LA NACION

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Soy una joven profesiona­l, una de las tantas personas que viajan como sardinas en el Roca para ir a trabajar. Con 23 años, soy la primera persona de la Argentina en ser aceptada en el Master en Políticas Públicas y Tecnología de la Universida­d de Cambridge, Reino Unido. El posgrado en el que fui aceptada sale 35.000 libras, unos 55.000 dólares, aproximada­mente medio millón de pesos argentinos. Por mi edad, corta trayectori­a laboral, situación económica y restriccio­nes cambiarias, no puedo pagarlo.El lector tal vez se pregunte lo que es obvio: por qué me postulé a algo que no podría pagar. Simple: porque creo que la falta de recursos económicos no deben limitar la capacidad de superación personal. ¿Qué hice? Primero consulté por un préstamo, y me ofrecieron una suma que no llega a ser la séptima parte de lo que tengo que pagar, y con una tasa cercana al 50%. Entonces lancé una campaña de crowdfundi­ng, que recaudó muy pocos fondos y para mi sorpresa recibí más donaciones del exterior que de mi propio país. Sin desalentar­me, contacté luego a empresas y hasta a personas del ámbito político, también sin suerte.

¿A qué conclusión llego? Que no califico para una ayuda social porque por esfuerzo propio pude estudiar y gracias a Dios tengo trabajo. Que no califico para un préstamo porque tengo escasa experienci­a laboral. Que no califico para un subsidio para investigad­ores porque no soy un científico Conicet. Me pregunto: ¿quién considera apoyar a los jóvenes de clase media que siguen apostando por la educación basada en el esfuerzo y la superación personal? ¿Alguien se dio cuenta que somos los que vamos a gestionar el país dentro de poco? ¿Existen subsidios, planes o créditos para ganar votos en masa, pero no para formar recursos humanos calificado­s en tecnología de punta para el país? Paula Pérez Nápoli DNI 35.761.571

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