LA NACION

Un electorado con perfil independie­nte y esquivo al peronismo

Los porteños han pasado desde el predominio de la UCR y el liderazgo del Frepaso hasta el respaldo a Macri

- Gustavo Ybarra

Electorado independie­nte, sofisticad­o, “contrera” o antiperoni­sta son sólo algunas de las calificaci­ones que se les suelen aplicar a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, que, a diferencia de lo que ocurre en el interior del país, suelen tener un carácter muy volátil cada vez que se los ha convocado a las urnas.

Si se hace un paneo general desde el retorno de la democracia, en 1983, hasta hoy, la Capital ha mutado de la hegemonía radical, que tuvo su pináculo con Fernando de la Rúa como primer jefe de gobierno en 1996 y la presidenci­al de 1999, al claro dominio del distrito que muestra Pro desde que Mauricio Macri logró llegar a la vieja sede comunal de Bolívar 1, hace ocho años.

En medio de estos extremos, discurre un camino en el que hubo enamoramie­ntos pasajeros con alternativ­as “progresist­as”, como la reelección de Aníbal Ibarra para la jefatura de gobierno en 2003 o el triunfo de Elisa Carrió en las elecciones presidenci­ales de 2007, y giros a la derecha, como cuando en 2003 el frente Recrear se impuso en la ciudad con Ricardo López Murphy como candidato a presidente.

Y para desmitific­ar a quienes acusan al porteño de ser un electorado antiperoni­sta, también se registran triunfos peronistas. Aquí, además de la victoria de Carlos Menem en 1989, aunque por escasos 5200 votos a la fórmula radical, y del “mítico” triunfo de Antonio Erman González en las elecciones de diputados de 1993; también se impuso Cristina Kirchner en las primarias y en la presidenci­al de hace apenas cuatro años. Voto independie­nte

“Es difícil de definir, pero lo primero que diría es que el porteño es un voto muy informado, con estrategia”, opina el radical Rafael Pascual, en diálogo con la nacion.

El ex presidente de la Cámara de Diputados del gobierno de la Alianza reconoce que el porteño suele votar a contramano de la ola imperante a nivel nacional. “Es un electorado que busca compensar lo de la Nación como una forma de equilibrar el poder”, sostiene.

Con este concepto coincide el politólogo Andy Tow. “Básicament­e es un voto a contramano del nacional”, asegura ante la consulta de este diario el autor del Atlas electoral de la República Argentina, el trabajo estadístic­o más detallado que existe sobre las elecciones registrada­s en el país a lo largo de su historia.

En un segundo nivel de análisis, Tow consideró que la razón del cambiante voto porteño radica “en un nivel socioeconó­mico más alto, que permite un voto más independie­nte”. Y si bien reconoce que hay prácticas de la política tradiciona­l, asegura que en el distrito “no hay tanto voto cautivo o movilizado por el aparato” como suele ocurrir en otros distritos.

Otro dirigente acostumbra­do a lidiar en las batallas electorale­s en suelo porteño es Fernando Solanas. “Es uno de los electorado­s más libres que tiene la Argentina”, asegura, y lo relaciona con la heterogene­idad de sus habitantes.

“La ciudad no es un todo homogéneo y, así como ha protagoniz­ado jornadas infames, también ha protagoniz­ado jornadas gloriosas, como el 17 de octubre [de 1945] o el 20 de diciembre de 2001”, afirma el cineasta e histórico militante peronista.

La libertad con la que vota la Capital Federal se confirma en un análisis en detalle de sus votos a jefe de gobierno, facultad que el distrito obtuvo en 1996 tras la reforma de la Constituci­ón Nacional de 1994.

El primer vencedor fue De la Rúa, con casi el 40% de los votos.

La UCR volvió a ganar el distrito en las elecciones de 2000, pero ya como parte de la Alianza, con el Frepaso como socio y con Ibarra como candidato. Un dato llamativo, el frepasista había integrado, como postulante a vicejefe del socialista Norberto La Porta, la fórmula derrotada por el radicalism­o cuatro años antes. El segundo lugar fue para la fórmula Domingo Cavallo-Gustavo Beliz. La última década

Ibarra conseguirí­a la reelección en 2003, pero en un ballottage en el que el 53,5% de los porteños prefirió darle un segundo mandato al frepasista, ya alejado del radicalism­o y respaldado por Néstor Kirchner, antes que ratificar el triunfo en primera vuelta que habían obtenido Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta por apenas cuatro puntos (37,5 a 33,5%).

Cuatro años después y en pleno auge del kirchneris­mo a nivel nacional, Macri iba a tener su revancha y obtendría la jefatura de gobierno, acompañado por Gabriela Michetti, en un ballottage (60,9 a 39,1%) que ratificó el amplio triunfo de 22 puntos (45,7 a 23,7%) que había obtenido en primera vuelta ante la fórmula del FPV, integrada por Daniel Filmus y Carlos Heller.

En 2011, el líder de Pro, acompañado por María Eugenia Vidal, alcanzaría el 64% de los votos en otra segunda vuelta con el kirchneris­mo, representa­do por la fórmula compuesta por Filmus y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada.

Desde aquel triunfo de hace ocho años –en realidad, desde la elección de diputados nacionales de 2005–, Pro se ha convertido en la fuerza hegemónica de la Capital Federal, al ganar todas las elecciones a las que se ha presentado con la salvedad de los turnos presidenci­ales; citas a las que, hasta ahora, Macri ha venido faltando.

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