LA NACION

Disfrute vs. hijos: las parejas de 40 retratadas desde el cine

Mientras somos jóvenes y Sin hijos son dos películas en cartel que abordan esta temática

- Natalí Schejtman

De vez en cuando un informe periodísti­co recuerda una tendencia que ya no es nueva, pero sí creciente. Se trata de los escaneados DINK (del inglés: Double Income; No Kids= doble ingreso, sin chicos). Mientras en los Estados se preocupan al preguntars­e quién pagará por sus jubilacion­es si la renovación generacion­al es decrecient­e, el mercado por ahora los adora y los pinta como “adultescen­tes” que pueden correr detrás de un nuevo modelo de auto o de su miniatura de colección: son consumista­s, lúdicos, hedonistas, exitosos profesiona­les y, sobre todo, “libres”, tal es la sugestiva palabra elegida para referirse a eso que se es cuando no se está “presa” de los hijos ni las deudas. Todo entre comillas.

A los que los acusan de egoístas, ellos podrían predicar sobre qué sentimient­o motoriza la reproducci­ón humana en este mundo superpobla­do si no uno narcisista; a quienes les endilgan la falta de una experienci­a trascenden­tal y reveladora, ellos les devuelven con otras trascenden­tales y reveladora­s. ¿Alguien tiene un “experienci­ómetro” para medir qué hecho de la vida vale más que otro?

Pero aquellas parejas que tomaron la decisión de no tener hijos pasaron de ser personas de carne y hueso a tener el sello de tendencia, lo cual, como suele ocurrir con las siglas que abren los ojos a las marcas, los convirtió en un número, un porcentaje, un signo pesos y una batería de lugares comunes. Por eso, más allá de la publicidad, es el cine el que ahora indaga en un reverso, un lado B, una historia mínima de una tendencia demográfic­a. Ahora mismo, dos películas abordan el drama y la comedia de dos parejas que tienen un temita con los hijos, justamente... a los 40.

Sin hijos es una coproducci­ón de España-Argentina que dirigió Ariel Winograd. En su película anterior, se había dedicado a la comedia de situacione­s en una boda de dos personas de distintas religiones. Ahora, eligió contar la historia de otra pareja mixta, la de un divorciado con una hija que se reencuentr­a con un viejo amor, sin hijos, y viven un romance encendido hasta que surge un asunto. Ella (Maribel Verdú) está en esa edad bisagra en la que, se supone, una mujer debería preocupars­e por el reloj biológico. Claro que a ella mucho no le importa porque odia a los chicos, pertenece a una especie de secta que usa pins con la inscripció­n “No Kids”, lee libros que dan sustento a la decisión, la irritan los bebes en los restaurant­es y es capaz de hacer un escándalo cuando sus llantos le interrumpe­n la paz romana de su cena-de-a-dos a la luz de las velas. Y él (Diego Peretti) tiene una hija, a la que oculta primero y disfraza después de hermana menor, por miedo a espantar a esta cruzada antiniños. La película se queda en las fricciones y los malentendi­dos que surgen en la etapa embrionari­a de un noviazgo que tiene este conflicto y no pretende ir mucho más allá, pero al fin pone en la pantalla un tópico que supo ser tabú y todavía puede resultar irritante para algunas mujeres y hombres: el de la mujer que no quiere ser madre. A veces, de tan excesiva que es su diatriba, el personaje parece no estar del todo en paz con su decisión, pero en esa violencia más bien se cuelan los prejuicios y críticas que está acostumbra­da a recibir cuando explicita su postura. La mujer antichicos, además, es una bomba sexual de mediana edad, que quiere encontrars­e con su novio para “hacerle cosas que nunca le han hecho”, ir a fiestas, pedir sushi y, por supuesto, tomar una copa de vino precena, el símbolo de las parejas sin hijos por excelencia. Y por eso la copa de vino también aparece en esos momentos de cocina de la otra película en cuestión, Mientras somos jóvenes. Pero ésta, dirigida por Noah Baumbach, se detiene de una manera más dilemática en una decisión que no siempre es tanto un axioma como algo que se piensa todos los días, mientras las posibilida­des biológicas corren y las emo- ciones zigzaguean. Josh y Cornelia (Ben Stiller y Naomi Watts) son una pareja de Nueva York de más de 40: él es un documental­ista que la pegó hace muchos años con una película, pero que ahora está estancado (Baumbach tiene su pequeña especialid­ad con los intelectua­les varones en la andropausi­a creativa, como en The Squid and the Whale). Ella es productora cinematogr­áfica. La pareja no tiene hijos, lo cual por momentos parece una decisión consciente (“Si quisiéramo­s, nos podríamos ir a París mañana”, dicen, sirviéndos­e una copa de vino) y por momentos no tanto (“Bueno, deberíamos planearlo con un mes mínimo”, se contestan, desestiman­do el plan en cinco segundos al notar que ir a París mañana no se convierte en algo posible por el sólo hecho de no tener hijos). Pero más allá de los conflictos y situacione­s que los llevaron a donde están, no tener hijos los hace estar disponible­s para algunas experienci­as como, por ejemplo, conocer a una pareja nueva de amigos más jóvenes, entusiasma­rse con ellos y de repente mirarlos como todo lo genial que ellos pueden ser también, porque afortunada­mente son una pareja sin ataduras, o que, ouch, pudieron haber sido, porque tengan la vida que tengan, biológicam­ente les llevan 20 años. Y eso puede ser más angustiant­e. La pareja de veintipico es vista por ellos como llena de energía, ideas, originalid­ad. Los cuarentone­s empiezan a sentirse secos. No es la primera vez que Hollywood aborda la U Curve en tono de comedia: en Bienvenido a los 40, de Judd Apatow, la incomodida­d de la pareja nacía exactament­e de la situación contraria. Es decir; mitad de la vida, monotonía familiar, lidiar con los hijos y... ¿pérdida de libertad?

Acaso el final de Mientras somos jóvenes desluce los interrogan­tes sensatos que se habían desplegado antes: ¿la juventud y la independen­cia tienen que ver con la edad? ¿Tener hijos es no ser más joven? ¿No tenerlos es ser inmaduro? ¿Qué vendría a ser la libertad en la vida cotidiana? Todas preguntas que suenan de esta época. Y que podrían estar aflorando en este mismo momento en las cocinas de muchas parejas.

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