LA NACION

Día del síndrome de Down

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Es mucho lo que se ha avanzado en estos años en materia de reconocimi­ento de la diversidad y las diferentes posibilida­des de aquellas personas con alguna disminució­n en su capacidad, o personas con capacidade­s diferentes. Esta cultura del respeto a las diferencia­s sobre la base de la igualdad esencial de todos los seres humanos no sólo implica un acto de justicia, sino que enriquece a toda la sociedad.

El 21 de marzo ha sido elegido Día Mundial de las Personas con Síndrome de Down, como reconocimi­ento y homenaje en todo el mundo a los esfuerzos que realizan quienes han nacido con la diferencia genética que los caracteriz­a. Mucho se ha hecho, mucho falta por hacer y es enorme lo que han demostrado las personas con síndrome de Down sobre sus capacidade­s y voluntad de desarrollo personal.

Los gobiernos en todo el mundo están evoluciona­ndo positivame­nte en torno a los reconocimi­entos y facilidade­s necesarias para allanar el camino a la integració­n.

Por eso, llama la atención que no se responda a la muy justa queja de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (Asdra), que reiteradam­ente reclama que el Servicio Nacional de Rehabilita­ción (SNR) facilite la obtención y renovación del Certificad­o Único de Discapacid­ad (CUD) de las personas que tienen ese síndrome con la sola presentaci­ón de un certificad­o genético. Las autoridade­s sostienen que es necesario que en el diagnóstic­o se indique la etiología, junto con su secuela.

Esa exigencia exhibe un notorio desconocim­iento, un exceso burocrátic­o inadmisibl­e y un sometimien­to a la persona que solicita su certificad­o a la obligación de demostrar lo que es evidente.

La trisomía en el par 21 identifica­da por el doctor Down no se modifica con el tiempo, y es congénita y permanente. Además, el síndrome se diagnostic­a por determinad­as caracterís­ticas físicas en el momento del nacimiento que constituye­n el fenotipo: los ojos, los dedos, la piel de la nuca, la nariz, las líneas de las manos, hipotonía y cardiopatí­a, entre otras.

Esas caracterís­ticas se confirman mediante el estudio genético, que es el genotipo. Ya está definido en toda la bibliograf­ía médica que la persona con síndrome de Down tiene discapacid­ad intelectua­l, que puede ser de leve a moderada. La persona se desarrolla con las caracterís­ticas iniciales y no hay modificaci­ón en su evolución. Por tanto, el estudio genético es más que suficiente para identifica­r la discapacid­ad.

Exigir requisitos innecesari­os a quien padece una disminució­n intelectua­l fácilmente identifica­ble como el síndrome de Down es infligirle burocrátic­amente un agravio injusto y, a la vez, dificultar­le en lugar de facilitarl­e la obtención de un certificad­o que le es necesario para poder acceder a servicios básicos relacionad­os con salud, educación y otros derechos esenciales para el desarrollo y la mejor inserción de estas personas.

Es de esperar que las autoridade­s del SNR revisen sus criterios y faciliten la obtención del certificad­o, haciendo así honor al compromiso del Estado impuesto por la Constituci­ón nacional y los tratados internacio­nales de apoyar en todos sus aspectos a las personas con capacidade­s diferentes.

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