LA NACION

Misia. “Lisboa tiene ojeras, tiene arrugas y la piel blanca de su luz dorada”

La cantante portuguesa repasa su historia y su amor por el fado antes de su presentaci­ón de esta noche, en la Usina del Arte

- Textos Alejandro Lingenti

La carrera de Misia está llena de matices. Heredera artística de Amalia Rodrigues, la famosa reina del fado, pronto cumplirá 60 años, es hija de un portugués y una catalana y creció escuchando música. Obviamente, fado. Pero también tangos y boleros. Entre el 91 y la actualidad grabó una docena de discos, algunos con osadas exploracio­nes en torno a temas de la tradición turca o el repertorio de bandas de rock como Nine Inch Nails y Joy Division. Ha vivido en Lisboa, Barcelona y París, se autodefine como “el fruto de una mezcla de culturas” y ha trabajado con esmero en el cruce entre su música y la rica tradición de la poesía portuguesa, punto neurálgico del concierto que ofrecerá hoy en Buenos Aires: a las 20.30, en la Usina del Arte, con entradas a 100 y 150 pesos. — ¿Qué caracterís­tiscas comunes tienen los poetas que escogió para este repertorio que presentará en Buenos Aires? —Son todos grandes nombres de la poesía portuguesa. Los que están vivos han escrito especialme­nte estas palabras para mi voz. Estoy agradecida y me siento una privilegia­da. Voy a cantar también tres poemas de Fernando Pessoa y algunos otros de poetas que ya han muerto. Todos hablan del destino, de la vida y la muerte. Escribiero­n sobre los grandes sentimient­os del alma humana, el tema sobre el que más me interesa cantar. —¿Cuál diría que es la llama que mantuvo viva a la tradición del fado hasta hoy? —El fado, como el tango y otras músicas urbanas, está en continua renovación. Eso está implícito en su condición urbana. Son músicas expuestas a influencia­s y contaminac­iones. Creo que eso es lo que lo mantiene vivo. —¿Recuerda su primer contacto con este género musical? —En mi vida cotidiana. Lo escuchaba en la radio, en mi casa de Porto, la ciudad donde nací. Había fados que me gustaban mucho y otros que me gustaban menos, eso sí. Y sigue siendo así hoy en día, no es que me gusta todo lo que se produce dentro del género. La música suele gustarme siempre, quizás me alejan algunas letras. El paso del tiempo nos enseña muchas cosas, y creo que siento más la profundida­d de esta música –y de otras, también– después de tener mi mapa personal de cicatrices y de haber vivido algunos “errores de casting” en mi vida. —Usted trabajó como bailarina en un cabaret. ¿Era un ambiente glamoroso u hostil? —Yo trabajé en El Molino, un famoso music-hall de Barcelona. Ahí también trabajaron mi abuela y mi madre, que eran de Barcelona. Es el único caso de tres generacion­es de una misma familia en ese teatro. Hice burlesque durante dos o tres años y después decidí que prefería cantar vestida (risas). El ambiente era felliniano, muy humano, trágico y cómico. Aprendí muchísimo. Me gusta haber ido desde El Molino hasta los grandes templos de la música erudita, como el Palau de la Música o el Auditorio de Barcelona. Quizás acabe otra vez en un music-hall, con las medias con agujeros. El corazón necesita hacer gimnasia. —Hace unos días hubo en la Argentina una manifestac­ión multitudin­aria contra la violencia de género. ¿Cómo están las cosas en Portugal en este sentido? —Aunque es un país que no tiene las peores estadístic­as y se hacen pruebas innovadora­s como preguntarl­es a los pacientes de consultas médicas si son víctimas de agresiones, todavía hay un largo camino para andar. La educación es esencial para generar rechazo a este tipo de violencia, que atraviesa todas las clases sociales. —¿Qué es lo que más le gusta de Lisboa? ¿Le encuentra algún parecido a la capital de Portugal con Buenos Aires? —Lisboa... Es una ciudad muy femenina, muy balzaquian­a. Tiene ojeras, tiene arrugas y la piel blanca de su luz dorada, una de las luces más cinematogr­áficas de Europa. Es vieja y joven, periférica y mestiza. Buenos Aires tiene ambientes de la Europa bonita de principios del siglo XX. Tiene tiendas antiguas, librerías antiguas... Tiene sombreros y olores muy especiales. Es una ciudad de llegadas y partidas, como Lisboa. A veces veo en Buenos Aires a algún hombre que me recuerda a Fernando Pessoa. Las dos son ciudades muy cantadas, tienen músicas propias que hablan de ellas. Soy una enamorada de muchas ciudades, y Buenos Aires está entre mis grandes amores. Ahí compré a Miss Bonsai, mi chihuahua, porteña forever.

“Creo que siento más la profundida­d del fado después de tener mi mapa personal de cicatrices” “Trabajé en El Molino, un famoso music-hall de Barcelona. Ahí también trabajaron mi abuela y mi madre”

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