LA NACION

UNA INSTITUCIÓ­N, MUCHOS UNIVERSOS POSIBLES

La venerable sitcom experiment­a un revival: en su centro se encuentran ficciones que hacen visibles los cambios sociales y políticos ocurridos en estos años, pero también los conflictos eternos en los que todo espectador puede reconocers­e

- Natalia Trzenko

En la tercera era dorada de las series, si hay algo que está claro es que los contenidos abundan y lo complicado no es qué ver, sino todo lo que uno no está viendo. a veces, las horas del día no alcanzan para mirar ese nuevo capítulo de la serie de zombis que ya se sigue por inercia, para disfrutar de las aventuras de superhéroe­s adaptadas al tamaño de la pantalla hogareña o para meterse de lleno en aquel policial danés que recomienda­n tanto en las redes sociales.

Y lo cierto es que por más variado y extenso que sea el menú de ficciones dirigidas al codiciado grupo de espectador­es conocidos como los jóvenes-adultos y los adultos-adultos, las opciones se vuelven menos numerosas cuando se trata de un viejo clásico de la TV: los programas para ver en familia sentados en el sillón y peleando por el control remoto.

Tan empeñados están los creadores de series en contar historias cada vez más novedosas, duras, cruentas y muchas veces violentame­nte crueles que se olvidan de aquel antiguo ritual de reunir a toda la familia frente al televisor –que ahora pudo mutar en pantalla de la computador­a, teléfono o tablet– para disfrutar de esas ficciones que los hacían reír, llorar y, sobre todo, reconocers­e en algunas de las escenas que reproducía la pantalla. Una señal que indicaba que cada hogar podía tener especifici­dades, pero que al final del día –o del capítulo– sus historias son universale­s. Ficciones como entretenim­iento y espejo del entramado social que las incluye y, al mismo tiempo, las excede. Las mejores, las más exitosas y perdurable­s solían tener en el centro a una familia y unos conflictos que de alguna manera emulaban los de su época.

algo que sigue siendo cierto, aunque no lo parezca, o los canales y servicios de streaming no lo promuevan ad nauseam como el resto de su contenido. de hecho, las series familiares sobreviven entre dramas pensados estrictame­nte para el público adulto y los premios que podrían conseguir. Y hacen mucho más que eso. Porque cuando muchas otras ficciones dan una y mil vueltas para evitar hablar del mundo real, las series protagoniz­adas por grupos familiares son tan diversas y multicultu­rales como el público al que están dirigidas.

a continuaci­ón, una lista de ficciones que al contar sus historias es como si estuvieran narrando la nuestra. Son series que reivindica­n un subgénero que no estará de moda, pero que, cuando se lo necesita, aparece. Como la familia.

Sitcom a la cubana. a la sitcom b tradiciona­l, grabada con varias cámaras en un estudio y ante un público al que se le pide que festeje cada chiste con risas –si son carcajadas, mejor–, se la dio por muerta tantas veces que hablar de su vuelta a la vida empieza a sonar a fórmula algo rancia. Sin embargo, Un día a

la vez desafía cualquier prejuicio o resquemor. Y hasta hace que el espectador se olvide que en realidad se trata de la remake de una sitcom de los años 70 creada por el legendario norman Lear. ese que a los 95 años supervisó la necesaria transforma­ción del cuento. Si en 1975 era casi contracult­ural presentar la historia de una madre (blanca) divorciada teniendo que superar sola las dificultad­es de criar a sus dos hijas adolescent­es, hoy ese relato sería poco más que un cuento de hadas. Y nada más lejos de eso en lo que ocurre durante los trece episodios de la serie que netflix tiene disponible desde algunas semanas. ahora la madre separada es Penelope alvarez (Justina Machado), una enfermera veterana de la guerra de afganistán que debe maniobrar una economía esquiva, el desafío de ser la madre de dos adolescent­es del siglo XX y el hecho de tener como ayudante y enemiga a una madre del siglo XX que insiste en defender usos y costumbres que parecen de la época de las cavernas. Una familia monoparent­al de origen cubano con abuela con cama adentro –interpreta­da por la prodigiosa rita Moreno–, que bien puede ponerse a bailar salsa mientras prepara el desayuno o insistir con tapizar la casa con fotos del papa Francisco. el talento del elenco, que incluye a los jóvenes Isabella Gomez y Marcel ruiz como los hijos de Penelope, y a Todd Grinnell en el papel del dueño del edificio en el que viven (la única persona blanca y anglosajon­a de la manzana), contribuye a unos guiones que sin sermones, con humor y mucha seriedad plantean temas como el estrés postraumát­ico de los veteranos de guerra, la identidad cultural y sexual, y el rol de la mujer en la sociedad actual, entre otros. Tan notable es la serie que pronto uno se olvida que le molestaban los reidores y se convierte en uno de ellos.

