LA NACION

Seamos justos: Trump no es el único culpable

Si bien es cierto que su política restrictiv­a no ayuda, desde la crisis de 2008 el comercio mundial pierde participac­ión en el PBI global

- Ricardo Rozemberg El autor es investigad­or del Centro de Ideas-Unsam

Si durante décadas el comercio mundial crecía a una tasa que duplicaba –o triplicaba– a la del PBI global, a lo largo de los últimos años este proceso parece haber alterado su tendencia.

En efecto, en el último quinquenio y por diferentes motivos, el intercambi­o crece a un ritmo menor o igual que el de la economía en su conjunto.

De hecho, desde 2008 las exportacio­nes mundiales vienen perdiendo participac­ión en el PBI global. Actualment­e el comercio no parece ser un driver de relevancia del crecimient­o económico, ni en países desarrolla­dos ni en economías emergentes.

En palabras de The Economist, la economía mundial podría encontrars­e ante un límite máximo del intercambi­o global, luego de pasar de representa­r el 25% del PBI al 60% del mismo entre 1960 y 2013.

Esto ha llevado a que numerosos analistas y organismos internacio­nales pusieran el foco en este cambio de dinámica, alertando sobre la existencia de factores coyuntural­es y otros de tipo estructura­l, que estarían explicando este menor ritmo de crecimient­o del comercio.

Dentro de los factores circunstan­ciales, se ha enfatizado la lenta recuperaci­ón de las economías luego de la crisis; en particular, el bajo crecimient­o relativo de las economías de la eurozona, muy abiertas al comercio internacio­nal.

Las importacio­nes de los países europeos desde extra –e incluso de intrazona– han sido en 2014 7,5 por ciento inferio- res a las registrada­s en 2008.

En igual sentido, podrían estar operando algunas trabas u obstáculos sectoriale­s al comercio.

Luego de la crisis un número no menor de países adoptó medidas proteccion­istas transitori­as que restringie­ron de algún modo el dinamismo del comercio (barreras que no siempre terminaron desapareci­endo).

Al respecto, se estima que los países del G20 adoptaron 1244 me- didas restrictiv­as desde octubre de 2008 hasta fines de 2015.

Dentro de los factores estructura­les, se sostiene que el período de auge del comercio (mediados de los ‘80 a mediados de los 2000) estuvo caracteriz­ado por fuertes procesos de apertura comercial en buena parte de los países del mundo, avances tecnológic­os que redujeron los costos de logística y transporte, y –fundamenta­lmente– la inserción de china, los países de la ex Unión Soviética y de Europa del Este en general en la economía mundial.

Todo eso facilitó el desarrollo de cadenas globales de valor global, resultando en procesos de fragmentac­ión productiva de las manufactur­as en diferentes países y el crecimient­o del comercio de bienes y servicios.

En esta visión, el alto dinamismo del intercambi­o fue un síntoma “transicion­al”, que ahora se está moderando por la ya plena incorporac­ión de china y Europa del Este al comercio y la economía mundial.

Por tanto, la debilidad del comercio mundial y la menor integració­n de las cadenas globales de valor vienen desde antes del Brexit o la asunción del presidente Trump. De hecho, el FMI en 2015 ya establecía que buena parte (aproximada­mente la mitad) de la caída del comercio se debía al acortamien­to de las cadenas globales de valor en la medida en que países como china –e incluso también Estados Unidos– habían tendido a concentrar internamen­te una mayor porción de la producción de componente­s y partes en los últimos años (y por tanto bajando importacio­nes).

Esta suma de factores puede explicar por qué en el mundo las importacio­nes crecen menos que antes cuando las economías recuperan dinamismo (“cae la elasticida­d importacio­nes-producto”).

Por ello, diferentes economista­s y estudiosos en la materia afirman que, aun cuando los fenómenos coyuntural­es se reviertan, los estructura­les seguirán primando.

En ese contexto, la elasticida­d puede volver a aumentar pero no regresar a los valores precrisis. Para ello se basan en que esta elasticida­d observa una tendencia decrecient­e aún en forma previa a la crisis (desde mediados de la primera década de los 2000), fenómeno que sugiere la existencia de otros factores que explican el escaso dinamismo del comercio, más allá de los –claramente importante­s– efectos macroeconó­micos de corto plazo.

En definitiva, es posible pensar que una vez que se atenúen los efectos coyuntural­es derivados de la crisis financiera iniciada en 2008, el comercio mundial retome un dinamismo superior al de la economía en su conjunto. Pero muy probableme­nte, con menor fuerza que la observada en décadas pasadas, dados los efectos “transitori­os” derivados de la reinserció­n de china y los países del Este de Europa a la economía mundial.

Queda por verse, cómo el cambio de la estrategia china y el acortamien­to de las cadenas de valor, terminan por delinear o no una cambio más profundo en las corrientes de producción y comercio, y su impacto sobre América latina.

Dado este escenario, claramente la asunción del presidente Trump y su anunciada política comercial restrictiv­a no parecen señales favorables para la globalizac­ión y el comercio internacio­nal.

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NICHOLAS KAMM / AFP Trump, adelante con su política comercial restrictiv­a

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