LA NACION

El impulso de volver a hacer el mismo film

- Javier Porta Fouz

Las tres Mad Max originales, de 1979, 1981 y 1985, fueron realizadas por el mismo director: el australian­o George Miller. Y Miller regresó a la trilogía que lo hizo famoso –y que hizo de Mel Gibson una estrella– tres décadas después con Mad Max: Furia en el camino, que no es secuela ni es una precuela. ¿Es una remake? Tampoco. pero es una vuelta a ese mundo desértico, salvaje, postapocal­íptico, en el que un hombre, Max, el loco Max, al que le matan a la familia, intenta resistir frente a hordas salvajes. Si queremos forzar la relación y pensarla como remake, esta Mad Max es más cercana a la segunda entrega; no lo es, pero es innegable que se trata de un regreso de un director a su propia obra, a su marca más exitosa.

¿Y remakes más directas encaradas por el mismo director de la original? Hay varias. Una muy famosa es El hombre que sabía demasiado: alfred Hitchcock hizo la versión inglesa de 1934 en blanco y negro y la homónima de 1956, ya en Hollywood y en colores, con James Stewart y Doris Day. cecil B. de Mille, obsesionad­o con la taquilla bíblica, hizo Los diez mandamient­os en 1923 y en 1956, del mudo al sonoro, como Yasujiro ozu con A Story of Floating Weeds en 1934 y Floating Weeds en 1959.

Hay otros ejemplos de directores que dirigieron su propia remake al trasladar su película a Hollywood: Michael Haneke con Funny Games; ole Bornedal con Nightwatch, y Takashi Shimizu con The Grudge. ante el éxito de la primera versión, una remake. Un caso peculiar fue el de Michael Mann, que rehízo su relato porque el primero no anduvo del todo y le veía más potencial. la televisiva L.A. Takedown fue un piloto para una serie que no fue. pero luego fue la película Heat, es decir, Fuego contra fuego, es decir, pacino contra De niro.

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