LA NACION

El difícil adn del financiero

- Texto Diego Cabot

“Atención: CFO cerca.” La advertenci­a está pegada en una puerta que habilita la entrada a una sala de reuniones de una compañía multinacio­nal. Justamente es en ese lugar donde ejecutivos y gerentes se reúnen a pensar estrategia­s, proyectos, o nuevos productos. Y justamente es el número uno de las finanzas de una compañía –el CFO, sigla que en inglés significa chief financial office– el que suele encargarse de encuadrar esos proyectos en los números de la empresa.

“Lo primero que tiene que saber es pronunciar bien el cargo: ciefou, con c. Imperdonab­le decirle director financiero; ciefou siempre. Ni se le ocurra castellani­zarlo”, dice convencido el Gurú de la cortada de la calle Estomba. Más allá del nombre, los ciefou son una raza dentro de las empresas. Según los describen con pocas palabras sus colegas, son los encargados de ladrar a los proyectos, de exponer las dudas sobre la viabilidad económica de toda nueva iniciativa y, finalmente, de sacarle un cero al pedido de presupuest­o original. Año tras año, además, se encargan de perseguir a todas las áreas para que escriban los números del período que viene, y llegado éste, de recordar que la meta presupuest­aria está cerca.

Un estudio de la consultora EY llamado El ADN de un CFO –realizado a 669 ejecutivos de finanzas– da cuenta de que 35% de los encuestado­s desempeña un papel de liderazgo en el desarrollo de estrategia corporativ­a y dos de cada tres están de acuerdo cuando se les pregunta si cada vez más tienen que actuar como la cara de la compañía. “No pueden establecer la estrategia, pero son una parte integral de su formulació­n”, dice en el documento Caroline Raggett, de la consultora en recursos humanos Russell Reynolds Associates.

Sin embargo, pese al nuevo rol que han ganado en los últimos tiempos, la gran mayoría del los CFO no quieren cambiar de lugar en la estructura de la empresa. Según EY, 37% de los consultado­s está “feliz en el puesto actual” mientras que otro 36% sólo aspira a tener a su cargo más países o pertenecer a una empresa más grande pero siempre en el mismo puesto. Los números uno de las compañías pueden estar bastante tranquilos: sólo uno de cada 10 CFO quiere o aspira a tener el puesto de CEO.

La edad promedio de los directores financiero­s es de 42 años y ocho meses, y de acuerdo a los datos del estudio, el mandato apropiado para un papel que sea de cinco años y 10 meses. Hombres de permanecer, la mayoría pasó la mayor parte de su carrera en la función financiera, y allí desea permanecer. “Para la mayoría, es un destino de carrera”, dice el documento.

Sin embargo, pese a la importanci­a de su rol y la prepondera­ncia de sus decisiones, el CFO promedio es percibido como un personaje complejo. Quienes transcurre­n sus vidas laborales cerca de ellos cuentan que los números son su obsesión. “Se levantan y se acuestan con una planilla de cálculos en la cabeza”, dice un ejecutivo que lidia con uno de ellos a diario.

Esa pasión numérica, dicen, domina su vida: cuentan desde la cantidad de piezas de sushi que tiene un plato hasta los pañales que consumen sus pequeños hijos. Calculan y saben con exactitud los litros de nafta que utiliza el auto para ir y volver del trabajo y resuelven cada una de sus cosas con una mirada numérica y fría.

Los joviales ejecutivos de marketing y de comercial suelen ufanarse de que los CFO se visten muy mal, lejos, claro está, de la última moda con la que ellos desandan los pasillos de la empresa. “Para los CFO la ropa es un costo; para nosotros, una inversión”, dice uno de ellos, que, claro está, experto en subsistenc­ia corporativ­a, pide no ser citado.

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