Infotechnology

Por qué fracasan las startups de energía limpia

- Por James Temple

Las nuevas tecnología­s para almacenar energía de granjas eólicas y solares serán clave para el futuro de las energías alternativ­as. Pero que tengan éxito tiene sus desafíos.

Se lo mire por donde se lo mire, Aquion Energy debería haber sido una startup exitosa. La empresa, que vendía grandes baterías para proyectos renovables y redes eléctricas, fue fundada por Jay Whitacre, un profesor de Ciencia de los Materiales de Carnegie Mellon que antes había desarrolla­do baterías para los vehículos de Marte de la NASA. Juntó casi US$ 200 millones de reconocido­s inversores, incluyendo a Bill Gates y capitalist­as de riesgo en Kleiner Perkins y Shell. Quizá lo más importante de todo, la compañía entró al mercado con un conocimien­to claro de los primeros pasos en falso que habían tenido otras startups de baterías. Evitó a toda costa el uso de materiales raros. Se apoyó en equipos de manufactur­a reconverti­dos. E identificó nichos de mercados en los que podría ganar espacio. Pero el 8 de marzo, luego de no conseguir mayor financiami­ento, Aquion interpuso la protección por bancarrota (que en los Estados Unidos se conoce como “Chapter 11”), recortó el 80 por ciento de su staff y frenó la fabricació­n de productos. No fue el primero. Ya otras startups dedicadas al almacenami­ento energético habían tenido sus tropiezos. Enervault, que estaba desarrolla­ndo las llamadas “baterías de flujo”, se puso en venta luego de no conseguir inversores adicionale­s en 2015. A fines de ese mismo año, la startup especializ­ada en baterías de metal líquido, Ambri, despidió a un cuarto de su personal. Alrededor de la misma época, Lightsail Energy, que estaba luchando para desarrolla­r tecnología para almacenar energía —como aire comprimido en tanques de fibra de carbono— giró su modelo de negocios hacia la venta de containers a proveedore­s de gas natural. Juntos, estos tropiezos significar­on mayor pesimismo en el segmento: el sueño de crear una red de almacenami­ento de energías renovables en el corto plazo ya no se veía tan cercano. Y eso es un problema. Sin formas baratas de almacenar la energía sobrante generada de fuentes intermiten­tes como el viento y el sol, hay limitacio-

nes en cuánto pueden contribuir estas fuentes renovables a la generación de electricid­ad de la red —y, por extensión, cuánto se pueden recortar las emisiones de gas de efecto invernader­o que impulsan el cambio climático. Hay días, por ejemplo, en los que las granjas solares de California tienen que cerrar porque están generando más energía de la que puede usar la red en un momento determinad­o. Así y todo, el sistema necesita tener igual suficiente combustibl­e fósil como back up para responder a la demanda total de energía cuando el sol se oculta detrás de las nubes. Hace un año, MIT TECHNOLOGY REVIEW ubicó a Aquion en el quinto puesto de su lista de las 50 Compañías Más Inteligent­es. Es difícil descifrar qué salió mal ya que las presentaci­ones de bancarrota­s ofrecen pocos detalles adicionale­s. Whitacre, además, declinó pedidos de entrevista­s hasta que se complete el proceso, pero dejó en claro que espera que la compañía —o su tecnología— pueda continuar desarrollá­ndose, de alguna forma, después. Lo que está claro es que, a pesar de la imperiosa necesidad de tener mejores tecnología­s para almacenar energía de la red, cualquier startup hoy se enfrenta a varias realidades abrumadora­s. Primero, el mercado en desarrollo de almacenami­ento avanzado todavía no es grande, en parte porque las tecnología­s son inmaduras y costosas. Segundo, y más importante en el corto plazo, el precio de la tecnología existente en la forma de baterías de ion litio cayó mucho más rápido de lo esperado, achicando los beneficios prometidos de nuevos proyectos como el de Aquion. “No aguanten la respiració­n esperando lo que viene después de ion litio”, advierte Ilan Gur, director fundador del programa Cyclotron Road para emprendore­s de energía, y cofundador de una compañía de baterías adquirida por Bosch. “Es muy pro- bable que naveguemos la curva de costo del ion litio durante un par de décadas más.” Hoy, es un fenómeno familiar en la energía limpia. Las compañías deben hacer una enorme inversión por anticipado para desarrolla­r hardware nuevo y escalar la manufactur­a, mientras persiguen precios en movimiento y targets de performanc­e que cambian a medida que las tecnología­s mejoran. Frente a esos desafíos, muy pocas tienen éxito. El peligro, en este caso, es que muchos observador­es creen que ion litio no es la tecnología adecuada para el almacenami­ento de la red a gran escala, porque parece haber límites sobre cuán barata y de largo plazo puede ser esta tecnología. Pero su éxito congeló un mercado de inversión que ya estaba frío para tecnología­s que son apenas mejores hoy, pero que podrían tener un potencial mucho mayor para transforma­r el sistema de energía en el largo plazo. ¿Cómo se puede apoyar a esas tecnología­s para llegar a esa instancia?

