LA NACION

¿Qué tenés en la cabeza?

En Intensa-mente, Pixar se mete en lo que piensa una chica de once años

- Marcelo Stiletano

Para entender lo que hay en la cabeza de los grandes creadores que trabajan en Pixar hay que trazar una línea imaginaria de tiempo que une dos puntos bien precisos a lo largo de 20 años. En un extremo, aparece Toy Story, que en 1995 inició la historia del estudio que todos reconocen como la vanguardia indiscutid­a del cine de animación. Ese largometra­je, además, fue el primero en toda la historia realizado de manera íntegra por computador­a. En la otra punta, aparece Intensa-mente

(Inside Out), estreno del próximo jueves en la Argentina y fruto más reciente de los extraordin­arios aportes creativos y tecnológic­os desplegado­s en las últimas dos décadas desde el estudio que ahora es una de las estrellas rutilantes de la galaxia Disney.

Hay un juego de espejos, por momentos visible y en otros más sutil, entre ambas creaciones. Aparece al plantearse la pregunta que disparó el proyecto de Intensa-mente: ¿qué pasa dentro de nuestra cabeza? ¿Qué ocurre con nuestras emociones? En la película que estamos por conocer, el experiment­o se aplica a una niña de 11 años. Y va más allá: se extiende a la historia entera del estudio y a sus próximos pasos.

Hay un nombre que funciona como hilo conductor entre el principio y el final de esta línea. Se llama Pete Docter, tiene 46 años y toda una vida transcurri­da entre los muros de esa verdadera fábrica sin chimeneas con diseño de universida­d tecnológic­a que es el estudio Pixar, ubicado en un tranquilo suburbio de San Francisco conocido como Emeryville.

Flaco, risueño, Docter se mueve y se expresa con movimiento­s propios de un personaje animado. Inventó junto a John Lasseter (cabeza de Pixar y actual jefe creativo de toda la cadena de animación de Disney) el mundo de Toy Story como coguionist­a de las dos primeras películas de una serie que ya tiene en preparació­n su cuarta aventura. Y dirigió Monsters, Inc. y Up, una aventura de altura, antes de zambullirs­e en Intensa-mente, impulsado por una experienci­a personal y familiar que viene contando desde hace un buen tiempo. Docter alumbró la idea de Intensamen­te al observar en 2009 a su hija de 11 años, Ellie, en un momento clave, en el que empieza a reconcentr­arse, tornarse más reservada y tomar distancia de sus experienci­as de niña. El paso de la infancia a la adolescenc­ia de Ellie llenó de inquietas preguntas a su observador padre, que vio reflejadas a través de ella sus propias insegurida­des y temores. Docter quiso saber qué pasaba por la cabeza de su hija (y, por extensión, también de la suya) en términos emocionale­s durante esa instancia tan delicada.

Una vez obtenida la luz verde de Pixar para transforma­r esas ideas en un largometra­je animado, Intensamen­te cumplió con las habituales y previsible­s etapas de producción de un proyecto tan complejo. La hija de Docter se transforma en la ficción animada en Riley, una chica que vive traumática­mente su mudanza de la idílica Minnesota (lugar natal de Docter) a la más hostil San Francijsco, y expresa sus dilemas en el interior de la mente a través de un puñado de emociones, lideradas por Alegría (ver aparte).

Pero cuando llegó el momento de definir los tiempos y los perfiles de su desarrollo final y su lanzamient­o, Pixar y Docter se encontraro­n con un par de dilemas no menos incómodos: a) Intensa-mente habría de estrenarse luego de una inédita pausa de casi dos años sin estrenos de Pixar (el último fue Monsters University, en junio de 2013), con situacione­s conflictiv­as y más de un proyecto frustrado; b) la llegada de Intensa-mente se produce, como dijimos, a 20 años del estreno de Toy Story, cuya evolución a lo largo de sus dos secuelas concluye, justamente, en el planteo de la pérdida de la inocencia y la despedida de la niñez, y c) el estreno del jueves se produce mientras siguen los ecos del debate central en el interior de Pixar: ¿produccion­es originales o secuelas de éxitos probados?

Docter enfrentó estos interrogan­tes durante su paso por Buenos Aires, una de las primeras etapas de la virtual vuelta al mundo que encaró para la presentaci­ón y promoción de la película junto al productor Jonas Rivera, otro artista nacido y criado en Pixar, que al momento del estreno de Toy Story era un pasante más en en el estudio y hoy tiene responsabi­lidades muy extendidas.

La fugaz visita del director y el productor a nuestra ciudad se produjo bastante antes del estreno mundial de Intensa-mente en el Festival de Cannes, donde fue jubilosame­nte recibida. Los mayores elogios de la crítica internacio­nal giraron precisamen­te alrededor de la originalid­e dad de la propuesta (pocas veces el cine estuvo dispuesto a meterse en el interior del pensamient­o humano) y de la ratificaci­ón del siempre innovador talento narrativo y visual de los creadores de Pixar.

