LA NACION

Händel alardea y marca diferencia­s

- Pablo Kohan

mucho antes de que las leyes protegiera­n los derechos de autor, la toma de obras ajenas para la reelaborac­ión de creaciones propias era una técnica habitual y aceptada, lejos de cualquier idea de plagio o, mucho peor, de hurto. más aún, esas prácticas tenían títulos que las definían. Por ejemplo, en el siglo XvI, en el campo de la música eclesiásti­ca, se estableció, dominante, la técnica de la parodia que consistía en trabajar sobre una obra polifónica anterior. La Misa Noe Noe, de Jacob arcadelt, por ejemplo, está basada en el motete homónimo de Jean mouton. en el Barroco, la práctica de la re- formulació­n de obras preexisten­tes se expandió más aún y devino en la técnica del pasticcio, que implicaba la confección de una obra muy amplia que era construida sobre numerosas fuentes previas. Para la composició­n de su majestuosa Misa en si menor, Bach apeló a numerosas obras instrument­ales y vocales propias que, reformulad­as, adquiriero­n nueva identidad. Con todo, el maestro más consumado en el arte de recurrir a material ajeno fue Händel. en 1739, apremiado por urgencias ocasionale­s, Händel escribió su maravillos­o oratorio Israel en Egipto en dos o tres semanas, según las distintas bibliograf­ías, y, en el proceso creativo, echó mano de obras propias, pero también de otras de urio, erba, stradella, rameau y Kerll. Pero, en serse, Händel apeló a un aria preexisten­te de Giovanni Bononcini, que, además, era un rival directo en la producción de óperas italianas en Londres. según Paul Henry Lang, en su libro George Frideric Händel, de 1976, le preguntaro­n a Händel por qué había utilizado material compuesto por Bononcini, un enemigo casi personal. alardeando, Händel marcó diferencia­s: “esa música es demasiado buena para él. Bononcini no supo qué hacer con ella”.

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