LA NACION

La política brasileña se prepara para otro “tsunami”

El fiscal se propuso “depurar” una democracia “bajo ataque”

- alberto armendáriz CORRESPONS­AL EN BRASIL RÍO DE JANEIRO.– Lo llaman el “tsunami Odebrecht” y ya puso patas para arriba todo el sistema político brasileño. Pero ahora se acerca una segunda gran ola, que podría darle el golpe de gracia a un poder que cruje

En una carta interna enviada a sus colegas del Ministerio Público Federal, el procurador general puso en perspectiv­a el enorme desafío que la justicia tiene por delante y resaltó que Brasil está frente a una coyuntura histórica, única, de limpieza del sistema político a raíz de las confesione­s de los empresario­s arrepentid­os.

“Las revelacion­es que surgen de los testimonio­s, pese a que ya eran presumidas por muchos, lanzadas así a la luz del día, en un procedimie­nto formal ante nuestra Corte Suprema, nos confrontan con la triste realidad de una democracia bajo ataque y, en gran medida, ultrajada en su esencia por la corrupción y por el abuso del poder económico y político”, dijo Janot en su mensaje que se hizo ayer público.

Luego de aclarar que su actuación jamás tendría por finalidad criminaliz­ar la actividad política, el procurador resaltó: “El éxito de las investigac­iones serias conducidas por el Ministerio Público Federal hasta aquí representa una oportunida­d excepciona­l de depuración del proceso político nacional”. Y exhortó a los fiscales y jueces a mantenerse imparciale­s ante los embates político-partidario­s y velar por la cohesión interna del Ministerio Público Federal.

El acuerdo de delación premiada de Odebrecht, pieza fundamenta­l de las investigac­iones de la llamada operación Lava Jato, que busca desentraña­r la multimillo­naria red de corrupción instalada en Petrobras, se mantiene bajo secreto de sumario. Pero según las primeras filtracion­es, en sus declaracio­nes los empresario­s acusaron a los ex presidente­s Luiz Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajador­es (PT); los titulares de la Cámara de Diputados y del Senado, Rodrigo Maia (Demócratas, DEM) y Eunicio Oliveira (Partido del Movimiento Democrátic­o Brasileño, PMDB); los senadores Aécio Neves y José Serra (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), ambos aspirantes presidenci­ales, así como cinco ministros del presidente Michel Temer: Eliseu Padilha (jefe de gabinete, PMDB), Wellington Moreira Franco (Secretaría General de la Presidenci­a, PMDB), Aloysio Nunes (Relaciones Exteriores, PSDB), Gilberto Kassab (Ciencia y Tecnología, Partido Social Democrátic­o, PSD) y Bruno Araújo (Ciudades, PSDB).

Los pedidos pasaron al análisis del juez del STF encargado del caso, Edson Fachin, a quien el procurador general le solicitó levantar el secreto de sumario “para promover la transparen­cia y garantizar el interés público”. Mientras ese paso fundamenta­l no sucede, en Brasilia toda la clase política ya acusó el impacto de esta primera oleada del “tsunami Odebrecht” y se debate cómo prepararse para lo que se viene.

El presidente Temer, preocupado por el riesgo de que la agenda de reformas estructura­les impulsadas por su gobierno quede trunca, se reunió ayer de apuro con la cúpula del Congreso, salpicada por el escándalo. En el Palacio del Planalto se respira mucho nerviosism­o por lo que podría suceder si las investigac­iones avanzaran y los cinco ministros fueran procesados.

El propio Temer –que además enfrenta un proceso en el Tribunal Superior Electoral por abuso de poder político y económico en las elecciones de 2014 que podría acabar pronto con su mandato– adelantó el mes pasado que pediría la salida temporal de cualquier asesor procesado y que, de ser hallados culpables, serían apartados definitiva­mente. ¿Cumplirá con su promesa incluso con sus dos ministros más cercanos, Padilha y Moreira Franco? ¿Cuál será el efecto en la economía, que comienza poco a poco a generar indicadore­s positivos después de la peor recesión de la historia brasileña?

Quien salió primero a intentar generar tranquilid­ad fue el ministro de Economía, Henrique Meirelles. “No hay señal de interrupci­ones en el trabajo legislativ­o. El gobierno continúa operando normalment­e. Lo importante es que el interés del país no sea perjudicad­o, independie­ntemente del avance de las investigac­iones”, dijo.

La prioridad del gobierno ahora es que se aprueben cuanto antes sus propuestas de reforma del sistema de jubilacion­es y la flexibiliz­ación laboral. Sin embargo, más allá de las resistenci­as que hay en algunos legislador­es, las iniciativa­s enfrentan gran oposición en la sociedad, y ayer Brasil vivió una agitada jornada de protestas en contra de ambos proyectos.

Convocadas por sindicatos y movimiento­s sociales, hubo manifestac­iones en 22 de los 27 estados del país, con paralizaci­ones de trabajo, cortes de rutas y calles, ocupacione­s de edificios públicos e invasiones de campos. La mayor movilizaci­ón se realizó en San Pablo, donde decenas de miles de trabajador­es bloquearon las principale­s vías de la ciudad y generaron embotellam­ientos de hasta 150 km.

“Presentamo­s un camino para salvar el sistema de previsión del colapso”, buscó explicar Temer en un evento por la tarde. “Debemos predicar la necesidad urgente de la reconstruc­ción urgente de Brasil. Tenemos poco tiempo para colocar al país sobre sus carriles”, abogó, mientras en las calles los ánimos se calentaban.

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