LA NACION

No cierran las cuentas de la agricultur­a en la campaña 2015/2016

- Carlos Marin Moreno

Amedida que avance el almanaque y se confirman las expectativ­as de una muy buena producción mundial de soja y de maíz, siguen subiendo los rindes para cubrir los costos de los cultivos en campos argentinos. “la baja de precios internacio­nales y los factores internos dejan cada vez más campos afuera de la zona de rentabilid­ad positiva”, afirma Juan Balbín, productor del noroeste bonaerense.

“los cálculos muestran que en el ciclo 2015/16 ya se pierde plata a nivel del margen bruto, antes de considerar los gastos de estructura. Es decir, hay un valor negativo al restar gastos directos de los ingresos, y a eso se le deben sumar US$ 150-200 por hectárea en el norte bonaerense como gastos fijos, con muy fuerte incidencia de los impuestos”, añade. Estos datos son una suerte de “fiebre” que revela una enfermedad seria en la agricultur­a argentina.

“Puede pasar que muchos campos se siembren en esta campaña con bajas en los alquileres, pero si esta política agrícola continúa, el área de cultivo se irá restringie­ndo y se extenderá principalm­ente en las regiones cercanas a los puertos o industrias”, proyecta.

En el noroeste argentino, por ejemplo, los arrendatar­ios están trabajando en la línea de alto riesgo, por encontrars­e en la situación contraria. En esa región se están desarrolla­ndo acuerdos especiales entre arrendatar­ios y propietari­os: “Se siembra y los primeros 20 quintales por hectárea son para pagar los gastos de implantaci­ón y protección y el resto se reparte a medias”, refiere un vendedor de insumos de aquella zona.

los arrendatar­ios advierten que la cosecha es récord, pero cada vez se necesita más soja para hacer lo mismo. “Se perdió el 50% del valor de la oleaginosa: 30% por la baja del precio en dólares de la campaña anterior a la actual y 20% por la diferencia entre el ajuste del tipo de cambio y la inflación”, explica Balbín.

Hacia adelante, según Balbín las salidas son la baja de los derechos de exportació­n o una suba de los precios internacio­nales. “Una modificaci­ón del tipo de cambio puede ayudar, pero también puede ser neutraliza­da en tres-cuatro meses por el aumento de la inflación y porque combustibl­es, agroquímic­os y semillas de maíz, entre otros insumos, suben a la par del dólar por ser importados”, advierte.

Alquileres

Un elemento por considerar en la agricultur­a argentina es que el 60% se realiza con alguna forma de arrendamie­nto. Este negocio puede tomar dos caminos hacia adelante. Muchos lo abandonará­n al no percibir renta, en el entendimie­nto de que, cuando se da esa situación, ni se pueden discutir condicione­s con el dueño del campo. Este caso estaría representa­do por quienes alquilan campos en provincias alejadas de los puertos.

la actitud contraria será seguir sembrando pese a que se avizora un horizonte muy negativo. “Es el caso de algunos arrendatar­ios que apuestan igual que otros años, con el riesgo de darse contra la pared. con una soja de 210 dólares por tonelada y un tipo de cambio de $ 9 las cuentas no cerrarán para estos empresario­s, salvo que ocurran las modificaci­ones macro antes citadas.

Un modelo productivo se está cayendo y arrastra en su caída un sistema de vida, porque desapareci­ó la renta agrícola. En su paso por la argentina, esta epidemia infecta redes de contratist­as, inversores, agronomías, productore­s y agroindust­rias vinculadas, y sus efectos se diseminará­n rápidament­e a todo el país si los responsabl­es no aplican a tiempo los remedios que podrían controlarl­a, que están cerca de sus manos.

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