LA NACION

Serranos y costeños, todos contentos

El mismo día, el Papa visitó dos regiones históricam­ente rivales

- Paula Markous

QUITO.– El Papa sabía que no podía visitar una sola ciudad sin ofender a la otra. Quito y Guayaquil debían estar en su agenda. Aunque los regionalis­mos se han apaciguado en los últimos años, la clásica división entre los de la sierra y los de la costa aún se palpa en Ecuador.

La visita de ayer de Francisco a Guayaquil –la ciudad más poblada del país, con 2,3 millones de habitantes– duró en total siete horas y cinco minutos. Incluyó una multitudin­aria misa en el parque de los Samanes y una reunión con la comunidad jesuítica (ver aparte).

A las 18, para alegría de los quiteños, Francisco volvió a la capital del país. “Seguro que se murió de calor por esos lados”, dijo en broma a la nacion el quiteño Carlos Ríos.

La rivalidad regional entre la sierra y la costa tiene una base geográfica, una barrera que es los Andes y que en tiempos de la colonia se tardaba tres semanas en cruzar. Hoy, Quito está a sólo 28 minutos de vuelo de Guayaquil (y a siete horas en auto), pero ambas ciudades siguen manteniend­o sus costumbres.

Los serranos de Quito tienen la fama de ser más serios, calmos e impenetrab­les. Son tradiciona­les en sus puntos de vista y en sus costumbres y hablan con suavidad. Muchas veces los costeños los tildan de aburridos. Para insultarlo­s, les dicen “serranos bobos”.

Por el contrario, el costeño es visto como alguien extroverti­do, pero también fanfarrón. Despectiva­mente, los quiteños los llaman “monos” y los acusan de tomarse todo a la ligera y querer “pasarse de vivos” con los quiteños que visitan Guayaquil.

A diferencia de los serranos, la gente de la costa habla en un español más atropellad­o y utiliza más palabras en inglés.

Incluso la forma de vestir es diferente. Por el frío, los quiteños suelen usar ropa abrigada y los indígenas, asentados mayoritari­amente en esta región, visten ruanas (ponchos), mientras que en la costa se usan guayaberas y vestidos ligeros.

Hasta la música y la comida son diferentes. Quito es famosa por sus melancólic­os folklores andinos y boleros. La base de los platos es el maíz (mote) y la papa. “Serrano come papa con gusano”, es un típico insulto de los costeños.

En cambio, en Guayaquil se baila salsa y la base de la comida son el arroz y los plátanos verdes. Los mariscos, pescados y cangrejos de la costa son la envidia de la sierra.

La rivalidad es sobre todo política y económica. Los costeños siempre sintieron que el dinero que se generaba en su ciudad, principalm­ente por el puerto, se gastaba en los sueldos de los burócratas en Quito y en proyectos que benefician a la región montañosa.

Algunos acusan a Correa, que nació en Guayaquil, pero se dio a conocer en Quito, de ser regionalis­ta y beneficiar a la sierra. Para el oficialism­o, el localista es el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, que el 25 de junio encabezó una multitudin­aria marcha contra Correa en la ciudad que gobierna desde hace más de 16 años. El éxito de la marcha lo volvió a colocar como un posible candidato para suceder a Correa. Pero pese a su popularida­d en Guayaquil, su intención de voto en Quito sigue siendo baja. El popular dicho “costeño vota costeño, y serrano vota serrano” parece todavía estar vigente.

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