Otra ilusión que se escapa
“Para muchos no habrá otra oportunidad de ganar algo importante”, señaló Lavezzi
El tren volvió a pasar de largo para la selección argentina. La oportunidad para dejar en el olvido la extensa sequía de 22 años sin títulos se presentaba favorable como pocas veces, en una final de Copa América a la que el equipo nacional llegaba como favorito, después de las muy buenas actuaciones en los partidos previos. Una vez más estuvo cerca, pero no logró aprovecharlo, como ocurrió en el Mundial de Brasil, el año pasado.
Después de 120 minutos de tensión, con escaso fútbol bien jugado y que finalizaron empatados 0 a 0 –Higuaín no pudo aprovechar una oportunidad clarísima en el final del tiempo regular–, Chile fue más certero en la ejecución de los penales y atrapó el torneo continental por primera vez en la historia. Esa definición, en la que cuentan los nervios, la eficacia de los pateadores y la capacidad de los arqueros, finalizó 4-1 para los locales. Sólo Lionel Messi convirtió para la Argentina; después fallaron Higuaín, que remató demasiado alto, y Banega, cuyo disparo fue atajado por Claudio Bravo.
En cierta forma, resultó un castigo para el desempeño del equipo de Gerardo Martino en la final, en la que entre carencias y errores propios y la presión constante de un adversario exigente no desplegó el juego que lo había vuelto un conjunto temible, poderoso.
El partido decisivo mostró a un Messi con menos gravitación de lo habitual y escasa conexión con sus compañeros de ataque.
Se extiende, así, el mayor período que conoce el seleccionado sin conquistas oficiales, durante el cual jugó 16 torneos y salió derrotado en seis definiciones (tres Copas América, dos Copas Confederaciones y un Mundial).
La desazón del final no encontró un intérprete más crudo que Javier Mascherano, el emblema del equipo. “No le encuentro explicación. Quizá sea yo. Es una tortura, una tristeza muy grande. Me queda dando vueltas en la cabeza dar un paso al costado y que venga otro”, dijo el jugador de Barcelona.
La contracara se vive en Chile, entregado a una fiesta popular sin precedente, que se extendió por todo el país.
SANTIAGO, Chile (De nuestros enviados especiales).– Es un desfile de estrellas seleccionadas que observa cómo transcurre el tiempo y se les escurren chances concretas de gloria ante sus narices. Pasan los técnicos, pasan los jugadores y esa consagración esquiva sigue horadando en el espíritu de cada plantel argentino en certámenes de trascendencia. Todavía en caliente, Ezequiel Lavezzi reconoció con honestidad brutal que, probablemente, el destino termine ensañándose con varios en cuanto a sus carreras futbolísticas en el representativo nacional. “Para muchos de los jugadores no habrá otra chance de ganar algo importante”, reconoció.
Quizás el Pocho esté hablando sobre él mismo, que con 30 años es uno de los más grandes de este plantel que llegó a la definición en Chile. Pero con el documento de identidad sobre la mesa, también esa proyección abarcaría a Javier Mascherano, que en otro rincón hablaba de la “tortura y el karma” que persigue a este seleccionado vacío de títulos a lo largo de 22 años.
Hay más: Carlos Tevez ya llegó a los 31 años –amén de su gran momento en Juventus– y Pablo Zabaleta cumplió los 30. Sin dudas, el tiempo será implacable para con Martín Demichelis (34), que había anunciado su retiro del seleccionado luego de la Copa América, más allá de que en los últimos días no volvió a referirse al tema. Demichelis se quedó sin margen, pese a que el Tata Martino no dudó en confiar en sus condiciones para las semifinales y la final, después de la baja de Ezequiel Garay, afectado por una gastroenteritis. Habrá que ver el criterio del entrenador respecto del defensor del Manchester City y sus reales opciones de seguir siendo parte de las convocatorias.
La reflexión de Lavezzi puede sonar tajante, pesimista, pero también abrió el espacio de un legado valioso para las nuevas generaciones del seleccionado. “Los jugadores que vengan podrán absorber lo que se ha creado en este equipo. Nosotros no hemos logrado títulos, pero estamos bien en cuanto a valores, respecto del grupo humano”, comentó con un dejo de ilusión.
Para hablar en esa sintonía, el delantero de Paris Saint Germain tomó la referencia de lo que él vivió en el Mundial de Brasil 2014 y lo que se percibía desde afuera. A juzgar por gestos, comportamientos y reacciones, aquel plantel que dirigía Alejandro Sabella se veía granítico, armonioso y con un fuego interno importante. El Pocho mismo, casi sin querer, graficó la buena onda interna que había en el plantel mundialista cuando le tiró en broma un chorro de agua a Sabella sobre la línea de cal, en el encuentro frente a Nigeria por la primera etapa.
Pero claro, al margen de los valores y la armonía grupal, el juicio definitivo está reñido íntimamente con los resultados. Y en ese sentido, la historia es negativa para los jugadores argentinos: segundos hace un año en tierra brasileña; segundos ayer aquí en Santiago. Allí anida el dolor de los distintos planteles.
“Sabíamos que era la posibilidad de reivindicarnos; no se nos dio y duele mucho, nos quedamos con un sabor amargo. Pensábamos que ésta era la Copa América para nosotros”, se lamentó Lavezzi, que ingresó en reemplazo del lesionado Angel Di María.
Lavezzi tiene muy buen feeling con Lionel Messi. Se puede comprobar en las innumerables selfies que se han sacado en los vestuarios. Sobre el mejor jugador del mundo también tiene una mirada, en relación con la exigencia de contrarrestar el paso del tiempo con algún trofeo: “Más allá de la ambición de todos, Leo es uno de los que más siente estas frustraciones porque es el mejor y todos los ojos están puestos sobre él. Está destruido, con estas cosas se autopresiona”.
El tren sigue pasando para el seleccionado, y muchos consagrados en sus respectivos clubes no pueden festejar en celeste y blanco.