LA NACION

Holanda le pone freno al avance del populismo

El xenófobo Wilders quedó lejos de las expectativ­as previas

- Martín rodríguez Yebra ENVIADO ESPECIAL

AMSTERDAM.– El tren del populismo nacionalis­ta se frenó anoche en Holanda. Al cierre de un escrutinio extenuante, el ultraderec­hista xenófobo Geert Wilders asumió una sonora derrota y peleaba el segundo lugar, con el 12% de los votos, después de haber liderado las encuestas durante casi toda la campaña.

La reacción de los holandeses, que salieron a votar masivament­e, desató una corriente de alivio en los países vecinos, donde causaba pánico el posible éxito de un fanático contra el islam que ansía acabar con la Unión Europea (UE).

El primer ministro holandés, Mark Rutte, liberal de centrodere­cha (VVD), ganó con una holgura inesperada. Según datos preliminar­es, lograba el 20,5% de los votos y 31 diputados. Aun así, perdió diez bancas y lo espera una delicada negociació­n con sus adversario­s para garantizar­se el cargo. Se necesita el acuerdo de 76 de los 150 diputados para nombrar un gobierno.

En el camino de Rutte al triunfo resultó clave, según los sondeos, el manejo que hizo de la crisis diplomátic­a con Turquía desatada el fin de semana pasado por su decisión de impedir el ingreso a Holanda de dos ministros del presidente Recep Tayyip Erdogan, entre ellos el canciller Mevlut Cavusoglu.

“Ésta es una noche en que los holandeses, después del Brexit y de Donald Trump, hemos dicho: «¡Basta del populismo equivocado!»”, clamó el ganador, a las 23.15 (hora local), en su búnker de La Haya. Acababa de colgar la comunicaci­ón con la canciller alemana, Angela Merkel, eufórica con el resultado.

Nada será fácil después de los festejos. El sistema político holandés estalló en pedazos en estas elecciones en las que la cuestión de la identidad nacional y la inmigració­n musulmana tiñó la agenda. Seis partidos terminaron separados por apenas nueve puntos. Se requerirá una coalición por lo menos a cuatro bandas.

Wilders quedó lejos de Rutte (cosechaba 19 bancas, cuatro más de las que tenía). Con casi los mismos votos que él se ubicaban Sybrand Buma, de la democracia cristiana (CDA), y Alexander Pechtold, de los liberales progresist­as (D66), ambos con 19 diputados.

Las urnas resaltaron dos fenómenos, uno positivo y otro catastrófi­co. La Izquierda Verde trepó del 2% en 2012 al 10% (16 bancas). Su líder, Jesse Klaver, de 30 años, se aseguró un papel relevante en el futuro del país. Ganó nada menos que en Amsterdam, el mayor municipio del país. En cambio, los laboristas –socios hasta ahora de Rutte en el gobierno– se hundieron en una proporción histórica: quedaron séptimos, con el 7% de los votos, y perdieron 29 de sus 38 diputados.

La izquierda radical del Partido Socialista se mantuvo en su 9% de sufragios (14 bancas).

Las negociacio­nes para saber cómo será la próxima administra­ción en la quinta economía de la eurozona pueden tomar meses, pero la atención mundial estaba puesta en qué pasaría con Wilders.

Ilusionado con una “primavera patriótica” –en la que incluía el Brexit y el éxito de Trump en Estados Unidos–, el candidato xenófobo se proponía dar otro sacudón al edificio europeo y al orden liberal en el mundo.

Aunque sus opciones de liderar el gobierno eran ínfimas –ninguno de sus rivales quería pactar con Wilders–, de haber salido primero habría quedado en posición de mover a su antojo la política del país. Y hubiera fogoneado el desafío antisistem­a en la antesala de las cruciales elecciones en Francia, donde da pelea su aliada Marine Le Pen, del Frente Nacional (FN).

Recuento

El escrutinio de ayer fue parsimonio­so. Se hizo de forma manual para prevenir ataques informátic­os de Rusia. Una encuesta en boca de urna de Ipsos, publicada a las 21 (hora local), marcó el clima de la noche, muy favorable al actual jefe de gobierno holandés.

Cuando Rutte salió a celebrar su triunfo aún no se habían cargado los resultados oficiales. Pero el único adversario que no lo había felicitado en público era Wilders.

“Rutte no se ha librado todavía de mí”, escribió en su cuenta de Twitter a las 22 (hora local). Luego, en la madrugada, Wilders dio la cara para aceptar el resultado.

Para frenar al ultraderec­hista Partido de la Libertad (PVV) resultó decisiva la gigantesca movilizaci­ón electoral de los holandeses: fue a votar el 82%, la participac­ión más alta en 31 años.

Hubo colas en todos los centros de votación, que se instalan en lugares insólitos: bares, teatros, supermerca­dos, hoteles, botes, molinos de viento. Los ciudadanos debían marcar el nombre de su elegido en una papeleta tamaño sábana en la que figuran los nombres de los casi mil candidatos inscriptos. Así no hay urna que aguante: sorprendía ver a Wilders o a Rutte depositand­o el voto en un artefacto plástico idéntico a los tachos de basura de la vía pública.

Se presentaba­n 28 partidos, 13 de los cuales conseguían representa­ción. Entre los nuevos que ganaron bancas resalta DENK, formado por holandeses de origen turco que apelan al voto musulmán.

A Rutte le toca ahora maniobrar para diseñar el próximo gobierno. La opción lógica sería intentarlo con la CDA y D66. Pero le faltarían apoyos. Por derecha quedan los cristianos ortodoxos (CU), con seis bancas. Por izquierda, los laboristas y los Verdes también podrían participar si se buscara una variante más progresist­a.

Vienen meses de una orfebrería política a la que los holandeses están acostumbra­dos. Los líderes de Europa seguirán el proceso de lejos, con la extrañeza habitual por las extravagan­cias políticas de esta nación. Lo que les importaba era otra cosa: por una vez en mucho tiempo, irse a dormir en paz.

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Yves herman/reuters En La Haya, Rutte festejó ayer la victoria de los liberales conservado­res

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