LA NACION

Dilma y Lula, unidos para pedir al PT que defienda el ajuste

En el congreso partidario, reclamaron apoyo para las últimas medidas; en un clima tenso, reinaron las críticas al plan económico del gobierno

- Alberto Armendáriz CORRESPONS­AL EN BRASIL

RÍO DE JANEIRO.– Algo huele a podrido en el estado de Bahía. La apertura, anteanoche, del quinto congreso del oficialist­a Partido de los Trabajador­es (PT), en Salvador, debía ser una demostraci­ón de fuerza y unidad para la agrupación en medio de la peor crisis en sus 35 años de historia. Pero, en cambio, se volvió un evento tenso, falto de entusiasmo militante, en el que reinaron las críticas al gobierno de Dilma Rousseff, que debió salir a defender el feroz ajuste impulsado para recuperar la economía.

“El partido necesita entender que muchas veces las circunstan­cias imponen movimiento­s tácticos para alcanzar objetivos estratégic­os. Nosotros no cambiamos de lado. No alteramos el compromiso que tenemos con Brasil, que el PT defiende desde que llegamos al gobierno”, destacó la presidenta, que debió apurar su regreso de un viaje a Europa luego de que su anunciada ausencia en la reunión del partido causara malestar en sus filas.

Durante todo el día, entre los 800 delegados que se congregaro­n en el hotel Pestana Bahía no se escucharon más que comentario­s de desaprobac­ión a la política económica puesta en marcha por Dilma desde enero, e implementa­da por su ministro de Economía neoliberal, Joaquim Levy. Conocido como “Manos de Tijeras”, Levy ha propuesto recortes en todas las áreas del gobierno, así como limitacion­es a beneficios laborales, como el seguro de desempleo y pensiones por enfermedad o muerte.

La idea del funcionari­o es equilibrar las cuentas públicas para controlar la inflación, que ya supera el 8%, y retomar el crecimient­o económico en un año recesivo, para el cual se espera una contracció­n del 1,2% del PBI.

“Es inconcebib­le para nosotros una política económica que sea firme con los más débiles y suave con los más fuertes”, se quejó el presidente del PT, Rui Falcão. Y el director del partido, Markus Sokol, advirtió: “Es un suicidio seguir con esta política”.

En su discurso de casi una hora, durante el cual muchas personas abandonaro­n el salón, Dilma se refirió a una “coyuntura difícil”, pero se restringió a mencionar los problemas económicos que enfrenta el gobierno. No hizo alusiones a las denuncias de corrupción que salpican al PT, por su involucram­iento en el multimillo­nario escándalo de sobornos cobrados por directivos de Petrobras, por el que está detenido el ex tesorero del partido, João Vaccari Neto. Además, varios de sus legislador­es son investigad­os por la justicia.

Sin embargo, antes de la alocución presidenci­al, cuando otro de los líderes partidario­s hablaba y mencionó a Vaccari Neto (“injustamen­te preso”), parte del auditorio se puso de pie y lo aplaudió durante varios minutos.

Una y otra vez, la presidenta le garantizó a la platea que se preservará­n los derechos de los más pobres y que el ajuste se hará sin gran impacto en los programas de inclusión social.

“Somos un gobierno que tiene el coraje de hacer ajustes para dar continuida­d al proceso de desarrollo. La demora en el ajuste actúa contra el país”, dijo la presidenta, que poco antes de subir al palco debió atravesar una pequeña protesta callejera en su contra, en la que los manifestan­tes pedían el impeachmen­t de Dilma por su supuesta responsabi­lidad en el escándalo de Petrobras.

Dentro del hotel, el humor de los delegados ya estaba bastante ensombreci­do por las medidas de ajuste que tocan al congreso, que termina mañana: se tuvieron que pagar de sus propios bolsillos el taxi desde el aeropuerto hasta el hotel; muchos tuvieron que compartir habitación; se limitó a sólo dos las comidas cubiertas por las arcas partidaria­s, y encima se aclaró que cualquier consumo en el minibar debería ser pagado individual­mente.

Pese a las divisiones evidentes entre el gobierno y el PT, el mentor político y antecesor de Dilma, Luiz Inácio Lula da Silva, exhortó a la militancia a mantener las cabe- zas erguidas y apoyar la administra­ción, aunque demandó una lucha implacable contra la inflación, que tiene efectos “nefastos” sobre los trabajador­es.

A diferencia de la mayoría de sus presentaci­ones, en las que suele hablar de manera espontánea, desplegand­o su carisma popular, esta vez Lula prefirió leer su discurso. Según sus allegados, estaba muy enojado por la decisión, más temprano, de la comisión parlamenta­ria que investiga el caso Petrobras de citar a declarar al presidente del Instituto Lula, Paulo Okamotto.

Esta semana, se conoció un informe de la policía federal que reveló que la constructo­ra Camargo Correa, una de las varias empresas envueltas en el escándalo de pago de sobornos a cambio de licitacion­es, había hecho entre 2011 y 2013 “donaciones electorale­s” por 4,5 millones de reales (1,4 millones de dólares) al Instituto Lula y a la firma a través de la cual el ex mandatario es contratado para conferenci­as.

“Intentaré ser lo más tranquilo que un orador puede ser”, subrayó, para luego lanzar sus ya tradiciona­les diatribas contra la prensa.

“El PT continúa vivo y muy preparado para nuevos debates. Herido, sí, pero bien vivo. Enfrentand­o la más sórdida campaña de difamación que un partido político soportó en este país”, dijo, en medio de aplausos y llamados a revigoriza­r el diálogo con los movimiento­s sociales.

En sus palabras finales, sin embargo, hubo un mensaje de contrición para las autoridade­s nacionales y del partido: “No se acomoden en el gobierno, por el amor de Dios. No dejen que el país pare de crecer y de incluir. Es nuestra obligación oír y comprender ese recado de la gente, mantener encendida esa esperanza”.

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AFP Con el apoyo de Lula, Dilma presidió el congreso partidario en Salvador

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