Avengers, sueños y pesadillas de EE.UU. en clave de ficción
DEL CAPITÁN AMÉRICA A ULTRÓN. Los superhéroes de la exitosa película escenifican la batalla norteamericana por sus valores y su lugar en un mundo multipolar
Avengers, la Era de Ultrón es mucho más que una película. Puede leerse como una narrativa de las relaciones internacionales actuales. Los temas que estructuran su línea narrativa constituyen una representación simbólica de los problemas contemporáneos de las relaciones internacionales y los personajes principales de la película son las figuras a través de las cuales se materializan.
A fines de junio, la película superaba los 452 millones de dólares de recaudación en Estados Unidos, rozaba los 240 millones en China (donde se convirtió en el tercer film más visto de la historia) y llevaba un total global recaudado por encima de los 1379 millones, sin siquiera haberse estrenado en Japón. El film tuvo un retorno a la inversión –costó 250 millones de dólares– de casi 450% en dos meses sólo por entradas. Así, encabezar el ranking de las películas más vistas en países de Estados Unidos a Corea del Sur y de Brasil a Rusia indica algo más allá de la monumental ganancia económica. Está evidenciando su gran resonancia política. Si la ficción es la representación de los dramas humanos, los éxitos de taquilla globales reflejan también dramas globales.
Los films de Hollywood siempre han proyectado también la imagen que Estados Unidos tiene del mundo y de la política internacional. Nazis y rusos dominaron como los enemigos en la década del 40 y 50. Durante los años 60 y 70, una variedad de asiáticos selváticos introdujeron el síndrome de Vietnam, a la vez que por el escándalo de Watergate se volvía a la decadencia económica y social interna. Ya sin el “Imperio del mal” soviético, los años 80 y 90 exploraron los enemigos del espacio en la forma de ataques alienígenas. Algunos films habían explorado el enemigo sin rostro, no estatal, del terrorismo. Pero no en la escala post-2001, luego de los ataques de Al-Qaeda que traumatizaron a la sociedad que desde entonces buscó catarsis a través de la picana y el pochoclo. Entre ataques virales masivos, desastres naturales apocalípticos y remakes de viejas épicas, los superhéroes volvieron para recordarnos que nos cuidan desde un Olimpo moderno.
En Era de Ultrón son dos de sus miembros quienes abren la puerta de la destrucción. El multimillonario vendedor de armas Tony Stark/Iron Man y el científico Bruce Banner/Hulk crean al enemigo, que es… una computadora. Stark y Banner quieren crear un paraguas defensivo preventivo, que anticipe las amenazas y las neutralice antes de que ocurran. Stark es en sí mismo el complejo militar industrial, y Banner un científico aplicado al campo militar. Por eso Ultrón es un avatar de la tecnología militar, hijo del capital (Stark) y la ciencia (Banner). El panorama lo completa S.H.I.E.L.D (“Escudo”), acrónimo de Servicio Homólogo de Inteligencia, Espionaje, Logística y Defensa. Esta agencia secreta paramilitar representada por la espía Black Widow está fuera de cualquier control político civil, tiene recursos insondables y mandatos invisibles. La denuncia a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) es evidente.
Ciberangustia
La película captura el espíritu de la época norteamericano de ciberangustia y tecnoterror. Es el conflicto con el que lidia Estados Unidos ahora: el hecho de estar atrapado en una red que es a la vez sostén y prisión. Lo que a nivel individual se manifiesta como una paradoja entre libertad o dependencia de Internet o del smartphone, a nivel internacional se despliega como la paranoia de haber buscado refugio fuera del ámbito humano, en el dato objetivo. Resulta pues que la objetividad absoluta es la militarización del espacio virtual. En ese campo, se demanda la eliminación del “código” que lleva a la periódica falla del sistema: el factor humano.
Ultrón, ese humanoide inhumano es la personificación del Big Data, una inteligencia artificial con percepción sensorial y reconocimiento de patrones. Puede hacer juicios y aprender de la experiencia. Como las máquinas no son conscientes, llega a la conclusión –atención: a la conclusión lógica– de que el ser humano debe ser eliminado por ser la causa última de la inseguridad global. No un líder violento (Hitler, Stalin), no un tipo de régimen político (totalitario, dictatorial), no una etnia o pueblo (limpieza étnica, genocidio o choque de civilizaciones); la humanidad toda como especie.
Es el Capitán América el personaje que queda más relegado en
Avengers. Y no es casualidad. Steve Rogers personifica el soldado-héroe de la Segunda Guerra Mundial. Representa lo mejor de Estados Unidos en el mundo: un país que sabía por lo que luchaba, donde los buenos eran lindos y nobles y los malos eran feos y traicioneros. Ese maniqueísmo simplificador quedó sepultado bajo las capas de engaños institucionalizados de la CIA durante la Guerra Fría. De hecho, la propia SHIELD se revela infiltrada por Hydra, la organización terrorista a la que supuestamente combatía. La máscara que sostiene la dualidad cae. Como advertía un viejo historietista estadounidense: “Hemos encontrado al enemigo, y somos nosotros”.
El enfrentamiento entre el Capitán América y Stark es la batalla por el corazón y la mente de Estados Unidos. El estilo bravucón cool del multimillonario deja al hombre que boxeó a Hitler pintado como un ingenuo. Y es que en el mundo de hoy, el Capitán América parece ser eso. Honor, servicio y sacrificio son el código de una época que se desvaneció bajo el exitismo excéntrico individualista. Washington debate su declinación en el mundo mientras enfrenta la crisis de sus propios valores como unidad política. Por ahora –en la realidad y en la ficción–, apuesta a recobrar la confianza en sí mismo apelando a la oscuridad de lo peor de sí.