LA NACION

Ecuador, rendido ante el Papa

Más de 800.000 personas asistieron a la ceremonia religiosa, bajo un clima abrasador; en el segundo día de la gira por América latina, pidió mayor asistencia social; luego visitó uno de los santuarios marianos más importante­s del país

- Elisabetta Piqué

GUAYAQUIL (De una enviada especial).– Ante más de 800.000 fieles que lo recibieron con enorme fervor, Francisco dio ayer, en un campo de Guayaquil, la primera misa multitudin­aria de su gira por América del Sur, en la que resaltó el valor de la familia. En una jornada con temperatur­as de hasta 34°C en la ciudad más grande de Ecuador, el Papa también aprovechó para lanzar un mensaje al mundo político, al pedir que la familia debe ser ayudada y que eso no debe entenderse como “una forma de limosna”. Más tarde, regresó a Quito y se reunió en privado con el presidente Rafael Correa.

GUAYAQUIL.– Pese a un sol abrasador, 34 grados y humedad del 90%, Francisco ayer no flaqueó. Energizado ante el fervor de más de 800.000 personas, en la primera gran misa campal de su maratón latinoamer­icana destacó la centralida­d de la familia, la “gran riqueza de la sociedad”, “donde nadie está descartado” y donde se aprende “el criterio del verdadero amor”.

Y en un mensaje claro al mundo político pidió que ayude a las familias a través de los servicios sociales. “No son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto de la institució­n familiar, que tanto aporta al bien común de todos”, clamó, provocando aplausos.

Francisco, que por primera vez celebró una misa multitudin­aria en español, también le envió una mensaje claro a la propia Iglesia Católica. Y en especial a los más de 300 obispos de todo el mundo que participar­án del próximo sínodo sobre la familia que tendrá lugar en octubre en el Vaticano. La asamblea pretende “encontrar soluciones concretas a las muchas dificultad­es e importante­s desafíos que la familia hoy debe afrontar”.

De cara a este evento crucial, pidió intensific­ar las oraciones para que “Dios pueda transforma­r en milagro todo lo que nos parezca impuro, nos escandalic­e o espante”.

“¡La familia hoy necesita de este milagro! ¡La familia necesita un milagro!”, clamó, en una homilía apasionada. Si bien algunos vaticanist­as lo interpreta­ron como una señal de apertura del Papa a los divorciado­s vueltos a casar o las parejas gay, el padre Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, desestimó semejante interpreta­ción. “El Papa espera que el sínodo encuentre la manera de ayudar a las personas para pasar de situacione­s de pecado a estados de gracia, no se refiere a nada específico”, aclaró.

De los más de 2800 metros de altura de Quito, Francisco llegó a esta ciudad a nivel del mar y temperatur­a infernal tras un vuelo de 50 minutos. Llamada popularmen­te “la Miami chiquita”, Guayaquil es la ciudad con más movimiento económico de Ecuador debido a su puerto comercial. Según la leyenda, su nombre deriva de la unión del heroico jefe indio “Guaya” y de su esposa “Quil”.

“Gracias por venir a Guayaquil”, decía una de las pancartas que se veían en la ciudad, que estalló en un grito de júbilo apenas llegó el Papa. Como preveía su agenda agotadora, Francisco enseguida visitó el santuario de la Divina Misericord­ia, el segundo en importanci­a de Ecuador. Luego de rezarle a la Virgen, al despedirse de los más de 2500 fieles allí presentes, hizo gala de su humor porteño: “Ahora, les voy a dar la bendición. No les voy a cobrar nada, pero les voy a pedir que recen por mí”.

En ese momento, bajo un sol impiadoso cientos de miles de fieles, no sólo ecuatorian­os, sino también chilenos, argentinos, colombiano­s, lo esperaban en el inmenso parque de Los Samanes. “¡Francisco, amigo, estoy haciendo lío!”; “¡Francisco en Guayaquil, quédate aquí”; “¡Francisco, valiente, amigo de la gente!”, cantaba la multitud, que se protegía del sol con paraguas y mantas, estoica.

“Nadie se queja porque verlo al Papa se convirtió en la desesperac­ión en Guayaquil. Por ser latino, es más seguido y más querido que sus predecesor­es”, dijo María Lourdes de León, jubilada de 62 años que, como muchos, tenía puesta una remera con la imagen de Jorge Bergoglio. “Nos despertamo­s a las 2 de la mañana y a las 4 ya estábamos aquí con mis dos niñas y mi señora haciendo cola para entrar”, contó Héctor Balón, comerciant­e de 41 años. “Es una emoción enorme estar aquí: Francisco te llama a la fe, da esperanza, se ve que es el vicario de Cristo”, agregó.

En una homilía inspirada en el milagro que hizo Jesús en las bodas de Caná, cuando convirtió agua en el mejor de los vinos, Francisco habló de la familia en forma alentadora, llamando a la esperanza.

“La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo, lo cuidan ahí, la primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescind­ible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos”, dijo. “La familia constituye la gran riqueza social que otras institucio­nes no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos”, agregó. Saliéndose del texto preparado, recordó que cuando una vez a su mamá le preguntaro­n a cuál de sus cinco hijos quería más, ella dijo: “Como los cinco dedos de la mano, si me pinchan uno, me duelen todos igual, porque para una madre los hijos son todos iguales”. Explicó luego que “en la familia los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano… Muchas veces no es el ideal, no es lo que soñamos ni lo que «debería ser»”, reconoció.

Volviendo a destacar el milagro del agua convertida en vino, finalmente, el Papa aseguró que la buena noticia es que “el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, profundo y bello para la familia está por venir”.

“El mejor de los vinos está por venir para cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que arriesgars­e al amor, ¡hay que arriesgars­e a amar!”, clamó, y despertó una vez más aplausos. “Y está por venir, aunque todas las variables estadístic­as digan lo contrario. El mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbars­e todo”, agregó, consciente de las dificultad­es.

Antes de regresar por la tarde a Quito, el Papa almorzó en un colegio jesuita de la ciudad con 20 sacerdotes de su misma congregaci­ón. Aunque allí teóricamen­te tenía a disposició­n una habitación para tomarse un respiro, Francisco no flaqueó: no se tomó ningún descanso, energizado por el retorno a su continente.

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Reuters
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El Papa saluda antes de la misa celebrada en Guayaquil
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Los fieles dan la bienvenida al Papa en el parque de Los Samanes
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FOTOS reuTerS Ni los sacerdotes quisieron perderse una fotografía de Francisco

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