Transparencia
No seamos mezquinos, agradezcámosles el esfuerzo. Practicantes devotos de la buena fe, hombres de comprobada rectitud, se han esmerado para dar prueba de sus mejores intenciones. El señor Armando Pérez, al frente de la AFA, lo ha dicho con elocuencia al concluir la reunión en que tres empresas pujaron por obtener los derechos de televisación del fútbol argentino. “Hemos sido todo lo transparentes que hemos podido ser”, dijo. Se sabe que el lenguaje es traicionero: en las palabras se asoma el inconsciente, tantas veces parecido a la verdad. La foto que ilustra la portada de este ejemplar muestra al señor Armando Pérez, poco dado a las severidades del protocolo, echando el contenido de uno de esos sobres como quien arroja papas. Lo secundan Hugo Moyano, Marcelo Tinelli y otros dirigentes que manejan fortunas (incluso las propias) con una visión singular de las matemáticas: dos más dos –lo supimos en el recuento de votos de las elecciones– pueden no ser siempre cuatro. No seamos tan rígidos. La honestidad sin límites del “normalizador” –la sonrisa impune, una sinceridad que apesta– lo pone a resguardo junto a sus socios. Confiemos en esa transparencia: han podido esto, apenas, falaces y siniestros. Incorregibles.