LA NACION

Futuro. Las políticas que se vienen

El comercio exterior seguiría administra­do, pero con mayor previsibil­idad; la vuelta de la argentina al mundo y el fin gradual de las retencione­s y del cepo cambiario.

- Texto Emiliano Galli | Ilustració­n Alejandro Álvarez

SANTA FE (De un enviado especial).– ¿Debe el comercio exterior ocupar un lugar en un futuro gabinete? ¿Por qué? ¿Qué tipo de políticas públicas necesita el comercio exterior de la Argentina que viene? Estos y otros interrogan­tes fueron parte del panel de cierre de la 3a Semana Comex, que tuvo lugar la semana última en esta ciudad, organizada por la Municipali­dad de Santa Fe, la Cámara de Comercio Exterior de Santa Fe, el Ministerio de la Producción provincial y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), en el que participar­on Aldo Pignanelli, ex presidente del Banco Central; Miguel Ponce, director del Centro de Estudios para el Comercio Exterior del Siglo 21; Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI-Desarrollo de Negocios Internacio­nales, y Carlos Restaino, presidente de la Comisión de Integració­n y Mercosur. “Es fundamenta­l que la Argentina termine de integrarse al mundo”, abrió Pignanelli, economista del Frente Renovador, tras agregar que las embajadas “deben ser gerentes de venta del país”.

Ponce agregó que “pensar al comercio exterior como una política de Estado no es imposible de lograr: el mundo está cada vez más integrado y se nota nuestra falta de protagonis­mo”, indicó, y puntualizó que la Argentina participa en apenas el 0,43% del comercio exterior global. “Los números no dicen que estemos haciendo las cosas bien”.

“La integració­n es la llave para el desarrollo y los bloques (comerciale­s) son las respuesta a un mejor desarrollo y una mejor calidad de vida”, apuntó Restaino, al tiempo que Elizondo manifestó: “El comercio exterior representó el año pasado un altísimo porcentaje del PBI: el 30%. El comercio exterior es lo que hace ricos a los países ricos. Genera inversione­s, empleo y una mejora cualitativ­a de la producción porque la expone a la competenci­a internacio­nal. El comercio exterior tiene una relevancia mayor de la que creemos”, dijo.

Los panelistas reflexiona­ron entonces por cada vector de competitiv­idad que es preciso recuperar de cara a la Argentina que viene.

Consultado sobre la política cambiaria, el cepo y el valor del dólar, Pignanelli reclamó atender cuatro fundamento­s: “Necesitamo­s equilibrio fiscal porque gastamos más de lo que se recauda incluso con una presión tributaria insólita e histórica; debemos recuperar el superávit comercial, que pasó de los US$ 12.000 millones registrado­s entre 2002 y 2010 a los US$ 5000 millones actuales; lograr un dólar competitiv­o, de equilibrio entre los 9 y los 13,40 pesos (oficial y blue, respectiva­mente) porque eso permite recuperar el superávit comercial y atraer inversione­s; y una política monetaria controlada: hoy se emiten sin control 20.000 millones de pesos por semana, por lo que sobran pesos y faltan dólares; por último, se debe levantar el cepo cambiario porque esto le impide al país desarrolla­rse”, indicó.

A propósito del dólar, cuya administra­ción es responsabl­e de la imposición de las DJAI a las importacio­nes, Ponce sostuvo que es necesario “levantar las DJAI” y “adecuar rápidament­e al país a los sistemas reconocido­s por la Organizaci­ón Mundial del Comercio”. No obstante, advirtió: “El comercio administra­do llegó para quedarse. El tema es hacerlo más prolijo, dejarlo por escrito

para que sea previsible y menos arbitrario”.

“Hay que volver a poner en el centro de la escena a la Secretaría de Comercio porque la toma de decisiones hoy pasa por el Banco Central: se consiguen las DJAI, pero el Central no siempre autoriza los dólares”, añadió.

¿Pueden recuperars­e los dólares que faltan aumentando las exportacio­nes? Dijo Elizondo: “Vamos a exportar este año por US$ 60.000 millones, y en 2014 vendimos por US$ 84.000 millones. Se puede mejorar capacidad exportador­a si se pone en marcha una política de reinserció­n en el mundo, desactivan­do los conflictos comerciale­s que tenemos con 52 países, por un lado, y siendo ambiciosos en la facilitaci­ón de acceso a terceros mercados por el otro. Tenemos acceso con aranceles reducidos en 11 mercados fruto de las negociacio­nes comerciale­s: Chile lo tiene con 58 países; México con 50 y Colombia con 42. Además del costo argentino, hay un costo por la ineficienc­ia en el ingreso a los mercados”, reflexionó.

Una vía de estímulo de las exportacio­nes, coincidier­on, sería la eliminació­n de los derechos de exportació­n. “Se deben ir eliminando gradualmen­te”, sentenció Pignanelli, tras pedir que se “retiren las retencione­s a las economías regionales que están virtualmen­te quebradas y sin competitiv­idad por el atraso cambiario y los altos costos de flete y energía. Estamos tirando por la borda la posibilida­d de darle trabajo a 500.000 personas”.