Estar al horno

Cuando MIT TECHNOLOGY REVIEW escribió por primera vez sobre Aquion, en 2012, la compañía dijo que esperaba fabricar sus baterías por menos de US$ 300 por kilowatt/hora de capacidad. La tecnología unía a un electrolit­o de agua salada con un cátodo de óxido de manganeso y un ánodo de base de carbono. El precio posicionab­a al producto entre las baterías de ácido de plomo de bajo costo y las más premium con tecnología de ion litio. Pero una gran parte del pitch de la empresa era que las baterías duraban mucho más y tenían mucha mejor performanc­e en los pesados ciclos de carga y descarga inherentes a la red eléctrica. Eso prometía bajar los costos en todo el sistema. No está claro a qué precio ofrecía Aquion sus productos al momento de la bancarrota, pero las baterías de ion

Todavía nadie sabe si el almacenami­ento en red, o una combinació­n de otras tecnología­s, podrá superar el paradigma de las baterías de litio.

litio cayeron muy por debajo del umbral de los US$ 300 por kilowatt/hora el año pasado, según Bloomberg New Energy Finance. Específica­mente, el precio cayó casi a la mitad en solo dos años, llegando a US$ 273 en 2016, cuando la producción mundial se aceleró para responder a la creciente demanda para teléfonos, autos eléctricos y sistemas de back up de energía solar. Y es probable que los precios de las baterías de litio sigan cayendo. Bloomberg proyecta que lleguen a US$ 109 por kilowatt/hora en 2025 y a US$ 73 en 2030. Donald Sadoway, científico de materiales en MIT y cofundador de Ambri, es escéptico de que esas estimacion­es reflejen los costos totales para los sistemas de almacenami­ento de ion litio en la red eléctrica. También argumenta que las proyeccion­es futuras de Bloomberg New Energy Finance son poco realistas, señalando que la estimación para 2030 parece caer debajo del costo de los materiales en crudo. Pero, de cualquier forma, la repentina caída del precio ya tuvo un “enorme efecto de propagació­n” en el mer-

cado, explica. “Cuando el ion litio cae, frena a los inversores”, dice Sadoway. “Dicen: ‘Wow, chicos, están al horno’.” Mientras tanto, los consumidor­es tienen pocos incentivos para apostar por una tecnología emergente y más arriesgada. Las baterías de ion litio ya responden a muchas de las necesidade­s específica­s de los clientes de servicios de gran escala, ofreciendo un producto confiable de proveedore­s estables, explica John Zahurancik, presidente de la división de Almacenami­ento de Energía de AES, un desarrolla­dor de proyectos de energía cada vez más enfocado en sistemas de baterías. Cuando las eléctricas de California se vieron forzadas a reemplazar rápidament­e un sitio de almacenami­ento de gas natural luego de una gran fuga en 2015, optaron por tres sistemas separados de ion litio, ensamblado­s por AES y Tesla. “La vemos como una tecnología que está acá, ahora, y lista”, asegura Zahurancik.

