LA NACION

100.000 millones en consumo

Una apuesta electoral de $ 100.000 millones

- Texto Manuel Torino | Ilustració­n Vicente Martí

Es la gran apuesta oficial para llegar a las elecciones.

Inyectar dinero para fomentar el consumo es, una vez más, la receta del Gobierno para enfrentar las elecciones presidenci­ales

Ni Daniel Scioli, ni Carlos Zannini y tampoco Máximo Kirchner. La gran apuesta electoral del kirchneris­mo de cara a octubre es el consumo. Con una batería de medidas económicas que apuntan a mejorar el poder adquisitiv­o de los votantes, el gobierno nacional quiere provocar una nueva fiebre de demanda generaliza­da para transitar sin sobresalto­s la recta final hasta las elecciones presidenci­ales.

Como parte de la estrategia electoral, en los próximos cinco meses se inyectarán al bolsillo de los consumidor­es casi $ 100.000 millones, si se suman los aumentos del sector público y el privado, según estimacion­es de la consultora Finsoport.

La idea de un fin de fiesta a puro gasto, sin embargo, contrasta con la débil reactivaci­ón que reflejan los indicadore­s de una economía real anabolizad­a pero ya sin fuerza, en la que persisten desequilib­rios de fondo, advierten los economista­s consultado­s por la nacion.

La vinculació­n entre los incentivos al consumo y los ciclos electorale­s no existe, dicen los funcionari­os. Pero que la hay, la hay. En la disputa presidenci­al de 2011, la decisión de mantener el atraso cambiario junto a una fuerte mejora del poder adquisitiv­o del salario generó picos históricos de ventas, lo que llevó a Cristina Kirchner a alzarse con el 54% de los votos. Para las elecciones de medio término, en 2013, el oficialism­o mantuvo la estrategia: los primeros congelamie­ntos de precios y la fallida Supercard fueron las armas del por entonces todopodero­so secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, para intentar detener el ascenso de Sergio Massa.

En 2015, con un calendario repleto de instancias electorale­s, la fórmula se repite: el aumento de 30% en la Asignación Universal por Hijo (AUH) y en las asignacion­es por embarazo y familiares anunciado la semana pasada por la presidenta Cristina Kirchner, los incremento­s en las jubilacion­es, los nuevos sueldos producto de las paritarias, las modificaci­ones en Ganancias, la pax cambiaria y los programas de compras en cuotas como Ahora 12 son algunos de los ingredient­es del cóctel oficial para vigorizar el nivel de consumo.

Claro que servir semejante aperitivo tiene su correlato en las arcas públicas. En los primeros cinco meses del año, el déficit fiscal registró una suba del 984% con respecto al mismo período de 2014, según cifras de la Asociación Argentina de Presupuest­o (ASAP).

Cuando todavía falta un mes para el cierre del primer semestre, el rojo fiscal, de acuerdo con los datos oficiales, supera los $ 71.000 millones.

A pesar de los múltiples estímulos al bolsillo, los resultados por el momento son disímiles. Según cifras de la Confederac­ión Argentina para la Mediana Empresa (CAME), las ventas minoristas subieron en mayo 1,7% con respecto a igual período del año anterior, impulsada por las ventas en cuotas y con descuentos de electrodom­ésticos. “Pero hay que tener en cuenta que se compara contra mayo de 2014, un mes donde la venta había caído 8,3%, lo que marca que el consumo mejoró, pero aún no se mueve con el dinamismo de otros años”, aclaran desde la entidad.

Para los grandes centros comerciale­s, en tanto, tampoco hay señales claras de recuperaci­ón. La facturació­n en los shoppings se incrementó nominalmen­te 16,4% interanual durante abril, lo cual implica, ajustada por la inflación, una contracció­n de 15% interanual en términos reales, según señalan en el área de Estudios Económicos del Banco Ciudad.

El último relevamien­to mensual de consumo masivo de la consultora CCR indica que la venta de productos de la canasta básica sigue en retroceso: cayó 1,4% en la comparació­n interanual­yacumula 17 mesesconse­cutivos en baja. “La demora en la firma de los convenios colectivos indudablem­ente alarga la tendencia negativa que se viene reflejando durante todo este año”, dice José Ignacio Amodei, director de Trade de la consultora.

Tanto el Gobierno como los empresario­s se ilusionan con una reactivaci­ón del consumo en julio, cuando los anhelados sueldos nuevos acordados en las paritarias se vuelquen a la calle. “A partir del mes que viene, estas medidas, junto con el cobro del aguinaldo, ya empiezan a impactar en la economía real, sobre todo porque los principale­s beneficiar­ios son sectores que vuelcan esos ingresos directamen­te al consumo”, sostiene Agustín D’Attellis, economista de la agrupación oficialist­a La Gran Makro.

La seguidilla de políticas de estímulo a la demanda podría calentar el último invierno con un Kirchner sentado en el sillón de Rivadavia, coinciden los expertos consultado­s. Sin embargo, una súbita inyección de dinero en el bolsillo de los votantes tiene sus contraindi­caciones. En especial, sobre dos cuestiones que hicieron que el tema económico desapareci­era de la discusión electoral: la inflación y la brecha cambiaria.

