Cuatro artistas reinterpretan obras clásicas
testimonios. Cuatro artistas cuentan por qué apelan a este recurso tan contemporáneo
El recurso de la cita en el arte contemporáneo
Página 11
MARCOS LÓPEZ, 1958 “La originalidad no existe”
Toda mi obra –fotos, pinturas, videos y hasta una fuente escultórica– son citas. Remakes. Copias. Casi tendría que asumir con la frente alta, como si estuviera confesando ante los jueces celestiales en el purgatorio, que son plagios. Cuando pinto, copio clásicos de pintura argentina gauchesca sobre pósteres de museos de pintura europea. La película sobre Ramón Ayala la hice sintiendo que era Wim Wenders filmando París,
Texas, con la estética de David Lynch en Terciopelo azul. Cuando hice la fuente del pato inflable, les di a los arquitectos un pato amarillo comprado en Once y les dije: “Que salga lo más parecido a una obra de Jeff Koons”.
Una vergüenza. A veces creo que lo hago por una necesidad visceral de provocación. De jugar en el límite del chiste. Algo así como pararme en una mesa en una fiesta y decir: “Señoras y señores, la originalidad no existe, y menos aún cuando se trata de un artista de la periferia. Del Sur. Nacido y criado en estas salvajes pampas y siempre mirando hacia el Norte para buscar aprobación. Lo único que queda es asumirlo. La identidad artística y conceptual de una obra de arte de un país nuevo, precario, de inmigrantes, se logra reciclando obras clásicas. Haciendo copias baratas. Atadas con alambre. El pop latino no es más que eso: una mala copia de Andy Warhol”. Creo que después de haber hecho
Asado en Mendiolaza, cita criolla de La úlitma cena de Leonardo, días antes de la crisis económica de 2001, me podría haber jubilado. En esa imagen está todo lo que quiero decir con mi obra: la vida como teatro. El arte como copia de la copia. La cita es lo de menos.