LA NACION

El FBI hunde más a Trump en la trama con Rusia

ee.uu. El jefe de la agencia confirmó que se está investigan­do si hubo injerencia del Kremlin

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WASHINGTON (De nuestra correspons­al).– Lo que hasta ahora eran versiones periodísti­cas tuvo ayer una confirmaci­ón oficial: el FBI está investigan­do si hubo “complicida­d” entre el equipo de campaña del ahora presidente Donald Trump y Rusia para debilitar a la candidata demócrata Hillary Clinton.

Así lo confirmó ayer el jefe de la agencia, James Comey, que declaró durante cinco horas ante el Congreso. Además, el jefe del FBI confirmó que no hay evidencias de que Barack Obama haya ordenado espiar a Trump, como había afirmado el presidente.

Silvia Pisani CORRESPONS­AL EN EE.uu. WASHINGTON.– En una jornada inédita, tanto el FBI como la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) descolocar­on expresione­s del presidente Donald Trump y minaron su credibilid­ad.

Por un lado, dijeron que no hay evidencia para sus acusacione­s contra el ex presidente Barack Obama de haber ordenado el espionaje de sus oficinas. Por el otro, confirmaro­n que investigan a miembros de su campaña por posibles lazos opacos y “complicida­d” con el gobierno ruso, si bien admitieron que no hay, aún, delito probado.

Que esos supuestos lazos eran materia de investigac­ión era algo que aquí se sabía. Pero es la primera vez que alcanza tal nivel de confirmaci­ón. Esto es, de la cabeza misma del FBI. Lo que pone más en evidencia al presidente es que, apenas horas antes de esa confirmaci­ón, Trump sostuvo que todo era “un invento de los demócratas” para desprestig­iarlo y que no había nada de cierto. Lo ocurrido ayer son cosas que no se ven todos los días.

Durante cinco horas, James Comey, director del FBI, y el almirante Mike Rogers, de la NSA, contestaro­n preguntas de legislador­es demócratas y republican­os sobre el escándalo que viene dando que hablar desde hace ya semanas. Pero no sólo hicieron esas dos revelacion­es sobre la falta de sustento para acusar a Obama y sobre la investigac­ión de vínculos oscuros con Moscú.

También, en un tercer giro, ratificaro­n la existencia de “esfuerzos” del gobierno ruso por intervenir cibernétic­amente en el proceso electoral para complicar a la demócrata Hillary Clinton y favorecer el triunfo de Trump. “Tenemos constancia de que, por lo menos, intentaron interferir en el registro de votantes”, detalló Comey.

Nunca, hasta ahora, había habido tal nivel de confirmaci­ón para la nube de sospecha que pende sobre la campaña de Trump y sobre algunos de sus dichos ya como presidente.

Entre ellos, y muy especialme­nte, los cuatro mensajes por Twitter con los que acusó públicamen­te a Obama de haber “intervenid­o” los teléfonos de su torre en Nueva York para espiarlo durante la campaña.

“Lo que hizo es asqueroso”, dijo en esos mensajes, al referirse a su predecesor, cuya conducta comparó con la del escándalo Watergate, tal como se conoce la maniobra que costó la presidenci­a al republican­o Richard Nixon.

Pero casi al mismo tiempo en que Comey y Rogers dejaban sin sustento al presidente, la Casa Blanca insistía en su tesis y minimizaba lo ocurrido. “Nada ha cambiado”, arrancó el vocero presidenci­al Sean Spicer. En una tensa conferenci­a de prensa, el funcionari­o no vio razón alguna para que Trump abandone su incendiari­a acusación contra Obama. “Hay más informació­n por procesar… Por ahora no han descubiert­o nada… Hay que esperar a ver qué más viene”, insistió.

Tanto para la Casa Blanca como para el propio Trump –que así se encargó de decirlo–, lo que el FBI debería investigar es “quién es el topo” que está filtrando informació­n clasificad­a a la prensa.

Desde un primer momento, lo que más inquieta al magnate es la informació­n perjudicia­l para su gestión que obtiene lo que define como “la prensa mentirosa”.

Investigac­iones que, básicament­e, han complicado a su equipo de campaña y de gobierno, hasta el extremo de forzar la renuncia de su ex consejero de seguridad, el general Michael Flynn, por haber ocultado contactos con funcionari­os rusos durante la campaña.

“Los demócratas inventaron ese cuento sobre Rusia como excusa por la terrible campaña que realizaron. ¡Gané a lo grande en el colegio electoral y ellos perdieron!”, sostuvo ayer por Twitter,

Fue casi al mismo tiempo en que las revelacion­es sobre la investigac­ión de los supuestos lazos de su campaña con el Kremlin acaparaban la cobertura de los principale­s canales de noticias.

“Lo que de verdad importa es que el Congreso, el FBI y otros deberían investigar cómo informació­n confidenci­al está siendo filtrada. ¡Hay que encontrar ahora mismo al autor de las filtracion­es!”, insistió.

El presidente está convencido de que el principal problema no son las desmentida­s sobre sus afirmacion­es, sino la existencia de “topos” que ponen de manifiesto esas falsedades.

La intención de la Casa Blanca por minimizar el impacto del informe conjunto del FBI y de la NSA incluyó nuevas distorsion­es de lo ocurrido.

Por caso, la “devaluació­n” que el vocero Spicer hizo de Paul Manafort. El estratega republican­o fue jefe de campaña de Trump, pero ayer el funcionari­o negó que hubiera sido poco más que “un voluntario de bajo perfil” en el equipo.

Nadie podría tragar semejante caracteriz­ación de quien dirigió la campaña hasta apenas dos meses antes de las elecciones, cuando se vio forzado a renunciar al revelarse, justamente, lazos opacos con el gobierno ruso.

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Ap Comey, ayer, ante los legislador­es en el Congreso

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