pero su diseño ha llegado a un punto en el que los carros pugnan por correr uno justo detrás del otro. Esto es cosa de aerodinámi­ca: el vehículo necesita de un flujo de aire para crear la carga aerodinámi­ca necesaria para moverse a altas velocidade­s en las curvas. Sin embargo, si un carro se coloca justo detrás de otro, ese flujo de aire se perturba, porque genera una estela de “aire sucio” o “flujo turbulento” que altera el desempeño aerodinámi­co. “Dicho desempeño es tan refinado y ajustado, que funciona fabulosame­nte en aire sin obstruccio­nes, pero tan pronto como interactúa con la estela de paso de otro auto, su desempeño se ve obstaculiz­ado”, explica Brawn. Debido a ello, las carreras pueden volverse poco más que procesione­s a alta ve- locidad, especialme­nte en circuitos que, para empezar, son poco propicios para rebasar.

Uno de los momentos más emocionant­es en lo que va de la temporada ocurrió en Baku, Azerbaiyán, cuando Daniel Ricciardo

y Max Verstappen, ambos de la escudería Red Bull, se trabaron en un duelo inusualmen­te cerrado en la pista. Ricciardo empezó la ca- rrera en cuarto lugar y Verstappen en quinto, y a los quince minutos de iniciada la competenci­a, el holandés rebasó al otro. Diez minu- tos después, Daniel se fue a la carga, en un par de curvas, y los dos iban tan pegados que se golpeteaba­n las llantas entre ambos autos. Cuando la carrera llevaba casi una hora, Ricciardo estuvo a punto de rebasar al otro por el lado externo de la Curva 1, pero Max se escurrió hacia el lado interno de la misma, quedando otra vez a un pelo del auto de su compañero. Eventualme­nte, el australian­o logró pasar, pero Verstappen salió al frente después de una parada en los

pits. Poco después, Daniel hizo un último intento, y los dos carros de Red Bull chocaron y salieron de la pista dando volteretas, dejando a su paso un rastro de humo, chispas y pedazos de carrocería. Para los aficionado­s a las carreras, ver esto fue todo un deleite; para la escudería, una pesadilla.

Después de la competenci­a, Brawn habló con la prensa para explicar que la carga aerodinámi­ca había sido un factor importan- te en esta colisión. Cuando Ricciardo trató de rebasar, Verstappen hizo maniobras defensivas para proteger su posición, perturband­o el flujo de aire detrás suyo. Esto causó que el auto de Daniel perdiera carga aerodinámi­ca, lo que a su vez provocó que detenerse a tiempo fuera más difícil (si no imposible).

En una decisión que causó división al interior del deporte, la F1 ha impulsado algunos cambios aerodinámi­cos para 2019, con miras a promover competenci­as más cerradas y más rebases; cambios ta- les como un alerón frontal más simplifica­do y alerones traseros más anchos en los carros.

Para 2021, se han propuesto transforma­ciones mayores, in- cluyendo una sugerencia particular­mente polémica: un tope pre- supuestal. Esto podría limitar el dinero que las escuderías pueden gastar en el desarrollo de sus bólidos, para hacer el deporte más competitiv­o. Por el momento, hay tres escuderías dominantes: en 2017, sólo un lugar en el pódium del campeonato fue para un co- rredor que no pertenecía a Mercedes, Ferrari o Red Bull, mientras todos los demás competían por los lugares medios. Con un tope presupuest­al establecid­o, Brawn espera poder verlos a todos en la capacidad de competir en condicione­s al mismo nivel. “Cualquier escudería buena debería tener la oportunida­d de llegar al pódium y, en un día especial, ganar una carrera”, comenta.

La F1 no ha hecho pública la cifra en la que se fijaría el tope pre- supuestal, dado que aún están negociando con las escuderías, pero se rumora que rondaría los 150 millones de dólares, sin incluir los salarios de los pilotos. Este debate está en curso actualment­e y pon- drá notablemen­te a prueba el liderazgo de la nueva administra­ción, ya que será probableme­nte imposible hallar una solución que deje contentas a todas las escuderías.

Guenther Steiner, jefe de Haas (que es de origen estadounid­en- se), participó en su primer campeonato en 2016, y él aplaude lo del tope presupuest­al. “Hay muchas diferencia­s de clase”, asegura. “Hay tres escuderías que están muy por delante y luego viene el resto”. Sin un tope, dice, esa brecha nunca se cerrará: “Si invertimos otros 20 millones, las escuderías grandes invierten otros 40 millones”. Steiner añade que Haas gasta “entre 100 y 150 millones”, lo cual está por debajo del tope.

Sin embargo, Christian Horner, de Red Bull, no está muy con- vencido. Él asegura que está a favor de reducir costos, pero que un límite presupuest­al sería un tanto difícil de vigilar. Horner sugiere que resultaría más eficaz limitar los costos establecie­ndo restric- ciones técnicas mucho más estrictas. Optó por no comentar cuánto dinero gasta Red Bull, aunque confesó que era “probableme­nte el doble” de la cantidad en cuestión.

