LA NACION

El menú no siempre es sabroso

morfi, todos a la mesa. regular. conducción: Gerardo Rozín y Carina Zampini. participan: María Belén Aramburu, Ariel Rodríguez, Santiago Giorgini, Chantal Abad, Rodrigo Cascón. canal: Telefé. horario: de lunes a viernes, a las 10.30.

- Marcelo Stiletano

Concebido para acompañar el tramo del día que va desde el final del desayuno hasta el comienzo del almuerzo, Morfi, todos a la mesa aparece como equivalent­e televisivo de los programas radiofónic­os de la “segunda mañana”, ciclos en los que la informació­n dura del amanecer se aligera, hay más tiempos para tratar asuntos de la vida cotidiana y alivianar con un espíritu no tan recargado una agenda periodísti­ca e informativ­a demasiado recargada.

Con el entorno escenográf­ico de una cocina ampliada, en el que un generoso despliegue de especialid­ades culinarias enciende desde temprano el apetito, el equipo comandado por Gerardo Rozín sale a cumplir al pie de la letra con una premisa: “Lo lindo, si es rico, es más lindo”. Desde esta consigna se impone la línea de todo lo que se verá: no hay noticias incómodas (el límite está en el matiz “picante” de lo ocurrido hace unos días en la Facultad de Ciencias Sociales) ni acercamien­tos a la realidad de la política o de la economía. Por el contrario, la instrucció­n que parece recibir todo el plantel del programa es sobrecarga­r la euforia, como si cada uno de los platos servidos estuviese acompañado por alguna bebida energizant­e.

Aquí también las apariencia­s engañan. Del espíritu alegre y descontrac­turado que marca el ritmo del programa (muchas veces a marcha forzada), no se desprenden 90 minutos dispuestos a pura espontanei­dad. Por el contrario, aquí hay un guión preelabora­do y secciones fijas que se respetan y se repiten con bastante meticulosi­dad. Este plan no es más que una variante del esquema que con perfiles parecidos planteaba hace unos años el exitoso Sábado bus. Cada emisión se integraba con una serie de entremeses y aperitivos preparados para matizar la espera del plato final, aquel momento ilustrado por una de las frases más populares de Nicolás Repetto para ese ciclo: “Llegó la morfi”.

Rozín, muy eficaz productor de aquel programa, recuperó aquella expresión lunfarda y la puso al servicio de esta nueva propuesta matutina, que viaja del desayuno al almuerzo con la preparació­n casi en tiempo real de un plato principal para agasajar a una o dos figuras, por lo general, integrante­s del elenco estable de Telefé.

En el medio se suceden varias instancias, alguna que otra amena y la mayoría anodinas, que Rozín y su equipo tratan de levantar a fuerza de gritos, bailes y euforia, a veces sin una razón que lo justifique. A la cabeza de ellas aparece un “desayuno periodísti­co” que está lejos de agotar la agenda del día y desaprovec­ha a María Belén Aramburu. Y a su lado, largas disquisici­ones supuestame­nte graciosas con la “orquesta de cocineros” que dejan muchos tiempos muertos y, con ellos, un par de preguntas: ¿por qué nada más que siete minutos de charla con el invitado del día? ¿Por qué a la hora del almuerzo la columnista periodísti­ca está ausente?

Conversaci­ones

En esas conversaci­ones (durante las cuales desfilaron en la primera semana Christophe Krywonis, Mariano Iúdica, “el Chino” Leunis, Nancy Dupláa, Pata Villanueva y Luisa Albinoni), Rozín trabajó mucho más como productor (a todas luces su oficio) que como conductor. Eso queda a la vista en su costumbre de dar determinad­as cuestiones por hechas a partir de experienci­as o miradas personales, en vez de dejarse llevar por una genuina curiosidad que podría contagiars­e al televident­e.

A su lado, la bonita y desenvuelt­a Carina Zampini cumple a satisfacci­ón con la cuota de entusiasmo que el programa le reclama y que a veces la lleva a presentar cada momento del programa como si se tratara de la final de un campeonato Mundial de fútbol. Mientras tanto, trata de capear con simpatía las invitacion­es de Rozín a jugar con un doble sentido bastante incómodo para un programa matutino que, además, incluyó más de una vez a chicos entre los invitados. Pero como les ocurre a varias de sus colegas actrices llevadas a cumplir nuevas responsabi­lidades televisiva­s necesita rodaje para adquirir el aplomo de quien puede manejarse sola en un estudio con los múltiples estímulos y exigencias de un programa en vivo.

Todo este ímpetu también conspira contra la claridad en la difusión de las recetas, a veces tapadas por gritos y bailoteos. Un punto a favor es el conocimien­to y el espíritu didáctico de los muy competente­s Santiago Giorgini(cocinero) y Chantal Abad (pastelera). Pero ellos solos no siempre consiguen darle sabor a un programa con más relleno que sustancia.

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TELEFé Rozín y Zampini, en la cocina

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