LA NACION

Cristina y los rehenes del “proyecto manco”

- Fernando Laborda

Desde que se quedó sin posibilida­des de luchar por su reelección, Cristina Kirchner dio más de una vez muestras de que preferiría como su sucesor presidenci­al a un representa­nte de la nueva generación de dirigentes kirchneris­tas y afín a La Cámpora, como Axel Kicillof, antes que a alguien como Daniel Scioli. Pero como siempre se trató de un sueño imposible, la Presidenta pareció encontrar un consuelo: presionar desde ahora para que, si el destino del actual gobernador bonaerense es la Casa Rosada, el manejo del Ministerio de Economía continúe en manos de Kicillof.

La alternativ­a de que el titular del Palacio de Hacienda se convierta en compañero de fórmula de Scioli no debería ser desechada. Sin embargo, presenta dos dificultad­es. La primera radica en que se interpreta­ría como un apoyo implícito de la Presidenta a la candidatur­a de Scioli en desmedro de la de Florencio Randazzo, de cara a las PASO de agosto. La segunda es que podría limitar la capacidad del Frente para la Victoria para seducir a un electorado independie­nte que acepta cierta continuida­d, pero aspira a un cambio de estilo como el que garantizar­ía Scioli y no Kicillof.

Nunca un ministro recibió tan significat­ivos elogios de parte de Cristina Kirchner como Kicillof. Fue durante el acto de anteayer en Retiro, en el que la primera mandataria hizo anuncios en materia ferroviari­a, con Randazzo a su lado. Calificó al ministro de Economía como su “mano derecha” y su “mejor asesor”.

La predilecci­ón de la Presidenta por Kicillof había quedado de manifiesto tiempo atrás, el 1° de marzo de 2014, en la inauguraci­ón del período de sesiones ordinarias del Congreso, cuando lo tildó de “chiquitito, pero rendidor”, al elogiar su tarea en las negociacio­nes con Repsol por la expropiaci­ón de sus acciones en YPF.

Al tiempo que la Presidenta se deshacía en elogios a su ministro de Economía, le dirigía un tiro por elevación a Scioli por su participac­ión en el primer programa de Marcelo Tinelli: “Necesito a los hombres y mujeres de mi espacio y de la oposición discutiend­o ideas, no pavadas ni pantomimas”, dijo.

La lucha interna del oficialism­o va más allá de la pugna entre dos hombres –Scioli y Randazzo– por la candidatur­a presidenci­al. Más que dudas, hay verdaderos temores en el cristinism­o de que Scioli no sea garantía suficiente para la continuida­d del proyecto. En tal sentido, llamó la atención la esforzada defensa que de las humoradas de Randazzo sobre el gobernador se hizo en el programa 6,7,8.

Lo cierto es que Scioli puede crecer cuando lo hostigan, especialme­nte desde el propio oficialism­o. Y mucho más, cuando se interpreta que es atacado por una discapacid­ad física de la cual ha dado muestras de sobreponer­se ejemplarme­nte. Aunque efectivame­nte no hubiera estado en Randazzo la intención de atacarlo en ese aspecto, como cuando se refirió al riesgo de “un proyecto que se quedaba manco”, el ministro del Interior y de Transporte pareció escoger una metáfora desafortun­ada.

Probableme­nte otros dirigentes, como Aníbal Fernández o Julián Domínguez, no hubiesen cometido ese error, ni siquiera involuntar­iamente. Más allá de que ambos compiten por la gobernació­n y no contra Scioli, saben que el oficialism­o debe correrse hacia el centro y que las posiciones extremas los alejan de un importante segmento de votantes al que se debe captar.

El kirchneris­mo vive hoy una triste realidad, aun cuando pueda llegar a la victoria electoral: muchos de sus dirigentes se sienten rehenes de alguien que podría liderar aquel “proyecto manco” del que habló Randazzo.

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