“No le encuentro explicación..., quizá sea yo”
El volante sumó otra decepción en el equipo nacional y hasta abrió la puerta del adiós
SANTIAGO, Chile (De nuestros enviados especiales).– “Es un karma”. Javier Mascherano, 31 años, la bandera del coraje, campeón en todos los colores, con varias camisetas, cuchillo indispensable en la mesa gustosa y exitosa de Barcelona, es el símbolo de las medias bajas vestido de selección. Las dos medallas doradas en los Juegos Olímpicos se ofrecen a modo de migajas, si lo que importa verdaderamente es lo otro. Subcampeón de la Copa América por triplicado, subcampeón del mundo apenas ayer nomás. “Es un karma”, repite el capitán sin la cinta. Que se autodestruye con vocablos hirientes, de diván. Apenas un puñado de minutos más tarde del nuevo golpe a la ilusión.
“No le encuentro explicación. Lo hablábamos con Carlitos [Tevez], tres finales de Copa América… Tanto en la primera, en 2004, como en esta, estuvimos demasiado cerca. Veníamos de un golpe duro. Pero acá estamos, para poner la cara. No le encuentro explicación…, quizá sea yo. No, no me culpo, pero el fútbol es así. Pero me decís de buscar una explicación y no la encuentro”.
Tiene el cuerpo destruido, golpes y moretones por todos lados. Tiene la cara destruida, heridas que traspasan sus palabras. La mano derecha frota la cabeza, mecánicamente, con la energía de la incapacidad de comprender la realidad.
“Hicimos, en general, una muy buena Copa, con momentos muy buenos y otros no tanto. Hoy jugamos una final de visitante, el equipo estuvo a la altura de la circunstancia. El rival también juega y nos presionó, pero siempre llevamos el partido para el lado que queríamos. Otra vez nos vuelve a faltar esa cuota de suerte que hay que tener en una final. Si es un karma no lo sé, no le encuentro explicación”.
Abre la puerta del adiós, aunque no tanto. Es tanta la desilusión in- terna que es capaz de decir verdaderamente cualquier cosa. Frena su impulso…, aunque no demasiado. Los que verdaderamente lo conocen saben que ama sudar la gota gorda en celeste y blanco.
“Soy uno de los más grandes, de los que llevan más tiempo acá. Habrá que hacerse cargo de lo que venga. Al hincha hay que darle las gracias por todo. Lamento que no pudimos darle la alegría que nosotros también queríamos. En la cabeza me pasa..., me queda dando vueltas en la cabeza dar un paso al costado y que venga otro. Pero no es el momento, insisto, de tomar una decisión. Ahora hay que sufrir la derrota”
Como si se tratara de una metáfora del martirio, se hiere. Todo el barro del universo, sobre sus pies. Habla casi sin tomar aire, antes de abandonar el vestuario de la derrota. Una más. Una, entre tantas. La última, la más dolorosa.
“Es una tortura, sobre todo para nosotros que venimos haciendo las cosas muy bien. Se perdió y hay que tragar saliva. Es una tortura, una tristeza muy grande, porque hicimos las cosas muy bien y no se nos cae nada. No puedo pensar en el futuro. Es un karma, una tortura, no lo puedo creer. Hay que dejar que la cicatriz vaya cerrando. Los golpes son demasiado duros”.
El jefe se siente en el desierto. Solo, sediento, abatido. “Hay que dar la cara. Acá estoy, como siempre. Veníamos de un golpe duro… y otra vez. Quiero disfrutar con esta camiseta, pero me toca sufrir. Y no le encuentro explicación”, analiza, con los ojos que esconden lágrimas. En un momento, seguro, habrá un río de dolor. Mascherano, campeón en donde sea, el guerrero exclusivo contra ejércitos enteros, se queda sin palabras. “Es un karma”, repite, en la soledad de su propia soledad.
“Me queda dando vueltas en la cabeza dar un paso al costado y que venga otro. Pero no es el momento para tomar una decisión” “Es una tortura, una tristeza muy grande, porque hicimos las cosas muy bien y no se nos cae nada. Ahora no puedo pensar en el futuro”