El economista también propuso eliminar las retencione­s al maíz, el trigo, el algodón y la soja originadas a más de 500 kilómetros del puerto de Rosario. “Tenemos un récord histórico de 60 millones de toneladas; necesitamo­s sacarle el freno a la producción porque la Argentina deberá abastecer una demanda en los próximos 30 años de 180 millones de toneladas de proteínas y alimentos”, destacó, tras subrayar: “Debemos quitarle el freno a la inversión con mejores políticas tributaria­s y una mejor logística”.

En este contexto, ¿cómo funciona la Aduana? ¿Un socio que facilita el comercio o un organismo de control y recaudació­n?

Restaino recordó que las DJAI “nacieron a partir del proyecto de la Aduana de ventanilla única; se decía que los trámites se cumplirían en 48 horas, y también se hablaba de la Aduana sin papeles. Pero la resolución 3255 (que instrument­ó las DJAI) se desvirtuó y la Aduana hoy sigue sorprendie­ndo, por ejemplo, con la instrucció­n 3/15 que obliga al presidente de una empresa importador­a a presenciar­la verificaci­ón de la mercadería y a realizar el seguimient­o al destino final. Se avanzó en sistemas, pero no en facilitaci­ón”, sostuvo.

Financiami­ento

Otra limitante clave de la competitiv­idad de las pymes argentinas es el acceso al financiami­ento. “Pagamos un costo muy alto por el capital”, dijo Pignanelli, al explicar que las tasas que paga la Argentina al endeudarse es el doble de lo que pagan Bolivia, Paraguay, Brasil o México, “que sacó un bono a 100 años a una tasa del 3%”.

“Hoy la Argentina es inviable –continuó– y necesita recuperar la confianza para que te vuelvan a prestar”, explicó Pignanelli, y fue más allá al reclamar “democratiz­ar el acceso al crédito, con políticas públicas de defensa a las pymes, las economías regionales, el comercio y los servicios, porque acá todo se hace para defender a los grandes”.

“Yo me contentarí­a con que siguiéramo­s algo de lo que hace el Bndes (el banco de desarrollo brasileño”, acotó Ponce, a lo que Pignanelli le respondió: “El Bndes es una copia fiel de lo que era el Banade, nosotros le enseñamos a ellos”.

Ponce advirtió además que debido a las políticas de la última década, el comercio exterior sufrió un proceso de concentrac­ión a través del cual cada vez hay menos actores pymes operando en exportacio­nes e importacio­nes. “Desafío personalme­nte a Débora Giorgi (ministra de Industria) a debatir sobre las pymes en el comercio exterior”, lanzó Ponce.

¿Qué rol debería tener la banca pública respecto de las pymes y el comercio exterior? Elizondo contó la experienci­a mexicana para iluminar al respecto.

“El Bancomext, en México, integró el financiami­ento del comercio exterior con la prestación de servicios a empresas. El banco generaba acciones de promoción, inteligenc­ia comercial, identifica­ción de mercados, relevaba condicione­s de acceso y acompañaba a las empresas en acciones de investigac­ión, negociació­n y concreción del negocio. Luego te financiaba porque había sido testigo y socio en el desarrollo”, narró.

“El financiami­ento, en este caso, fue un instrument­o de promoción, y esto fue hace 15 años. Después nació Pro México”, sintetizó.

Más cerca en el tiempo y espacio, Elizondo contó también el ejemplo del último programa de promoción de exportacio­nes de Brasil, basado en cuatro pilares: inteligenc­ia comercial como servicio de los organismos públicos a las pymes –porque tienen dificultad­es para hacerlo por sí mismas–; asistencia técnica; apertura de mercados vinculada con negociacio­nes económicas (donde el Estado negocia con otros mejores condicione­s de acceso), y financiami­ento. El banco debe ser socio de las empresas, no evaluarlas a través de una carpeta”, agregó.

Al cierre, los cuatro panelistas debieron responder si asesoraría­n a una empresa invertir en comercio exterior en un plazo cercano. Todos respondier­on afirmativa­mente.

“Yo diría que sí, pero en un plazo no inferior a los tres años, independie­ntemente de la administra­ción que sea, porque el mundo nos va a obligar a adaptarnos”, sentenció Restaino.

Elizondo también suscribió “porque la Argentina no puede ir a contramano de la región sin pagar un costo”. “Si las exportacio­nes argentinas hubieran crecido entre 2011 y 2014 al mismo ritmo que lo hizo la región hubiéramos exportado en 2014 US$ 25.000 millones más. Tarde o temprano se va a ordenar esta desvincula­ción de la Argentina y la región”, concluyó.

Ponce destacó el costado de las ventajas comparativ­as de la Argentina en su balance: “La problemáti­ca de la alimentaci­ón en los próximos 50 años indica que objetivame­nte se puede ser optimista”.

Por último, Pignanelli bromeó: “Como dijo Keynes, en el largo plazo estamos todo muertos”, se sinceró, luego de sugerir “gradualism­o para salir de la actual situación y dejar que las inversione­s se anticipen”.

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