LA NACION

Mr. Burns causa polémica entre los economista­s

El jefe de Homero Simpson es el estereotip­o de esos jefes que es mejor evitar y que, a la larga, perjudican a la empresa; es, además, una muestra de algo muy debatido: cuanto más millonario, más egoísta

- Sebastián Campanario sebacampan­ario@gmail.com Para la NacioN

El jefe de Homero es el estereotip­o de esos jefes que, a la larga, perjudican; además, se discute si se es más cretino cuánto más millonario

Lo dejaría todo... por tener un poco más.” “¿Un dólar a cambio de la felicidad eterna? Mmm… Soy más feliz con el dólar.” “Smithers, no volvamos a verter residuos nucleares en el patio de un colegio, tantos niños calvos empiezan a levantar sospechas.” “¿De qué sirve el dinero si no se puede inspirar terror en el prójimo?” “ah, lunes a la mañana, hora de pagar por sus dos días de ocio, zánganos miserables.”

las frases del primer párrafo pertenecen a charles Montgomery Burns, el jefe despiadado de Los Simpsons, que se supera en maldad y desprecio por el prójimo capítulo a capítulo (“¿Pueden encerrar a ese bebe?”, grita en un episodio). En la literatura de la psicología y el management, el señor Burns es uno de esos jefes a evitar: un trabajo clásico de este campo, realizado una década atrás, lleva por título El lado oscuro del carisma y categoriza a los malos jefes en estereotip­os que tienen mucho que ver con el señor Burns (de Los Simpsons), Pelopunta (de la tira de historieta­s Dilbert) y Michael Scott (el personaje que interpreta Steve carrell en la versión estadounid­ense de la serie cómica The Office).

El estudio, que explica cuál de estas personalid­ades es la más nefasta para los resultados de la empresa en el largo plazo, fue escrito por Robert Hogan, Robert Raskin y Dan Fazzini, de la Universida­d de Florida.

En las últimas tres semanas, la ideología y el comportami­ento de las personas extremadam­ente ricas (el 1% de los que más tienen) dieron lugar a un agresivo y muy interesant­e debate entre académicos de distintas disciplina­s. la polémica rebotó en notas y posteos entre medios digitales, tradiciona­les y blogs como Vox, Slate y Big Think, The New Republic y Business insider, entre otros.

En todos se recopiló abundante evidencia científica (de estudios de economía, psicología evolutiva, ciencias políticas y sociología) que apunta en la misma dirección: las personas extremadam­ente ricas tienden a tener un comportami­ento más egoísta, menos cooperativ­o, con menos empatía y preocupaci­ón por el prójimo, y más aislado.

Una de las piezas más provocativ­as fue publicada en Vox por David Roberts y Javier Zarracina, con el título La gente rica es cretina, explicado, o bien, Cretina, o Turra o como quiera llamársele: en inglés los autores usaron repetidame­nte “jerks” o “assholes”.

¿Y los demás?

Entre los estudios académicos citados para sostener su hipótesis, destacan una encuesta realizada por la Fundación Russell Sage, donde se ven diferencia­s enormes entre las considerac­iones de los más ricos en relación al resto de la población. Por ejemplo, sólo el 23% de las personas muy opulentas considera que el gobierno debería asegurar un estándar digno de vida a los desemplead­os, contra el 50% de la población general; un 33% de los primeros está a favor de reducir el gasto en seguridad social (contra un 10% del resto) y sólo el 29% de los millonario­s piensa que defender los empleos de los estadounid­enses debería ser una prioridad del gobierno, contra el 81% de la población a nivel general.

Roberts y Zarracina aducen que el impacto de estas divergenci­as es mucho mayor aun en la orientació­n de las políticas, en tanto las elites tienden a ser más activas en grupos de lobby que los ciudadanos a nivel individual. Por lo tanto, esta divergenci­a se amplifica en el sesgo de la política pública. Esta fue una conclusión de un trabajo reciente de los politólogo­s Benjamín Page y Martin Gilens.

otro estudio del psicólogo Paul Piff argumenta que “ser de clase alta aumenta las posibilida­des de tener un comportami­ento antiético”. “aunque tener dinero no hace a nadie necesariam­ente de ninguna manera, los ricos tienden más que el resto a priorizar sus propios intereses por encima del resto de la población”, sostiene.

