Amores de verde
La historia del ogro del pantano y su romance con la princesa Fiona, que desafía la idea de belleza y normalidad, salta de la pantalla al teatro
“El mundo es muy bello y feliz, pero no es para mí.” El ogro verde canta la paradoja de su vida con resignación, desde el pantano al que fue conminado (o condenado) por sus propios padres a causa de su supuesta fealdad. Los cuentos infantiles que empiezan con príncipes azules que rescatan princesas de torres y terminan con un “y vivieron felices para siempre” tampoco son para él. Es un ogro, y ser ogro es sinónimo de algo muy malo. O lo era, hasta que apareció Shrek, la película de Dreamworks que derribó muchos paradigmas en el mundo del entretenimiento infantil, además de convertirse en un éxito en taquillas que se completó con dos películas más y su posterior musical, cuya versión argentina se acaba de estrenar en el teatro Maipo.
Como la película, Shrek, el musical planteará un punto de vista superador, una nueva fábula y una moraleja inspiradora: más allá de lo que digan los cuentos de hadas, no existe la vida perfecta, existe el amor.
Con un tono paródico hacia los cuentos de hadas y sobre todo hacia los musicales, muy en la línea de Los Productores, Shrek, el musical se estrenó por primera vez en Broadway en diciembre de 2008. Los rumores de que llegaría a la Argentina comenzaron a circular a mediados del año pasado y fue en octubre que empezó a difundirse el llamado para audiciones abiertas, comandadas por Carla Calabresse, la directora, y Gaby Goldman, el director musical. Los felices seleccionados fueron Pablo Sultani (Shrek), Melania Lenoir (Fiona), Talo Silveyra (Burro), Roberto Peloni (Lord Farquaad) y Andrés Bagg (Pinocho). Todos felices hoy porque se nota que la pasan muy bien; se divierten y juegan como si fueran niños metidos en una aventura fantástica, en la que desfilarán todos los personajes de cuentos de hadas famosos que uno pueda imaginar. El elenco se completa con Mariú Fernández, Maia Contreras, Sabrina Artaza, Gimena González, Sebastián Prada, Mariel Percossi, Florencia Anca, Tomás Martínez, Manuel Victoria, Mariano Zito, Pedro Velázquez, Mariano Taccagni, Luis Podestá, Agustín Pérez Costa, Juan José Marco, Emanuel Robredo, Pilar Muerza, Micaela Pierani, Romina Cechettini y las tres niñas encargadas de interpretar a Fiona en su infancia, Mía Saguier, Victoria Montecchiari y Martina Haissiner.
“Es un placer venir a ensayar. Nos conocemos mucho con algunos del elenco y nos encontramos literalmente en un cuento de hadas divertidísimo”, dice Pablo Sultani. Acaba de terminar un ensayo intenso y la adrenalina todavía lo tiene acalorado y exultante. Llegó a encarnar a Shrek casi por casualidad. Iba a audicionar para Burro cuando su hija, Paula, le dijo que tenía que ser el ogro. “Burro es algo que ya te vimos hacer, vos sos Shrek”, sentenció la niña con el desparpajo y la inconsciencia que son condición necesaria para que los sueños se hagan realidad. “Empecé a ver que tenía muchas cosas en común con el personaje y así fue como llegué a las audiciones. Cuando estás seguro de lo que querés mostrar, de dónde sacás las pautas, en la audición mostrás la esencia del personaje. Yo no voy con vestuario”, dice.
Su Fiona, Mela Lenoir, sí apeló a un disfraz para ganarse el papel. “Busqué la cualidad princesa. Alivianarme. Y sumarle esa cosa medio bipolar. Preparé los temas con mi profesora de canto, hice una puesta, me armé un vestuario porque yo creo que el hábito hace al monje, me conseguí una peluca”, relata la actriz que si de algo sabe es de audiciones para desembarcos de Broadway en Buenos Aires, ya que protagonizó las versiones locales de Avenida Q y Chicago. Con Sultani, dice, encontraron una complicidad total.