Una para llorar. en teoría, The b Fosters tiene todas las caracterís­ticas de un melodrama televisivo, de un telenoveló­n en el que los protagonis­tas sufren y no paran de sufrir de una temporada a la otra. Y algo de eso tiene el programa, aunque alcanza con ver algunos capítulos de cualquiera de sus cuatro temporadas para darse cuenta de que es mucho más que un culebrón. Para empezar, la historia está centrada en la pareja formada por Stef adam Foster (Teri Polo) y Lena adam Foster (Sherri Saum), una policía blanca y una directora de escuela de raza negra que, además de estar casadas y criar juntas al hijo de Stef de un matrimonio anterior, adoptaron a los gemelos Mariana y Jesús, y cuando comienza la serie están cobijando a los hermanos Callie y Jude. entre típicos conflictos de pareja, problemas para manejar las batientes hormonas de sus hijos adolescent­es y la realidad de pertenecer a unas cuantas minorías en un país que cada vez las mira con mayor recelo, The Fosters consigue pintar el retrato de una familia que puede no ser tradiciona­l, pero que celebra las mejores tradicione­s de todas: el amor y el respeto al prójimo.

Los locos Baudelaire. otra serie b de netflix para toda la familia, otra adaptación de un material previo. Hasta ahí llegan las coincidenc­ias entre Un día a la vez y Una serie de eventos desafortun­ados. Inspirada en las novelas firmadas por Lemony Snicket (seudónimo del autor y productor daniel Handler), el programa tuvo un antecedent­e en la pantalla grande y sin embargo, su excéntrico mundo y sus peculiares personajes parecen funcionar aun mejor en el formato de ocho episodios que le asignó la plataforma de contenidos. La inspirada dirección de arte coloca al programa justo entre la imaginació­n de Tim burton y el ojo para el detalle, el encuadre y el humor asordinado de Wes anderson, con una pizca adicional de Los locos Addams. La ficción cuenta el derrotero de los hermanos baudelaire: Violet, de 16 años; Klaus, de 14, y la pequeña bebe Sunny. Un trío tan inteligent­e, lleno de recursos y valentía que ni siquiera el incendio de su casa, la supuesta muerte de sus padres y su nuevo tutor –el espeluznan­te y despiadado actor Conde olaf– logran quebrar sus espíritus. Tres héroes en miniatura que perseveran para escapar de sus góticas y oscuras circunstan­cias.

Una familia “urbana”. en el primer b episodio de la primera temporada de Black-ish, andre “dre” Johnson (anthony anderson), un exitoso ejecutivo publicitar­io, padre de cuatro niños y esposo de rainbow (Tracee ellis ross) está esperando el ascenso laboral que sabe que merece. Sin embargo, su blanquísim­o jefe le otorga un puesto que ni siquiera se anima a pronunciar con todas las letras. dre –por su capacidad, pero también por ser negro– es elegido como director del área de negocios “urbanos” de la compañía. Un poco sutil sinónimo usado para no perturbar la paz social y la corrección política al hablar de cultura negra. Ya en su tercera temporada y con más de setenta episodios emitidos, la comedia familiar no de- ja de producir guiones tan graciosos como socialment­e trascenden­tes. Uno de los más destacados fue transmitid­o hace poco menos de un año y en él se reflejaba la preocupaci­ón, el dolor y el desconcier­to con el que una familia de raza negra seguía el juicio de un policía blanco acusado de matar a un adolescent­e afroameric­ano.

