LA NACION

El poeta Andrés Cepeda fue un oscuro personaje

Sólo Carlos Gardel reconoció y cantó las obras de “El divinio poeta de la prisión”

- Pablo Emilio Palermo

Dijo Hernández con razón, / en acriollado lenguaje: / ‘ Es al ñudo que lo fajen / al que nace barrigón’. / Soy de la mesma opinión, / porque alcanzo a comprender, / que jamás ha de poder / el que escuela no ha tenido, / compararse al hombre estruido / en la fuente del saber”.

Estos versos dan inicio a la cifra “Yo sé hacer”, llevada al disco por Carlos Gardel en 1912, y son debidos a la inspiració­n de un oscuro poeta llamado Andrés Cepeda, del que poco se sabe y del que casi todo es leyenda.

Nacido en Brandsen en 1869, y muerto en Buenos Aires en 1910, Cepeda fue conocido como “El divino poeta de la prisión”, por su larga permanenci­a en los calabozos ( quizá haya estado en la Penitencia­ría Nacional), a que lo llevaron sus numerosos delitos.

Hay quienes aseguran que fue un joven culto, al que malas compañías hicieron abandonar los estudios. Cepeda, alias Andrés Romero, Manuel González o Cantos Tristes, fue un poeta sensible. Para algunos, su verdadero apellido era Lagos, o Mármol. Sus andanzas comenzaron en 1894, cuando fue detenido por portación de armas. Siguieron riñas, robos, etc. El fin de Cepeda fue violento. Ocurrió en cierta plazoleta del Paseo Colón. Se trenzó con uno de sus acompañant­es luego de haber dejado el café La Loba Chica ( México al 100), y recibió una puñalada mortal. Se dijo que su matador fue un coruñés.

Gardel grabó varias de sus composicio­nes. Dice el Primer Diccionari­o Gardeliano ( Corregidor, 1985): “Su condición de trovero definitiva­mente campesino eclipsa toda otra considerac­ión”. Lo confirman los estilos “Me dejaste”, “A mi madre” y “La mariposa” y la ya comentada cifra “Yo sé hacer”, en la que su protagonis­ta es un diestro hombre de campo capaz de bolear avestruces, carnear reses, capar potrillos, quitarle las mañas a un mancarrón, trillar y hacer lazos.

El Zorzal Criollo también registró de Cepeda el vals “El almohadón”, el estilo “Amargura”, el vals “En vano”, en vano ( a dúo con José Razzano) y la milonga “Un bailongo”. “La mariposa” fue un clásico en la voz de Carlitos: “Entre sus broches la aurora / tiene mil encantos presos, encanto tienen los besos / de la mujer que se adora. / La guitarra cuando llora / también tiene sus ternezas, / la noche tiene grandezas / que en sus crespones estampa, / dulzura tiene la pampa, / yo sólo tengo tristezas”.

El estudioso Héctor Benedetti escribió: “Para el cantante fue trascenden­tal haber descubiert­o la obra de Cepeda: cinco de las composicio­nes de 1912 llevan letra suya, aunque ninguna esté acreditada”. El asunto payadoril está en esa musa carcelaria; el abandono, la traición, la desdicha. En la primera décima de “Me dejaste”, se advierte la buena versificac­ión: “Aunque el poncho del olvido / sobre mi lomo has echado, / los recuerdos del pasado / deben haberte seguido, / y como abrojo prendido / a cola de mancarrón / han de ir en tu corazón / siempre dándote un pinchazo, / mientras mi nombre de paso / cruza tu imaginació­n”.

También ha perdurado su célebre “Sobre el pingo del amor”: “Sobre el pingo del amor / quise jinetear un día, / porque me creí que sería / mansito y escarceado­r”.

Bajo el título Las glorias de Andrés Cepeda, el payador rosarino Francisco N. Bianco recopiló en 1939 la obra de este mítico poeta.

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Andrés Cepeda
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