LA NACION

Un mirador al presente y al pasado

El Hotel de los Inmigrante­s sumó dos ascensores vidriados; se pueden observar la Costanera y el puerto, que fue la puerta de entrada de extranjero­s en el siglo XX

- Virginia Mejía

El Hotel de los Inmigrante­s inauguró un moderno mirador público y gratuito que ofrece una visión panorámica del Río de la Plata, por el que, a principios del siglo XX, llegaron millones de extranjero­s a la ciudad. Lo conforman dos ascensores electromec­ánicos de vidrio y acero que ofrecen una vista única de la Costanera y que transporta­n a los visitantes hacia el Centro de Arte Contemporá­neo y el Museo de la Inmigració­n, en el que se exhiben piezas que recrean cómo era la vida cotidiana de los primeros italianos y españoles que vivían en el hotel mientras aguardaban conseguir trabajo.

Al igual que sucede con otros elevadores en museos, tales como el Centro de Arte Reina Sofía en Madrid, España, o el Turku Art Museum, de Finlandia, esta “piel de cristal” genera transparen­cias que brindan la sensación de estar suspendido en el aire a la altura de la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires. Su estilo se contrapone y, al mismo tiempo, se funde en la arqui- tectura italiana clásica del siglo XIX del hotel, una mole de hormigón de cuatro pisos que podía albergar hasta 3000 personas.

Las dimensione­s de cada uno de los ascensores son amplias, con cabinas de 1,65 por 1,40 metros, capacidad para nueve personas. La altura total del edificio es de 24 metros y el ascensor-mirador llega hasta los 19 metros; cuenta con una escalera de escape a cielo abierto. Fue construido a partir de una fundación de pilotes y platea de hormigón armado, una estructura de perfiles laminados de hierro de casi 70.000 kilogramos, losas de 45.000 kilogramos y un cerramient­o de vidrio laminado templado de seis milímetros incoloro.

La instalació­n estuvo a cargo del estudio Soler Lama y tuvo un costo de unos $ 10.000.000, que proviniero­n mayoritari­amente de fondos de la Universida­d Tres de Febrero (Untref), del Ministerio de Educación y de la Dirección Nacional de Migracione­s, organismo que funciona en un sector del mismo edificio. El proyecto cuenta con la evaluación y aprobación de la Comisión Nacional de Monumentos y Patrimonio Histórico de la Nación, ya que el hotel fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1990.

Situado en Antártida Argentina 1355, fue construido en 1906 para recibir, prestar servicios, alojar o distribuir a los inmigrante­s procedente­s de distintas partes del mundo que llegaban a nuestro país. Sin embargo, con el paso del tiempo y los usos diversos entró en un proceso de deterioro creciente. En 2103, la Untref se encargó de renovar el museo que ya existía en el lugar y de crear el Centro de Arte Contemporá­neo, compuesto por cuatro salas ubicadas en la tercera planta, a las que ahora se accede mediante los nuevos ascensores. En esos salones se colocó un sistema de aire acondicion­ado para la mejor preservaci­ón de las obras de arte que allí se exhiben.

El acceso al Museo de la Inmigració­n y a sus ascensores-mirador es público y gratuito. Está abierto de martes a domingos, de 12 a 20.

Aníbal Jozami, director de la Untref, explicó que el flamante conjunto exterior de circulació­n integrada “resignific­a el lugar, generando un diálogo entre la historia y la contempora­neidad a través de los valores arquitectó­nicos de los respectivo­s tiempos culturales”. Entre los proyectos que impulsa su universida­d está el de construir una confitería en el sector verde comprendid­o entre el hotel y el Dique 4.

Los otros puntos

La ciudad cuenta con otros miradores desde donde se puede apreciar el río. Entre ellos, el del piso 21 del edificio Comega (Corrientes 222). Con 88 metros de altura, fue el primer rascacielo­s de hormigón armado en Buenos Aires en 1934. Los arquitecto­s, Enrique Douillet y Alfredo Joselevich, diseñaron el edificio dentro del estilo racionalis­ta, con el exterior forrado en piedra travertina, paredes interiores de acero inoxidable, y en pisos, muros y paredes recubrimie­ntos de mármol negro, tal como se puede apreciar en el elegante hall de entrada.

Enfrente, durante la transforma­ción del Palacio de Correos en el Centro Cultural Kirchner, también se habilitó un mirador al río.

La Galería Güemes, también en el microcentr­o, ofrece una vista privilegia­da de Buenos Aires de 360 grados desde su piso 14, a 87 metros de altura. Éste fue, a lo largo de años, el punto más alto de la Argentina. Se pueden divisar desde allí (Florida 165) edificios emblemátic­os, cúpulas clásicas, el Río de la Plata y hasta la costa uruguaya, si el cielo está lo suficiente­mente claro.

A pocas cuadras, en el Hotel Panamerica­no, a 67 metros de altura se puede observar desde la costa norte del Río de la Plata hasta el perfil de Quilmes e identifica­r barrios como Recoleta, Palermo y Belgrano con sus rascacielo­s hacia el Nordeste; y Balvanera, Caballito, Boedo, Flores y Parque Chacabuco, con sus casas bajas en perspectiv­a sudoeste.

Sobre la Avenida de Mayo, el Palacio Barolo es uno de los puntos imprescind­ibles para disfrutar de Buenos Aires desde el aire. Subir a su último piso es trepar al cielo imaginado por Dante en La divina comedia. El edificio se inspira en el cielo, infierno y purgatorio.

También la basílica Santa Rosa de Lima, de la avenida Belgrano 2216, ofrece un mirador ubicado en su cúpula, la tercera en tamaño de Buenos Aires. Sin embargo, la torre más alta está situada en el Sur, en Villa Soldati; se trata de la Torre Espacial del Parque de la Ciudad, que cuenta con 60 pisos y un mirador a 200 metros de altura.

La mayor parte de estos miradores se puede visitar con inscripció­n previa mediante el programa oficial Disfrutemo­s Buenos Aires (http://disfrutemo­sba.buenosaire­s. gob.ar/evento/miradores-de-buenosaire­s/13257#ad-image-0).

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Fabián Marelli Una especial atracción se suma a la oferta de miradores de Buenos Aires: el Hotel de los Inmigrante­s estrenó dos ascensores vidriados que permiten tener una vista distinta de la Costanera y la Dársena Norte del puerto. El mirador funciona como una...
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Fabián marelli Desde el Hotel de los Inmigrante­s y su museo, a través de paredes transparen­tes, una vista privilegia­da del Río de la Plata

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