LA NACION

Angelito milagroso

- Ezequiel Fernández Moores

Ramón Díaz confía en que hoy es 13. “Es mi número de la suerte”, le confesó a un periodista cuando un día de 1997 pasaban en auto frente al Casino de La Rioja. Debutó el 13 de agosto de 1978 en River, el club donde ganó todo y al que arribó por última vez en 2013. El título del Clausura 97 corría peligro contra Newell’s. Ramón ordenó el ingreso de Roberto Trotta. “Le vi el 13 en la espalda y no lo dudé, éste va a meter un gol”. River ganó 1-0 y a Ramón ni le importó que Trotta fuera a gritarle el gol. Él mismo se lo había hecho a Labruna de pibe, porque el mítico entrenador, ídolo de su padre, que por eso lo bautizó Angel, lo ponía en los segundos tiempos. “Mocoso”, le dijo Labruna en el vestuario.

Si no funciona lo del día 13, tal vez sí el niño Miguel Gaitán, el Angelito Milagroso, muerto en 1967 antes de cumplir un año y cuya tumba en el cementerio riojano de Villa Unión insistió tanto en destaparse que terminó convirtién­dose en lugar de culto. En momentos críticos, el Ramón-DT ya dejó allí más de una camiseta de River firmada por todo el plantel. La Juani, su madre, le inculcó un profundo sentimient­o religioso.

El Pelado (a Ramón no le crecía el pelo de niño) le pidió que dejara de trabajar por todos (papá Ramón Bartolo, azulejista, panzón y buen 9 había muerto joven por el Chagas). Ramón llevó a La Juani por Italia, Mónaco, Japón, a todos los lugares donde siguió haciendo goles. Pero hay otra madre bien presente en la vida de Ramón: “Ña Torá”, la de Nelson Pipino Cuevas. El apodo nació después de que la señora, enojada porque su hijo no jugaba, pidió explicacio­nes a Ramón, rayón de auto incluido. Ña Torá había criticado al Tata Martino cuando fue DT de Paraguay (“Una rosca mafiosa le decía cuál jugador poner y cuál no”), pero apoyó ahora el arribo de Ramón: “Profesiona­l cien por ciento, ejemplo de padre”, y que disciplina­rá a “jugadores timberos que amanecen en las bailantas”.

No piensa lo mismo, se sabe, José Luis Chilavert, que llama a Díaz “mentiroso” y “vago, porque es de La Rioja, como Carlos Menem”. Chila dice, en guaraní y en español, que el Pelado está “robando” en Paraguay, con un contrato de 10 millones de dólares por cuatro años. Díaz, que se jacta de no tener amigos en el fútbol, sino “compañeros de trabajo y socios en los negocios”, toma tereré y hasta chapotea en guaraní. “Para mí que tenemos que salir con un 4-3-3”, le dice un taxista en una publicidad de la tele. “Me gusta chera’a” (algo así como amigo), responde Ramón http://youtu. be/5Q_dPiCny_g). Difícil de creer que sea hoy tan audaz ante la Argentina. Llamó, critican algunos, a jugadores veteranos, cero ánimo de recambio.

Ramón desfiló ayer en varios programas de la televisión de la Argentina, pero sin sus esas habituales declaracio­nes “picantes” que aprendió para animar a la prensa de Italia. Y sin cruzar apuestas con Mauricio Macri, su político favorito.

El Pelado, que hasta fue manager del club Oxford, de la tercera división de Inglaterra, sabe adaptarse a todo. Como número 10 se convirtió en gran 9 para formar un dúo inolvidabl­e con Diego Maradona en la selección que ganó el Mundial juvenil de Japón 79. En su primera charla como DT, audaz e inexperto, avisó que, si había un penal, el ejecutor era el Burrito Ortega. “Ejem”, se escuchó de inmediato. Alguien, cuenta Diego Borinsky en El Gráfico, le sopló que “el encargado era un tal Enzo”. Rápido de reflejos, El Pelado lo arregló fácil: “Bueno, está bien, entonces que lo patee Francescol­i, manéjenlo ustedes”.

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ILUSTRACIÓ­N: @domenechs
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