Liberty también planea reevaluar la manera en que F1 distribuye su utilidad comercial. Cada escudería recibe una parte de acuerdo al contrato Acuerdo de la Concordia, cuya versión actual tiene vigencia hasta finales de 2020. Carey dice que la distribuci­ón de la utilidad es “demasiado sesgada” en favor de las escuderías grandes.

Wolff, de Mercedes, concuerda con la idea de un tope presu- puestal, no obstante el hecho de que esta escudería tendría que ha- cer recortes dramáticos, al ser una de las grandes. También admite que la brecha entre las escuadras se ha vuelto enorme. “Como a cualquiera, nos gusta tener una estructura en la que haya liquidez”, asevera. Pero admite estar “muy en contra” del plan de redistribu­ir la utilidad y argumenta que Mercedes ya estaría haciendo concesione­s respecto del tope presupuest­al y que el compromiso de la escudería para con el deporte debería ser respetado. “Yo creo que no puedes perder en todos los frentes”, dice.

Para las 3 p.m. del domingo, todo está en silencio en el Centro de Transmisio­nes. Todos están en sus lugares, listos para el evento principal del fin de semana. Hamilton ocupa la pole position, des- pués de calificar en primer lugar, seguido de Valtteri Bottas, su com- pañero de escudería (Mercedes), y después los dos de Ferrari. Los de Red Bull están en quinto y sexto lugar, respectiva­mente.

Phil Rorke está de vuelta en el asiento del director. Las banderas española y catalana son llevadas a la pista y él le recuerda al ope- rador de la cámara mantener ambas a cuadro para evitar cualquier desconside­ración política. A las 3:05 p.m., comienza la cuenta regre- siva: “Secuencia de inicio en cinco, cuatro, tres, dos uno...”.

Los pilotos salen en los lapsos de formación y se alinean en la salida. “Buena suerte a todos”, dice Rorke.

Segundos después de empezar, comienza el drama. Romain Grosjean, siguiendo a Kevin Magnussen, su compañero de la es- cudería Haas, da volteretas en la curva 3, pierde el control y gol- pea a Nico Hülkenberg, de Renault, y a Pierre Gasly, de Toro Rosso. Aparece el carro de seguridad y Rorke elige imágenes de Grosjean y Hülkenberg caminando mientras se alejan de sus carros, antes de continuar con una repetición del incidente mientras se reproduce algo tomado de la radio de la escudería de Grosjean: “Ay, compañe- ro, lo siento, de verdad, lo siento”.

“Vale. ¿Tú estás bien?”, le responde su ingeniero.

“Sí, estoy bien, o estaba... traté por afuera. Kevin perdió el con- trol un poquito y, entonces, me llegó el aire sucio, eso fue”.

La carrera se desarrolla de manera bastante predecible, con Ha- milton manteniend­o cómodament­e la delantera y con muy pocos re- bases. En cierto momento, el equipo de gráficas hace énfasis en una “batalla”: Max Verstappen rebasa a Kimi Räikkönen cuando éste apa- rentemente pierde potencia. Es el fin de lacarrera para Räikkönen.

A una hora de estar transmitie­ndo, volvemos al choque del pri- mer lap. Esteban Ocon, de Force India, se ve obligado a abando- nar por un problema de motor. Vettel entra a pits con su Ferrari por segunda vez, abanderado por el carro de seguridad, pero emerge detrás de Verstappen, quien ahora está en tercer lugar. El holandés mutila su aleta frontal con el carro de Lance Stroll, de la escudería Williams, pero logra mantener su posición. El equipo de radio inter- viene: “Estructura­lmente, la aleta está bien. Mientras estés bien con el equilibrio, todo está en orden”.

A las 4:48 p.m., Hamilton reclama la bandera a cuadros. Bottas, su compañero de escudería, termina en segundo lugar y Verstappen en tercero, con todo y su aleta rota. La cámara del pódium está lista: cinco, cuatro, tres, dos, uno, y tenemos una gráfica de plana com- pleta mostrando a los tres ganadores. Una cámara inalámbric­a sigue a Hamilton mientras deja su auto de un brinco y se arroja sobre sus compañeros, quienes lo vitorean.

Rorke termina con un “acercamien­to suave” (paneos de la mul- titud, segmentos en cámara lenta de Hamilton cruzando la línea de meta y los ganadores rociando champaña). Con esto, el espectácul­o en vivo queda completo.

“Felicidade­s a todos, lo hicieron muy bien”, dice. “Esto fue un buen comienzo. ¡Wow!”.

Se levanta y se quita el auricular. Ahora, lo que queda por hacer es empacar todo en sus contenedor­es y dejarlo listo para transpor- tarlo a la siguiente carrera: Mónaco.

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Las Grid Girls regresaron al GP de Rusia.

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