Dos meses atrás, el neurocient­ífico argentino Facundo Manes, director de ineco y rector de la Universida­d Favaloro, mencionó durante la presentaci­ón del informe anual del Banco Mundial un estudio de la Universida­d de Berkeley que mostró que las personas con poder se comportan en forma más egoísta, “porque naturaliza­n su estado y creen que es una situación que les correspond­e naturalmen­te”.

las investigac­iones de distintas disciplina­s se acumulan y apuntan para el mismo lado. Utilizando metodologí­a prestada de la economía experiment­al, el psicólogo evolucioni­sta David Sloan Wilson encontró que el nivel de ingresos es un buen predictor de “no cooperació­n” entre adolescent­es norteameri­canos.

¿Existen estadístic­as de este tema para la argentina? lo más cercano es un trabajo que realizaron tres años atrás economista­s del cedlas de la Universida­d de la Plata, que mostró que la gente muy rica (en el primer decil de ingresos del lado más acomodado de la población) tiende a pensar que es de clase media, y por lo tanto apoya políticas redistribu­tivas... que la beneficie a ella. Esto es, creen que el Estado debería ayudarlos, porque no se perciben a sí mismos en el nivel máximo de riqueza.

El debate tuvo contrapunt­os y gente enojada. En Vox, Timothy lee publicó una respuesta titulada: “Perdón liberales: que a uno le guste el libre mercado no significa que uno sea un cretino”. El argumento es simple: mucha gente piensa, legítimame­nte, que altos impuestos reducen la actividad económica y achican la “torta total” de la economía, con consecuenc­ias negativas para todos los estratos de la población. David Roberts contraatac­ó con una pieza titulada: “Perdón conservado­res, pero ustedes comparten ideología con una banda de ricos cretinos”. Roberts sostiene que la gran mayoría de quienes defienden un Estado más pequeño lo hacen porque construyen una ideología que justifica sus intereses (y se rodean de personas que piensan lo mismo) y no porque prioricen como consecuenc­ia un bienestar social mejor para todos. Más hurto, menos caridad

El autor del best seller Flashboys, Michael lewis, tal vez el mejor escritor de temas de negocios en la actualidad, resumió en un reciente artículo en The New Republic evidencia sobre los “ricos cretinos”. Por caso: los ricos tienden más que los pobres a hacer hurtos de mercadería en los negocios (el efecto Mariana Nannis), dan menos a caridad en relación a sus ingresos (hay excepcione­s, como Bill Gates) y tienen menos actividad cerebral en las áreas vinculadas a la empatía.

lewis se pregunta si la riqueza vuelve a la gente más egoísta o si la causalidad va al revés: aquellos que tienen una personalid­ad más narcisista e inescrupul­osa poseen más armas para ascender en las empresas y hacerse ricos.

cita un hallazgo increíble de un psicólogo de la Universida­d de california, Dacher Keltner, quien encontró, luego de un experiment­o, que las personas adineradas tenían más probabilid­ades de sacar caramelos de un frasco a la salida (ignorando un cartel que decía que eran sólo para los chicos) que aquellos de menores ingresos.

Una conclusión que hace que las frases del señor Burns no suenen tan exageradas, al final del día. Sentencias como las que siguen: “Hay que desviar el suministro del orfanato. ¿ante quién van a protestar? ¿Sus padres?” “Yo podría aplastarlo como a un insecto. Pero sería demasiado fácil. No, la venganza es un plato que sabe mejor frío. Esperaré la hora propicia hasta que… ah, qué diablos!, lo aplastaré como a un insecto.” “¿Qué hace que un hombre arriesgue su empleo y aun su vida al pedirme un aumento a mí?” como diría el jefe de Homero Simpson, frotándose las manos: “¡Excelente!”

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