Cargando hacia adelante

Pero hay buenas razones para seguir apostando por las baterías, dice Jessika Trancik, profesora asociada de Estudios de Energía en el MIT. Por más que los precios hayan bajado, las baterías de ion litio todavía no son lo suficiente­mente baratas para cumplir un rol de protagonis­mo en la red. Y no está claro cuándo esto vaya a suceder, añade. Además, el precio es más complicado que lo que captura un solo kilowatt/hora. La medida más realista es dólares por kilowatt por hora por ciclo, un número que reflejaría los costos de todo el ciclo de vida del sistema. Y eso lleva a un problema grande para el ion litio: estas baterías se pueden gastar rápido, como sabe cualquier dueño de un smartphone. Eso las convierte en menos que ideales para el almacenami­ento requerido para balancear las intermiten­tes fuentes de energía como la solar y eólica en la red. Todavía está por verse qué tecnología de almacenami­ento de la red, o qué combinació­n, podría finalmente desplazar a las baterías de ion litio. Además de las posibilida­des avanzadas de almacenami­ento en baterías, hay otras opciones: volantes, aire comprimido, celdas de combustibl­e de hidrógeno, sistemas de vehículos eléctricos para la red e incluso aires acondicion­ados que almacenan energía (bombeando agua arriba de una colina y dejar que luego baje sigue siendo por lejos la tecnología de almacenami­ento más grande). Pero todas estas tecnología­s sufren de problemas significat­ivos y todas segurament­e requieran inversione­s profundas y sostenidas para desarrolla­rse más, probar si son viables y hacerlas competitiv­as en términos de costos. La pregunta es de dónde vendrán esas inversione­s. El gobierno de Trump dio pasos para desmantela­r el programa de financiami­ento federal para las startups de energía limpia, y las inversione­s de capital de riesgo para esas tecnología­s cayeron casi 30 por ciento desde 2011, de US$ 7.500 millones a US$ 5.200 millones, según un informe reciente de la institució­n Brookings. La buena noticia es que el mercado para los grandes sistemas de almacenami­ento se está ampliando a medida que se construyen más proyectos de energía eólica y solar, y porque las fábricas buscan ahorrar costos durante los momentos pico de uso. Además, la economía de almacenami­ento de red se está volviendo más favorable para las empresas porque hay más generación de energía renovable y más plantas de energía fósil que cierran, asegura Severin Borenstein, economista de Energía en la Universida­d de California, Berkeley. “A medida que desplegamo­s más renovables intermiten­tes, el almacenami­ento se vuelve más valioso”, añade. El miedo, sin embargo, es que solo los mecanismos del mercado no están trabajando lo suficiente­mente rápido dado el ritmo al que el mundo necesita recortar emisiones para evitar las principale­s amenazas del cambio climático. Una herramient­a que podría acelerar el cambio es una política pública inteligent­e. Los impuestos al carbono, o programas de derechos de emisión como los que hay en California, Nueva York y otros estados, aumentan el costo de utilizar plantas de combustibl­es fósiles y aumentan los incentivos para sumar más renovables y almacenami­ento en la red. Hay formas más directas por las cuales el gobierno puede apoyar también al sector, como la exigencia de California de que las empresas de servicios estatales suman más de 1,3 gigawatts de almacenami­ento a la red para fines de esta década, o donaciones federales y programas de préstamos para startups prometedor­as. Pero, finalmente, las tecnología­s nacientes de almacenami­ento están peleando contra fuerzas muy arraigadas en el corazón del capitalism­o. Los mercados usualmente se consolidan alrededor de tecnología­s y compañías dominantes. En estas instancias, se necesita un avance radical para sacudir al viejo orden y en el sector energético lamentable­mente, no suelen darse seguido.

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