“La estrategia de política económica tiene objetivos contradict­orios. El Gobierno trata de mantener el consumo, el crecimient­o y los votos, pero, por otro lado, intenta tener calmado el dólar –dice el titular de Finsoport, Jorge Todesca–. Claramente, en el mediano plazo esos objetivos son insostenib­les.”

Por un lado, tras haberse alcanzado una desacelera­ción de la inflación en el primer trimestre –a pesar de que la Argentina sigue cómoda en el top 5 mundial de los países con mayor inflación–, algunos expertos creen que la recomposic­ión del poder adquisitiv­o del salario y una mayor liquidez podrían trasladars­e a precios. “Es muy difícil que una suba del consumo debido a los acuerdos salariales no tenga impacto en los precios. De hecho, esto ya se refleja en los precios de los alimentos”, dice el especialis­ta de CCR.

D’Attellis reconoce: “Será necesario un seguimient­o muy fuerte del Gobierno para evitar que el incremento del consumo no sea acompañado de un traslado a los precios”.

Pero, por otra parte, una exacerbaci­ón de la demanda puede despertar la siempre latente fiebre del dólar, ya sea vía la operatoria de dólar ahorro como a través del mercado ilegal, con potenciale­s implicanci­as sobre la brecha cambiaria, la cual hoy se ubica en torno al 40%, su nivel más bajo en casi un año. “Más dinero en el bolsillo se traduce en consumo o en ahorro. Y en la Argentina el ahorro significa atesoramie­nto a través del dólar”, sostiene Todesca.

Sobre cómo el fin de la quietud cambiaria podría impactar en el consumo, Gastón Rossi, director de la consultora LCG, argumenta: “El consumo de bienes durables está subordinad­o a la escasez de reservas. En la medida en que falten dólares, no se puede financiar el crecimient­o de industrias como la automotriz o la de electrodom­ésticos, que necesitan de las importacio­nes”.

Por ahora, el sector automotriz –estrella de la reactivaci­ón económica previa al 54% de CFK en 2011– es uno de los grandes perdedores del año, incluso a pesar de las promocione­s y planes de financiami­ento en vigor: acumula en los primeros cinco meses de 2015 una caída del 21% y en mayolospat­entamiento­salcanzaro­n las 47.830 unidades, un 15,5% menos si se lo compara con el mismo mes de 2014, según datos de Abeceb.com.

Mientras por estos días en la arena política se revelan las incógnitas electorale­s, en el escenario económico una pregunta todavía resuena entre los funcionari­os del Ministerio de Economía: ¿hasta qué punto se puede inflar el consumo?

“Todavía hay margen para estimular la demanda sin enfrentar cuellos de botella. La utilizació­n de la capacidad instalada está en el 70% y todavía hay sectores con necesidade­s”, se ilusiona fuera de micrófono un allegado al titular del Palacio de Hacienda, Axel Kicillof. Y enfatiza, de cara a lo que viene: “Para el resto del año, se va a observar un rol más activo del Estado, esto tiene una lógica económica y también una política”.

Para Rossi, en una economía estancada como la argentina, el boom de consumo electoral que promueve el oficialism­o está lejos de ser genuino. “Cuando se apalanca el consumo con política fiscal expansiva, atraso cambiario y tarifas congeladas, claramente se encuentra un límite y se generan consecuenc­ias que deberá afrontar el próximo gobierno.”

Una ironía de la economía en clave electoral: las expectativ­as de cambio que generan las alternativ­as opositoras al Gobierno podrían consolidar la sensación de bienestar que le deje servido el triunfo al oficialism­o. El gerente general de uno de los principale­s centros comerciale­s del país desliza: “Si la gente consume hoy, es porque cree que se viene un cambio y mañana va a estar mejor”.

Martín Tetaz, especialis­ta en economía del comportami­ento, cree que la mejor metáfora del consumo subsidiado es la de los anabólicos en el gimnasio. “Todo el mundo entiende que es una práctica insostenib­le, pero los fisicocult­uristas no parecen poder dejar de usarlos”, dice el economista. Y presenta otro factor sensible al bolsillo que tampoco parece ser parte del debate electoral: el empleo. “Los incentivos financiero­s de todos modos ya no funcionan como antes porque en el fondo la gente teme endeudarse, por la incertidum­bre en materia de empleo.”

Para el director de CCR, durante este año signado por las urnas, el consumidor tratará de defender su poder adquisitiv­o y, de alguna manera, se puede dar un efecto stock. “Es demanda, sí; pero no es consumo genuino. La gente se enfoca en el hoy y para mañana queda una gran incertidum­bre”, concluye.

Tras la politizada década kirchneris­ta, el consumo se impone como el principala­rgumentode­camp añaparased­uciralelec­torado. Unavezmás, en la Argentina decide el bolsillo.

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Fuente: Finsoport / LA NACION

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