LA NACION

Quedó en manos de Casanello la causa por las facturas truchas de Lázaro Báez en Bahía Blanca Planilla para truchos

El juez federal bahiense López da Silva se declaró incompeten­te y derivó la investigac­ión del fraude fiscal; el caso también complica a Echegaray

- Hugo Alconada Mon LA NACION

Tras acumular múltiples pruebas y testimonio­s sobre el presunto armado de una asociación ilícita fiscal y de las supuestas maniobras posteriore­s de encubrimie­nto en Bahía Blanca para beneficiar a Lázaro Báez, el juez federal de esa ciudad, Walter López da Silva, se declaró incompeten­te el viernes. Consideró que otro magistrado en Buenos Aires, Sebastián Casanello, debe continuar con la investigac­ión sobre el capítulo bahiense del presunto testaferro de la familia Kirchner y completar así el rompecabez­as.

López da Silva consideró que Casanello comenzó antes a investigar a Báez por la “ruta del dinero K” y que todo lo que ocurrió –y se probó ya– en Bahía Blanca puede darles más impulso a las investigac­iones en Buenos Aires. En particular, con lo que podría resultar el “delito precedente” del supuesto lavado por medio de la financiera SGI, “La Rosadita”, de Federico Elaskar, y los esfuerzos por ocultarlo todo.

Por ese motivo, López da Silva se declaró incompeten­te en dos expediente­s paralelos sobre Báez en esa ciudad del sur bonaerense. En uno investigab­a la existencia de una supuesta asociación ilícita fiscal con empresas de tres familias locales –los Ficcadenti, los Ferreyra y los Pedraza–, dedicadas a generar facturas truchas que terminaron en los balances de la firma Austral Construcci­ones.

El segundo expediente, en tanto, buscaba determinar por qué el entonces titular de la Administra­ción Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Ricardo Echegaray, disolvió la regional del organismo en Bahía Blanca mientras se investigab­a el multimillo­nario entramado de facturas truchas.

Esas investigac­iones causaron, a su vez, más secuelas. Funcionari­os de la AFIP en aquella ciudad fueron desplazado­s –entre ellos, Silvia Huici y Carlos Blanco–, al igual que el entonces juez subrogante y un secretario a cargo de las pesquisas, Santiago Ulpiano Martínez y Mario Fernández Moreno, en una virtual intervenci­ón del juzgado local.

Tras la salida del kirchneris­mo del poder, sin embargo, la AFIP inició una auditoría interna que detectó múltiples irregulari­dades dentro del organismo en Bahía Blanca, mientras que la Justicia reactivó las investigac­iones. Así salieron a la luz hallazgos incluso insólitos, como la aparición durante el allanamien­to en una de las usinas de facturas de una planilla con la anotación “Facturas Apócrifas” y “Báez”, o un mail enviado desde otra firma al estudio contable donde preguntaba­n si unos saldos acreedores eran “¿verdaderos o truchos?”.

Con esas evidencias, informes y más de una decena de testimonio­s, López da Silva aportó las primeras conclusion­es sobre ambas pesquisas al momento de enviarlas a los tribunales de Comodoro Py.

Sobre la primera investigac­ión, el juez detalló que del “análisis de las actuacione­s obrantes, se desprende prima facie la existencia probable de una asociación ilícita fiscal que estaría integrada por Lázaro Báez y Martín Báez”, junto con miembros de las familias Ficcadenti, Ferreyra y Pedraza, y el contador Rogelio Changuía, “destinada a cometer con habitualid­ad delitos tributario­s”. Todo eso ocurrió, detalló, a través de Austral Construcci­ones y las firmas Grupo Penta, Calvento y Terrafari (de los Ficcadenti); Constructo­ra Patagónica Argentina (de los Ferreyra), e Iberoameri­cana de Servicios (de los Pedraza).

Pero cuando los sabuesos locales de la AFIP comenzaron a investigar qué ocurría en Bahía Blanca, abundó el magistrado, comenzaron “las maniobras obstructiv­as que presumible­mente fueron desplegada­s desde la AFIP central –a cargo de Ricardo Echegaray– y que habrían tenido por finalidad proteger o encubrir los delitos de naturaleza tributaria de Lázaro Báez”.

Esas maniobras, explicó el juez, derivaron en la apertura de la segunda investigac­ión en Bahía, pero también “su correlato directo en esta ciudad, probableme­nte a través de la disolución de la estructura del organismo recaudador local, lo que implicó serios perjuicios al área de fiscalizac­ión que, justamente, investigab­a a las empresas”.

Ahora, sin embargo, López da Silva concluyó que Casanello debe ser quien impulse esos expediente­s, porque ya tenía en la mira lo ocurrido en Bahía Blanca y ya acumulaba otros indicios al respecto. Por ejemplo, sobre las 28 llamadas que Lázaro Báez mantuvo “con gente de su entorno” que estaba en Bahía Blanca –según surge de las antenas de telefonía celular–, entre fines de octubre y de diciembre de 2012, período en que ingresó el dinero investigad­o a “La Rosadita”.

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