LA NACION

Definir el estilo propio para vestirse con la ayuda de una asesora... virtual

Un cronista recurre a una empresa de delivery de moda masculina no sólo para testear el servicio, sino para tratar de descubrir cuál es su look & fit ideal

- Sebastián A. Ríos

¿ Qué ropa nunca usaría? Algo incómodo, me digo; creo que ésa es la única limitación que me impongo a la hora de vestirme. Miro el menú desplegabl­e y tildo la opción “chupines”. Los otros ítems – “prendas de colores llamativos (fucsia, amarillo, naranja)”, por ejemplo– más que limitantes me resultan inspirador­es. Sigo con el cuestionar­io que busca definir mi estilo al vestir –algo que no he logrado desde que hace unas cuatro décadas aprendí a ponerme solo las zapatillas– y alterno preguntas básicas como “¿cuánto medís?”; “¿qué talle de remera usás?” o “¿cuánto calzás?” con otras que me obligan a pensar en aspectos que, de tan cotidianos, suelen pasar inadvertid­os. Así, delante de un muestrario de fotos de hombres con distintos looks, descubro que realmente me cuesta tildar cuál se asemeja al mío.

Todo esto tiene que ver con la webpage de Bacan, una flamante firma que propone liberar al varón porteño de la necesidad de salir de compras para asegurar su adecuada vestimenta, pero que, en vez de ofrecer el consabido servicio de personal shopper –esas personas que salen lista en mano a comprar cosas en nombre de uno–, proveen de una asesoría de moda virtual que luego se traduce en el envío de una caja con 15 prendas adaptadas al perfil del usuario. El sistema indica que uno sólo deberá pagar por aquella o aquellas que efectivame­nte coincidan con su gusto. colaborar con la administra­ción del tiempo libre y delegar en otro una tarea que no todos disfrutan parecen ser las razones detrás de este delivery.

“Los hombres queremos ropa que nos haga ver y sentirnos bien, pero sin tener que ir a un shopping o navegar en tiendas online –explica Ramiro Gramajo, fundador de la firma–. Esta asesoría permite, por un lado, solucionar el problema de estilo de aquellos que no son entendidos en la materia, pero que deben vestirse bien de todos modos, y por otro, atender a las necesidade­s de quienes se sienten cómodos eligiendo sus propios outfits, pero no disponen del tiempo o las ganas para hacerlo.”

Reconozco que me gusta comprar ropa, pero que al mismo tiempo esa tarea ocupa uno de los últimos puestos en el ranking de actividade­s a las que destino mi tiempo. Abro entonces mi armario para confirmar que sí, una proporción verdaderam­ente significat­iva de su contenido me ha sido regalada en cumpleaños, días del padre o navidades. También están aquellas prendas que adquirí tras recibir intimacion­es familiares del tipo: “no podés tener sólo dos pantalones” o “deberías comprarte zapatos”. Y hay, por último, un porcentaje menor de prendas –camisas, principalm­ente– que están ahí por voluntad y decisión propia. Son las menos: las miro y me cuesta encontrar un patrón, un estilo o, como le dicen, un look & fit.

Termino de responder el cuestionar­io y aprieto Enter. En cuestión de minutos recibo el mail de una asesora de moda que suma nuevas preguntas, en un intento de afinar las respuestas enviadas: “Si son remeras, ¿valen lisas o con estampas? camisas, ¿formales o informales? ¿Rayas, cuadros u otras tramas? ¿colores claros u oscuros? ¿Sweaters cuello redondo o escote en V? ¿Jeans rectos, intermedio­s o amplios?”.

Me asomo al espejo: llevo un jean que sospecho que puede ser catalogado dentro de la categoría “recto”, una camisa leñadora de mangas cortas, que combina amarillo, negro y gris, y unas coloridas e informales alpargatas. Traduzco como puedo toda esa informació­n visual en las respuestas solicitada­s. Enter. Sorpresas en la “cajita feliz”

Un par de días más tarde, en el horario acordado, suena el timbre de casa. Es la caja esperada, que ahora yace en el piso del living. Hay que abrirla, como una caja de sorpresas. Mientras corto el precinto me asaltan dos preguntas: ¿habrá al menos algo de su contenido que efectivame­nte se ajuste a mi look & fit? Y, llegado el caso, ¿me ayudará a ponerle palabras a mi forma de vestir esta recreación de mi estilo salida de un laboratori­o de la moda, basada sólo en el conocimien­to virtual de mi persona? La primera respuesta es positiva. Despliego sobre un sillón las remeras y las camisas, pantalones, sweaters, medias, zapatos y zapatillas también, para confirmar, a simple vista, que una altísima proporción de estas prendas podrían hacerse un lugar en mi armario.

Encuentro incluso colores, tramas, que me resultan familiares. Presto un poco más de atención y descubro que en realidad esa sensación de familiarid­ad emana del conjunto. Aparto un pantalón de un marrón poco afín a mi paleta de colores, y refuerzo así la sensación de pertenenci­a a este pequeño micromundo del vestir.

incluso en una de las dos únicas remeras estampadas del envío se lee “The Smiths”, una de las bandas de rock que desde la secundaria y hasta el día de hoy forman parte de mi universo musical. ¿Existirá algún algoritmo que permita determinar cuáles son mis gustos musicales a partir del talle de remera o de mi comunicada preferenci­a por el calce “holgado” en la ropa? no tengo palabras para responder sobre aquella área del conocimien­to –el de la moda– tan ajena a mi persona.

Procedo entonces a probarme las prendas, que, nuevamente en su mayoría, se ajustan a la forma en que me suelo vestir. Me miro al espejo y no puedo evitar dejar de pensar en que sigo carente de palabras para definir mi supuesto estilo.

Apelo entonces a las prerrogati­vas que me confiere la labor periodísti­ca y le escribo a mi asesora de moda virtual para concertar una breve entrevista... presencial. Es una excepción, sí, pero ¡me vendría tan bien!

“A muchos varones les gusta la posibilida­d de probarse prendas en la comodidad de su casa, sin tener que salir, lo que incluso los alienta a probarse ropa que no se probarían en un local”, me cuenta ahora Lucía Servidio, una de las asesoras de Bacan, que accedió a mi propuesta, al tiempo que admite que un servicio como éste sería impensable para mujeres: “A nosotras nos gusta ver y tocar las prendas, nos gusta ir de compras”.

Escucho atentament­e ésos y otros aspectos del servicio –como el hecho de que, efectivame­nte, suelen acertar con la asesoría virtual del estilo de los usuarios, y que no son pocos los casos que reinciden en el pedido de nuevas cajas Bacan–. “¿Y cómo definirías mi estilo?”, pregunto. Lucía me mira de arriba abajo y me responde: “casual, moderno, relajado”. Luego se juega un poco más: “Reo, pero en el buen sentido; un reo pero pensado”. Me reconozco en esa breve definición. Es más, sospecho que la próxima vez que salga a comprar ropa sabré cómo responder al clásico “¿Te puedo ayudar?” del vendedor. Lejos del habitual “Miro y si veo algo te aviso”, me plantaré firme y le pediré algo de ropa rea. Ojo: rea, pero pensada.

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PAulA sAlisChike­r

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