Dilma y Lula, unidos para pedir al PT que defienda el ajuste
En el congreso partidario, reclamaron apoyo para las últimas medidas; en un clima tenso, reinaron las críticas al plan económico del gobierno
RÍO DE JANEIRO.– Algo huele a podrido en el estado de Bahía. La apertura, anteanoche, del quinto congreso del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), en Salvador, debía ser una demostración de fuerza y unidad para la agrupación en medio de la peor crisis en sus 35 años de historia. Pero, en cambio, se volvió un evento tenso, falto de entusiasmo militante, en el que reinaron las críticas al gobierno de Dilma Rousseff, que debió salir a defender el feroz ajuste impulsado para recuperar la economía.
“El partido necesita entender que muchas veces las circunstancias imponen movimientos tácticos para alcanzar objetivos estratégicos. Nosotros no cambiamos de lado. No alteramos el compromiso que tenemos con Brasil, que el PT defiende desde que llegamos al gobierno”, destacó la presidenta, que debió apurar su regreso de un viaje a Europa luego de que su anunciada ausencia en la reunión del partido causara malestar en sus filas.
Durante todo el día, entre los 800 delegados que se congregaron en el hotel Pestana Bahía no se escucharon más que comentarios de desaprobación a la política económica puesta en marcha por Dilma desde enero, e implementada por su ministro de Economía neoliberal, Joaquim Levy. Conocido como “Manos de Tijeras”, Levy ha propuesto recortes en todas las áreas del gobierno, así como limitaciones a beneficios laborales, como el seguro de desempleo y pensiones por enfermedad o muerte.
La idea del funcionario es equilibrar las cuentas públicas para controlar la inflación, que ya supera el 8%, y retomar el crecimiento económico en un año recesivo, para el cual se espera una contracción del 1,2% del PBI.
“Es inconcebible para nosotros una política económica que sea firme con los más débiles y suave con los más fuertes”, se quejó el presidente del PT, Rui Falcão. Y el director del partido, Markus Sokol, advirtió: “Es un suicidio seguir con esta política”.
En su discurso de casi una hora, durante el cual muchas personas abandonaron el salón, Dilma se refirió a una “coyuntura difícil”, pero se restringió a mencionar los problemas económicos que enfrenta el gobierno. No hizo alusiones a las denuncias de corrupción que salpican al PT, por su involucramiento en el multimillonario escándalo de sobornos cobrados por directivos de Petrobras, por el que está detenido el ex tesorero del partido, João Vaccari Neto. Además, varios de sus legisladores son investigados por la justicia.
Sin embargo, antes de la alocución presidencial, cuando otro de los líderes partidarios hablaba y mencionó a Vaccari Neto (“injustamente preso”), parte del auditorio se puso de pie y lo aplaudió durante varios minutos.
Una y otra vez, la presidenta le garantizó a la platea que se preservarán los derechos de los más pobres y que el ajuste se hará sin gran impacto en los programas de inclusión social.
“Somos un gobierno que tiene el coraje de hacer ajustes para dar continuidad al proceso de desarrollo. La demora en el ajuste actúa contra el país”, dijo la presidenta, que poco antes de subir al palco debió atravesar una pequeña protesta callejera en su contra, en la que los manifestantes pedían el impeachment de Dilma por su supuesta responsabilidad en el escándalo de Petrobras.
Dentro del hotel, el humor de los delegados ya estaba bastante ensombrecido por las medidas de ajuste que tocan al congreso, que termina mañana: se tuvieron que pagar de sus propios bolsillos el taxi desde el aeropuerto hasta el hotel; muchos tuvieron que compartir habitación; se limitó a sólo dos las comidas cubiertas por las arcas partidarias, y encima se aclaró que cualquier consumo en el minibar debería ser pagado individualmente.
Pese a las divisiones evidentes entre el gobierno y el PT, el mentor político y antecesor de Dilma, Luiz Inácio Lula da Silva, exhortó a la militancia a mantener las cabe- zas erguidas y apoyar la administración, aunque demandó una lucha implacable contra la inflación, que tiene efectos “nefastos” sobre los trabajadores.
A diferencia de la mayoría de sus presentaciones, en las que suele hablar de manera espontánea, desplegando su carisma popular, esta vez Lula prefirió leer su discurso. Según sus allegados, estaba muy enojado por la decisión, más temprano, de la comisión parlamentaria que investiga el caso Petrobras de citar a declarar al presidente del Instituto Lula, Paulo Okamotto.
Esta semana, se conoció un informe de la policía federal que reveló que la constructora Camargo Correa, una de las varias empresas envueltas en el escándalo de pago de sobornos a cambio de licitaciones, había hecho entre 2011 y 2013 “donaciones electorales” por 4,5 millones de reales (1,4 millones de dólares) al Instituto Lula y a la firma a través de la cual el ex mandatario es contratado para conferencias.
“Intentaré ser lo más tranquilo que un orador puede ser”, subrayó, para luego lanzar sus ya tradicionales diatribas contra la prensa.
“El PT continúa vivo y muy preparado para nuevos debates. Herido, sí, pero bien vivo. Enfrentando la más sórdida campaña de difamación que un partido político soportó en este país”, dijo, en medio de aplausos y llamados a revigorizar el diálogo con los movimientos sociales.
En sus palabras finales, sin embargo, hubo un mensaje de contrición para las autoridades nacionales y del partido: “No se acomoden en el gobierno, por el amor de Dios. No dejen que el país pare de crecer y de incluir. Es nuestra obligación oír y comprender ese recado de la gente, mantener encendida esa esperanza”.