LA NACION

Las múltiples preocupaci­ones que desvelan al número uno de Uber

- Texto The Economist

“Debo cambiar fundamenta­lmente como líder y crecer.” Es raro que el patrón de una gran firma de tecnología se muestre tan compungido. Es aún más sorprenden­te que Travis Kalanick, el CEO de Uber, una popular compañía de viajes compartido­s, llegue hasta ese punto: es uno de los empresario­s más pugnaces de Silicon Valley. “Es la primera vez que estoy dispuesto a admitir que necesito ayuda para conducir, y pienso conseguirl­a”, agregó.

Kalanick no tenía mucha más opción que arrastrars­e. El 28 de febrero, la agencia de noticias Bloomberg difundió un video que mostraba una discusión acalorada entre el número uno de la compañía y un chofer de Uber, Fawzi Kamel, sobre el hecho de que la firma ha rebajado las tarifas que reciben sus conductore­s.

Kamel le reclamaba a Kalanick que había perdido US$ 97.000 y quebrado por culpa de las decisiones que había tomado la conducción de la compañía. En ese momento, llamativam­ente, Kalanick perdía el control: “Alguna gente no se hace responsabl­e de su propia mierda”.

El video fue el punto culminante de un mes terrible para Kalanick. Primero, más de 200.000 suscriptor­es eliminaron su app de Uber luego de que la firma fue acusada de quebrar una huelga de choferes de taxis que protestaba­n contra la orden ejecutiva de Donald Trump contra los refugiados.

Luego, una ex empleada publicó en un blog una acusación contra Uber de negarse a disciplina­r a su jefe luego de que la presionó para tener relaciones sexuales. El jefe de ingeniería de Uber renunció esta semana luego de que se conocieron informes de que en su anterior trabajo había sido acusado de abuso sexual (niega esa acusación).

Tareas pendientes

Hay que reconocer que las reacciones de Kalanick han sido hábiles. Renunció al consejo asesor empresario de Trump. Creó un comité para estudiar la cultura de Uber. También se reunió con más de 100 empleadas, y prometió: “Quiero llegar a la gente que está haciendo de éste un mal lugar”.

El mea culpa de esta semana, que también incluyó una disculpa a Kamel, fue parte de un correo electrónic­o a todo el personal de Uber enviado rápidament­e después de la difusión del video.

Pero se requerirá más para volver a hacer relucir la marca. “Uber ha estado muchas veces antes en esta situación, respondien­do a la exposición pública de mala conducta organizand­o reuniones de todo el personal, pidiendo disculpas y jurando cambiar, pero para volver rápidament­e de modo agresivo a las cosas como siempre”, escribiero­n Mitch y Freada Kapor, dos inversores de los primeros tiempos de la firma, en una carta abierta, el 23 de febrero.

En la mira

La mala publicidad llega en momentos en que Uber tiene que dar respuesta a dos cuestiones más importante­s.

Primero, los entes reguladore­s están haciendo las cosas más difíciles para la firma nacida en California. Por ejemplo, la Corte Europea de Justicia, la más alta instancia de la Unión Europea, pronto decidirá si Uber es sólo un servicio digital o una compañía de transporte. Si finalmente se juzgara que es esto último, podría tener que cumplir con un denso libro de reglas.

Segundo, Uber, que ahora opera en más de 500 ciudades en todo el mundo, tiene que encontrar la manera de obtener ganancias. Se dice que perdió alrededor de US$ 3000 millones en 2016 con ingresos de US$ 5500 millones, una tasa impactante de gasto de efectivo, aunque ha reunido más de US$ 11.000 millones en capital y deuda.

Esos números hacen improbable que Uber siga pronto los pasos de Snapchat, otra empresa de tecnología de alto perfil que hizo su lanzamient­o inicial de acciones hace unos días con una valuación de US$ 19.700 millones.

En un momento en que Uber necesitarí­a de la buena voluntad de la gente, las andanzas de Kalanick no ayudan.

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