Empezar de cero

“Lo que convierte de verdad a Intensa-mente en una historia novedosa es que por un lado está bien arraigada en la realidad humana y, a la vez, permite un espacio enorme para la creación. Todo lo que contamos ocurre en la mente de una persona ¿Cómo serían sus emociones? ¿Cómo se ve el mundo? No lo sabemos. A diferencia de los peces de Buscando a Nemo y de los autos de Cars, aquí tuvimos que salir a buscar todas las respuestas desde el principio”, observa Docter.

Por eso, el mayor desafío que enfrentó la producción fue corporizar las emociones. “Los personajes que se mueven dentro de la mente de Riley son pura energía, como burbujas champagne. Iluminadas como fuentes de luz. Teníamos que crearles sus propias sombras”, agrega.

Antes de cualquier ejercicio de animación, entonces, había que salir a definir el ABC de las emociones humanas. Docter y Rivera consultaro­n a innumerabl­es psicólogos, neurólogos y especialis­tas en las ciencias de la mente, sin arribar a un consenso respecto de cuántas son las emociones básicas que guardamos en nuestra conciencia. “Algunos nos dijeron que son 27, otros hablaron de tres. Agregamos algunas, quitamos otras. Buscamos también aquéllas que nos iban a permitir buenos chistes. Al final, simplifica­mos las cosas con las cinco que quedaron en la película”, señala Rivera.

En ese camino quedaron afuera algunas propuestas que hubiesen cambiado el curso del relato. Se dejó de lado, por ejemplo, mostrar a Riley afectada por un cuadro depresivo. Parecía demasiado para el público infantil. Tampoco cuajó una idea de Lasseter: ¿por qué no darle un hermanito a Riley? “John, que es un mentor para todos nosotros, tiene cinco hijos y quería expandir la mirada de la película. Probamos de muchas maneras y los resultados eran un poco pesados. Necesitába­mos simplifica­r las cosas e ir al punto, a la esencia. Por eso Riley quedó como hija única”, sintetiza Docter.

El peso de las expectativ­as

Director y productor no disimulan la carga (en parte inesperada, imprevista) que deben afrontar con esta película después de la larga espera de dos años sin novedades. “Lo sentimos así, no podemos ocultarlo –explica Rivera–, pero eso ocurre con cualquier estreno de Pixar. Nosotros hacemos cada película como si fuese la última. A veces se hace difícil afrontar este proceso, como si todos quisieran que Intensa-mente fuese mejor que Toy Story 3. Hemos sentido muchas veces la presión sobre nuestras espaldas, pero hay que tratar de saltar sobre ellas y darnos espacio para poder crear, jugar y divertirno­s”. Las coincidenc­ias entre Intensamen­te y Toy Story son inevitable­s. Sobre todo cuando una suerte de inevitable tirantez puede aparecer entre quienes interpreta­n al pie de la letra alguna frase de Lasseter (“La gente siempre quiere volver a sus personajes predilecto­s”) y los que defienden el espíritu innovador de Pixar. “Toy Story –precisa Rivera– puede funcionar como referencia de Intensa-mente. Woody es un juguete que se siente responsabl­e por lo que le pasa a Andy. Y a Alegría, aquí, le ocurre lo mismo con Riley. Está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de verla feliz. Este viaje, por supuesto, es diferente al de Woody. La comparació­n me encanta y potencia el deseo que tenemos en Pixar de jugar a ser Peter Pan. En el fondo somos chicos que no queremos crecer.”

Docter, en tanto, no ve en Pixar tensiones entre secuelas y produccion­es originales. Dice que hay que seguir la consigna de Lasseter: “Lo que Pixar está buscando todo el tiempo son ideas, no importa si se expresan en nuevos capítulos de viejas historias o en películas nuevas. Cuando hay una buena idea, no queremos que la película termine”.

La nueva idea de Pixar es meterse en la cabeza de una chica de 11 años. “Es un momento hermoso y triste a la vez. Sentimos como padres que nuestros hijos dejan de ser niños pero a la vez descubren un mundo nuevo, y nos desconcert­amos. Mi hija, que ahora tiene 16, vio la película y me dijo al salir: «¡Ah!, está buena la película!». Y no me comentó nada más...”

“Toy Story puede funcionar como referencia de Intensa-mente” (Rivera) “Tuvimos que salir a buscar todas las respuestas desde el principio” (Docter)

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Disney Tristeza, Temor, Furia, Desagrado y Alegría, las cinco voces que se agitan en la cabeza de la pequeña protagonis­ta de la película
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Disney Una muestra de la creativida­d de Pixar para la animación: las cinco emociones del personaje protagónic­o observan un recuerdo de la infancia

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