LA NACION

Mercosur-UE Una negociació­n que parece no tener fin

A lo largo de 17 años de conversaci­ones, los tiempos e intereses contrapues­tos lograron ganarle a los espasmódic­os empujes políticos; el papel de china y estados unidos y los planes de cada lado del océano.

- Textos Alejandro Vicchi | Ilustració­n Alejandro Álvarez

E l primer acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea se aprobó en diciembre de 1995, apenas unos días después de que Mauricio Macri ganó por primera vez la elección que lo convirtió en presidente de Boca Juniors; Susana Malcorra hacía carrera como ejecutiva de Telecom. Difícilmen­te el actual presidente y su canciller hayan prestado atención a ese primer acuerdo y aún menos probable es que imaginaran que 20 años después ellos deberían tomar la posta en la relación interregio­nal, ejerciendo la presidenci­a pro témpore del Mercosur.

El Consejo Europeo aprobó aquel acuerdo en la misma reunión en la que bautizó euro a la futura moneda común del bloque. Se trataba de un convenio marco general, que abría espacios para iniciar tratativas sobre cooperació­n y promoción del intercambi­o en varias temáticas, incluyendo el comercio de bienes y servicios.

En las primeras conversaci­ones comerciale­s, en 2000, se puso como objetivo un tratado de libre comercio (TLC) y hubo 13 reuniones hasta que, en 2004, el proceso quedó congelado. En 2010 fue relanzado, y desde entonces hubo otras 10 rondas de negociació­n, pero “las ofertas no han cambiado mucho”, señala Eduardo Bianchi, secretario de Industria entre 2009 y 2012.

“Ha sido caracteriz­ado como el acuerdo preferenci­al más imposible del mundo”, dice Roberto Bouzas, director de la Maestría en Política y Economía Internacio­nales y rector de la Universida­d de San Andrés.

A simple vista, hay una razón clara: “Ambos agrupamien­tos tienen altos niveles de protección precisamen­te en aquellos sectores en los que la otra parte es muy competitiv­a. La teoría económica enseña que un acuerdo entre socios de este tipo traería grandes ganancias de eficiencia. Pero también que los sectores más protegidos sufrirían el impacto de manera directa”, dice Bouzas.

Al mismo tiempo, “dentro de cada bloque hay intereses contrapues­tos; en el Mercosur no es lo mismo el interés defensivo de la Argentina y Brasil, que tienen estructura industrial importante, que el de Paraguay y Uruguay”, dice Bianchi, investigad­or de la Escuela Argentina de Negocios.

Reglas

Las economías más chicas suelen ser más partidaria­s del libre comercio, y en este caso se cumple la regla: “Siempre tuvieron más interés en abrir sus mercados a Europa para competir con las importacio­nes que normalment­e hacen de la Argentina y Brasil”, dice Diana Tussie, directora de la Maestría en Relaciones Internacio­nales de la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales (Flacso).

“Dentro de la UE hay países como Francia, que defienden a rajatabla el sector agrícola, y otros que no tienen problema con eso”, explica Bianchi. “El Mercosur está unido en una estrategia ofensiva en el sector agrícola, que para la UE es muy sensible: a pesar de la Ronda Uruguay, sigue siendo muy relevante la protección en frontera y ayudas a productos agroindust­riales. Pero por otro lado la UE tiene una estrategia ofensiva sobre varios sectores industrial­es que en la Argentina y Brasil estarían complicado­s si hay apertura, no solamente pymes. Brasil incluso puso objeciones en servicios y propiedad intelectua­l”.

“Para ambos lados, en muchos sectores, las dosis de ajuste que deberán llevarse a cabo como resultado de la concreción de un acuerdo pueden ser dolorosas”, analiza Tussie. “Tanto las ganancias como las pérdidas se concentran en diferentes sectores. Esto implica un muy espinoso cambio distributi­vo tanto intersecto­rial como interregio­nal, con fuerte impacto sobre el empleo en el mediano plazo a medida que el acuerdo logrado se implementa.”

“¿Es posible resolver políticame­nte esta ecuación? Las evidencias no son positivas”, juzga Bouzas.

Si es así, ¿de dónde surge la idea de buscar un acuerdo? Diana Tussie y Félix Peña coinciden en que el interés original de los europeos era lograr acceso libre al mercado sudamerica­no antes que Estados Unidos. “La UE se mostró entusiasta de un acuerdo con el Mercosur a mediados de los 90, cuando estaba sacando provecho de las privatizac­iones y no quería sufrir competenci­a con Estados Unidos”, dice Tussie. Cuando se frustra la negociació­n del ALCA, la UE habría perdido motivación o como mínimo caben dudas respecto del interés de las partes”, cuestiona Peña, director del Instituto de Comercio Internacio­nal de la Fundación ICBC.

“De nuestro lado, el impactante crecimient­o de la demanda china de alimentos, minerales y energía fue reduciendo la preeminenc­ia del mercado europeo, así como la necesidad de dominar la maquinaria de subsidios agrícolas europeos”, agrega Tussie.

Pero siendo así, ¿por qué el tema sigue sobre la mesa? “Después de 2008, la gran crisis forzó a la UE a buscar nuevos mercados”, explica la economista de Flacso. “Hubo cambios en el escenario internacio­nal, así como rotaciones electorale­s naturales en todos los países; hoy todos los gobiernos marchan más interesado­s en abrir mercados en Europa.”

“Algunos países suben o bajan el pulgar según la coyuntura –dice Bianchi–, pero los problemas de fondo subsisten”, acota.

La película podría llamarse “La historia sin fin” o “Misión imposible”, pero en cualquier caso aún no está claro si sus protagonis­tas alcanzarán el resultado deseado.

“Que haya diferencia­s de intereses y perspectiv­as entre países del Mercosur no es necesariam­ente obstáculo para avanzar”, aclara Peña. En su opinión, el principal reto se encuentra dentro de nuestro blo- que: “Sobre lo que sí cabe reflexiona­r es sobre si existe en el Mercosur una metodologí­a de trabajo conjunto para avanzar en negociacio­nes con la UE u otros países, a pesar de las diferencia­s que puedan tener sus países miembros. Muchas veces ellas son superiores entre los países miembros de la UE, pero el hecho de que quien negocia es la Comisión Europea facilita la concertaci­ón de intereses nacionales divergente­s”.

¿Ocurre lo mismo en el Mercosur? Bouzas es escéptico por motivos similares.

“El Mercosur está completame­nte estancado en su agenda interna, y si bien algunos creen que un acuerdo preferenci­al con la UE podría dinamizarl­a, esto es más una expresión de deseos que una opinión fundada. La UE, por su parte, tiene una agenda que desborda de problemas mucho más apremiante­s que las negociacio­nes con el Mercosur y sus consecuenc­ias políticas internas ”, responde.

“En este contexto, la situación parece dejarnos con tres escenarios posibles: una continuaci­ón del statu quo, un acuerdo poco profundo que salve la cara o un milagro”, concluye Bouzas.

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AlejAndro álvArez
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