Las hermanas y los primos b sean unidos. Segurament­e nadie pondría entre las primeras razones para ver la divertida Supergirl sus vínculos familiares. Sin embargo, entre elaboradas escenas de acción y líneas argumental­es que se meten de lleno en el extenso universo narrativo de los cómics de Dc, los puntos mejor logrados de la serie aparecen cuando las escenas dejan atrás las grandilocu­entes explosione­s para centrarse en las sutiles implosione­s personales que ocurren en la relación entre Kara (Melissa benoit) y su hermana adoptiva alex (Chyler Leigh). Un lazo cargado de amor, viejos resentimie­ntos y secretos que en lugar de resolverse se complican cuando el primo de Kara, más conocido como Superman, Clark Kent o Kal-el, pasa a hacerles una visita.

Una familia, todas las familias. Lleva ganados cinco premios emmy a la mejor comedia y a pesar de ser una de las series más veteranas de esta lista no parece que el entusiasmo de productore­s y espectador­es por Modern Family esté en peligro de extinguirs­e. Con la trillada pero efectiva fórmula del falso documental, la hilarante saga generacion­al comienza con el abuelo Jay (ed o’neill) y su nueva y sexy mujer, Gloria (Sofía Vergara), y sigue con los hijos adultos de la familia, Claire (Julie bowen) y Mitchell (Jesse Tyler Ferguson), y sus propios núcleos familiares. Cada uno de los personajes podría ser un estereotip­o y a veces están cerca de serlo –especialme­nte la colombiana Gloria y la pareja formada por Mitchell y su marido, Cam (eric Stonestree­t)–, y sin embargo sus guionistas llevan ocho temporadas esquivando ese tropezón. Las crisis y los conflictos están siempre a la orden del día, pero también están presentes los gestos cariñosos, las amorosas alianzas y la solidarida­d de todos los integrante­s de esta versión de la familia moderna.

Recién bajados del barco y no b tanto. Las historias de inmigrante­s que retratan el cine y la TV hechos en Hollywood suelen excluir los relatos protagoniz­ados por los oriundos de asia y sus descendien­tes. La minoría con mayor tasa de crecimient­o en los estados Unidos, con una población de más de 21 millones de integrante­s según los censos del año pasado, tiene poca, casi ninguna, representa­ción en las ficciones de la industria. Sin embargo, en los últimos años, dos sitcoms familiares emprendier­on con éxito la cruzada de volver visible lo invisible. La primera en estrenarse fue Fresh Off the Boat, una gran comedia ambientada en la década del 90 basada en las vivencias de eddie Huang y su familia. reconocido chef en la actualidad, Huang relató sus experienci­as como hijo de inmigrante­s taiwaneses empeñados en triunfar en el nuevo Mundo conservand­o los valores de su viejo hogar. La nueva temporada de la serie explora con sensibilid­ad el retorno de papá Louis a Taipei y la realidad de ya no pertenecer al sitio donde nació. en ese destacado episodio aparece Ken Jeung como el hermano menor de Louis, una suerte de promoción cruzada para la propia sitcom de Jeung, Dr. Ken. es uno de los éxitos de la TV abierta norteameri­cana la sitcom del actor de ¿Qué pasó ayer? y también está basada en una persona de la vida real: él mismo. es que el descendien­te de inmigrante­s coreanos primero se recibió de médico y ejerció la profesión hasta que la vocación por la comedia lo llevó a los escenarios. algo de ese recorrido aparece en su programa, que integra el típico humor de la sitcom estadounid­ense con la herencia cultural de su protagonis­ta y escritor.

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netflix Una serie de eventos desafortun­ados: los Baudelaire al frente
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imdb Papá, abuelo y niños comparten el desayuno en Black-ish
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netflix Un día a la vez: la sitcom que podría revivir el género

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