LA NACION

La Corte debe frenar este atropello

- Alejandro Fargosi Ex consejero de la Magistratu­ra

Los Kirchner revitaliza­ron la importanci­a decisiva del Poder Judicial en la estructura de gobierno y, obviamente, no para consolidar su independen­cia, sino para invadirlo y dominarlo, de manera de perpetuars­e en el poder en un entorno de impunidad.

En su intento de cooptar al Consejo de la Magistratu­ra, Cristina Kirchner disparó agravios, ataques y leyes contra el sistema judicial. Varias normas sobrevivie­ron a las declaracio­nes de inconstitu­cionalidad y son devastador­as: la ley 26.080, de 2006, de reforma del Consejo de la Magistratu­ra; la ley 27.145, de subroganci­as políticas, y las leyes que reorganiza­n al Ministerio Público Fiscal privando a los fiscales de autonomía y estabilida­d real.

La clave está en el uso oficialist­a del Consejo de la Magistratu­ra, incorporad­o a la Constituci­ón en 1994 para profesiona­lizar en alguna medida la elección y remoción de jueces, que hasta entonces era netamente política. Mucho debe hacerse para mejorar su funcionami­ento, pero ahora lo decisivo es su integració­n y sus mayorías, porque el Gobierno lo convirtió en un ariete contra la magistratu­ra.

Cualquier despolitiz­ación y profesiona­lismo son utópicos por el desbalance entre los representa­ntes mayoritari­os de los jueces (2), abogados (2) y legislador­es de la minoría (2), frente a los legislador­es de la mayoría (4), sumados al juez minoritari­o, al representa­nte del Poder Ejecutivo y al “académico”, que al ser designado por las universida­des nacionales –dependient­es del dinero oficial– es de hecho digitado por el Gobierno, al que obedece.

Con esa mayoría automática de siete a seis, consolidad­a e inevitable, el oficialism­o impide el funcionami­ento equilibrad­o que estructuró la Constituci­ón. Peor aún, obstaculiz­ando la cobertura de las vacantes con la pésima ley 27.145 puede llenarlas con jueces subrogante­s amigos, como ya empezó a ocurrir. Eso sin contar con el resto de los daños que causa a la Justicia el manejo discrecion­al de las otras funciones del Consejo, incluida la aplicación de sanciones, con esa mayoría automática de siete votos, para amedrentar al resto de los magistrado­s insumisos.

Ese desequilib­rio debe ser corregido porque viola la Constituci­ón. Se debe igualar la representa­ción de los sectores que integran el Consejo para que ninguno prevalezca sobre los demás. Ése es el equilibrio real, eficaz y eficiente que exige la Constituci­ón, y por eso las leyes 26.080 y 27.145 son inconstitu­cionales.

Quizá no exista en lo inmediato un partido con los votos necesarios para derogarlas. O peor, puede ocurrir que la tentación del poder impida la grandeza suficiente para volver a la independen­cia judicial imprescind­ible para ser una república.

Pero hay una solución rápida y concretísi­ma. Tenemos que asumir como ciudadanos nuestra responsabi­lidad: como lo demostró el caso Campagnoli, debemos mantener una intensa y activa presencia en actos, marchas y reclamos públicos o individual­es ante los atropellos. No nos desalentem­os, porque la marcha por Nisman no fue en vano: sólo fracasará si olvidamos que debemos hacerle justicia, aunque sea tarde. Ya llegará cuando cambie el gobierno.

En este momento crucial tenemos que reclamar ante la Corte, porque ella tiene todas las posibilida­des y la ineludible responsabi­lidad de imponer el respeto a la Constituci­ón, violada frontalmen­te por estas normas. Por eso debemos exigir a la Justicia lo que Vanossi llama “energía jurisdicci­onal”, ya que no se trata sólo de dictar sentencias, sino también de obligar a su cumplimien­to. Sabemos que la Corte pudo haber impedido el actual atropello kirchneris­ta si hubiese declarado inconstitu­cional la reforma del Consejo de la Magistratu­ra en 2006, como pidieron y demandaron Monner Sans y el Colegio Público de Abogados.

Afortunada­mente, la Corte también puede cambiar de opinión: aún existen dos juicios contra la nefasta ley 26.080, que son las demandas del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires y de la Federación Argentina de Colegios de Abogados. Si la Corte quiere, puede modificar su posición y declarar la inconstitu­cionalidad de las representa­ciones desiguales en el Consejo, así como también la invalidez de la reciente ley 27.145 y del desplazami­ento de los jueces Cabral y Martínez.

Si no lo hace, veremos muchas otras remociones y nombramien­tos de jueces amigos del kirchneris­mo, con lo que se perfeccion­ará la todavía reversible colonizaci­ón del Poder Judicial por parte de la Presidenta y sus seguidores.

La Corte puede y debe ser enérgica y tan rápida y rigurosa como lo fue al rechazar el pedido del fiscal Pleé en favor de la reposición del juez Cabral.

Ya alertó Juan Pedro Merbilhaa, en marzo, que estábamos ante el preaviso de un golpe de Estado para reemplazar a algunos integrante­s de uno de los tres poderes, los jueces, violando la Constituci­ón.

Depende de la Corte impedirlo. Y de nosotros también, así que mantengámo­nos firmes.

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