“Nos tenemos un cariño enorme y nos complementamos muchísimo. Con Peloni también, trabajamos un montón. Y en la vida real somos muy amigos, somos de una misma jaula”, dice el futuro Shrek. Tanto se divierten que no tardaron en armar un grupo de whatsapp llamado “Protagónicas aceleradas”, en el que descargan tensiones y comparten la ansiedad desde que comenzaron con los ensayos.
Encontrar a Burro fue la tarea más difícil. Ya se había armado el elenco y seguía sin aparecer el actor ideal. Hasta que Talo Silveyra se animó. Hijo de Aníbal Silveyra y Graciela Stefani, tenía cierto prejuicio con el género musical. “Estaba reticente. Y entre mi representante y mi novia (Sofía Pachano) me empujaron. No creía que podía quedar, y con esa desfachatez quedé.” Ahora está fascinado con su Burro y como se pasa casi toda la obra saltando, tuvo que acompañar los ensayos con un intenso entrenamiento físico.
Roberto Peloni pasó por tres audiciones antes de consagrarse como Lord Farquaad, un personaje que tiene la singularidad de ser muy, muy pequeñito, por lo que el actor tiene que estar toda la obra de rodillas: “Es un rey enanito que quiere tener un reino perfecto, es un freak pero no se acepta. El papel es jugado físicamen- te, pero muy divertido, tiene un gran desgaste”, cuenta el actor, quien con esta obra regresa al musical comercial: “El último fue Sweeney Todd acá mismo en el Maipo, un trabajo súper importante para mí. Después trabajé en cosas propias. Pero sea una producción grande o del off, lo que me convoca es la propuesta artística. En este caso, el libro está muy bien, redondito. Muy actoral”. Para convertirse en el pequeño Lord, Peloni usa un dispositivo “mágico”, que incluye unas piernitas cortas amarradas a las suyas, una faja para que no se le resienta la espalda y unas almohadillas para que pueda andar de rodillas por todo el escenario. La preparación le lleva una hora. “Seguramente, muchos se van a preguntar cómo funciona, porque el efecto visual es muy potente”, dice entusiasmado.
Convertirse en Shrek, en cambio, le lleva a Sultani casi tres horas. El actor debe usar una escafandra con orejitas que le deja la cara al aire y prostéticos de látex en los pómulos, nariz y pera; todo se pinta de verde y se completa con aerógrafo. Luego, se coloca unas calzas con gomaespuma, más un corpóreo de gomaespuma relleno para parecer más grandote y, sobre todo eso, la ropa de Shrek. Después de cada función le lleva al menos 45 minutos sacarse todo eso.
En el caso de Fiona, que está casi toda la obra vestida de princesa “bella”, debe hacer lo mismo para transformarse en ogresa, pero en exactos 90 segundos. “Me sacan la ropa, me ponen un corpóreo con el vestido. Media máscara con la peluca incluida, me pegan una prótesis, me pintan de verde. Como en la Fórmula 1, me tienen que cambiar como a una rueda”, cuenta Melania divertida. El calor debajo de esos trajes es lo único que les preocupa a los actores. “Pedí que pongan ventiladores en las patas”, dice bromeando Sultani. “En mi caso, siento como si tuviera cuarenta camperas puestas”, agrega Silveyra, que para ser Burro necesita de un traje de neoprene, gomaespuma afuera y gran cantidad de pelo de burro.
“La escenografía es espectacular”, dicen a coro los actores. Es que crear el mundo fantástico de Shrek no es tarea fácil. En primer lugar, sus habitantes estarán encarnados por 27 actores en escena que necesitarán 88 trajes, 91 pares de zapatos y 76 apliques prostéticos para armar sus criaturas. El escenario estará iluminado con 220 luces fijas y 98 luces móviles. La orquesta incluye 15 músicos y 36 instrumentos. Todo al servicio de la fantasía.
Días antes del estreno, todos los que hacen Shrek toman como propia la moraleja de la historia, en una época en que la imagen parece ser la máxima aspiración de mucha, de demasiada gente: “Lo hermoso está en ser distintos –dice Lenoir–. Aceptar nuestro lado ogro, porque todos lo tenemos, es vital en la vida. Es un gran trabajo el que hice, me resuena y me emociona transmitirlo”.