LA NACION

El desplante de EE.UU. a la CIDH, otro síntoma de los problemas que enfrenta el organismo

El gobierno de Trump no envió a ningún representa­nte a la comisión que depende de la OEA; preocupaci­ón de funcionari­os y de las ONG

- Rafael Mathus Ruiz

WASHINGTON.– Las sillas vacías fueron un testimonio. En un desplante de Donald Trump a la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA), Estados Unidos faltó a una audiencia de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) donde se discutió la política migratoria y de protección ambiental de la Casa Blanca.

La audiencia, una de las cinco “de oficio” convocadas este año por la CIDH, estuvo abocada a las medidas más controvert­idas del gobierno de Trump: la construcci­ón de un muro en la frontera con México; la llamada “prohibició­n musulmana” y el veto a los pedidos de asilo de refugiados; la ampliación de las deportacio­nes, y la flexibiliz­ación de los permisos ambientale­s para obras de infraestru­ctura, un tema que tocó la resistenci­a de la tribu sioux Standing Rock a la construcci­ón del oleoducto Dakota Access.

Una mesa fue ocupada por los comisionad­os de la CIDH. Otra, por representa­ntes de organizaci­ones civiles y testigos. La mesa para funcionari­os del “Estado” –ayer, Estados Unidos– quedó vacía. Un vocero del Departamen­to de Estado justificó la ausencia en los litigios que enfrenta el gobierno norteameri­cano en los tribunales por los temas de las audiencias.

“Estados Unidos tiene un gran respeto por el papel desempeñad­o por la CIDH en la salvaguard­ia de los derechos humanos y las libertades fundamenta­les en todo el hemisferio, incluso en Estados Unidos”, dijo el vocero del Departamen­to de Estado, Mark Toner, ante la consulta de la nacion.

“Respetuosa­mente, sin embargo, no es apropiado que Estados Unidos participe en estas audiencias mientras que el litigio en estos asuntos está en curso en los tribunales”, justificó.

Nadie recordaba ayer en la OEA cuándo fue la última vez que Estados Unidos decidió eludir una audiencia, o si, de hecho, había ocurrido alguna vez. Se recordaban, sí, ausencias en años recientes de funcionari­os de Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Colombia, Honduras o la Argentina. Pero no de Estados Unidos.

“Es lamentable que se pierda esta oportunida­d para el diálogo no sólo entre los presentes, sino ante la colectivid­ad que sigue esto”, dijo el comisionad­o Francisco José Eguiguren, quien presidió una de las audiencias.

Jamil Dakwar, director del Programa de Derechos Humanos de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), y uno de los activistas que expuso en una audiencia, dijo a que la ausencia del la nacion gobierno de Trump era un “error histórico” que enviaba un “mensaje peligroso”.

“La ausencia es un nuevo punto bajo”, dijo Dakwar. “La decisión de la administra­ción Trump es una muestra sin precedente de falta de respeto a la comunidad internacio­nal que alienará a los aliados democrátic­os. Negarse a compromete­rse con la Comisión es una política aislacioni­sta que refleja el comportami­ento de regímenes autoritari­os y sólo servirá para envalenton­arlos”, agregó.

El director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, no se mostró sorprendid­o ante por la ausencia la nacion de funcionari­os norteameri­canos porque, dijo, las decisiones tomadas por Trump revelan un “desprecio” no sólo por los estándares de derechos humanos, sino también por los mecanismos de control.

“La ausencia es consistent­e con la arrogancia que ha mostrado hasta ahora la administra­ción del presidente Trump frente a temas como estándares universale­s de derechos humanos, pero también el rol que cumplen organismos internacio­nales, como la Comisión”, afirmó Vivanco. “No me sorprende. Al contrario, me sorprender­ía muchísimo que Estados Unidos hubiera venido”, agregó.

Las organizaci­ones civiles que sí participar­on de la audiencia entregaron un documento a la Comisión en el que solicitaro­n al organismo que urja a la Casa Blanca a rescindir los decretos que endurecier­on la política de deportacio­nes, impusieron la llamada “prohibició­n musulmana” y relajaron las exigencias de protección ambiental para proyectos de infraestru­ctura. Y, en caso de no poder hacerlo, que monitoree su ejecución.

“Los decretos son una tragedia para la comunidad inmigrante. Estamos siendo criminaliz­ados”, afirmó Maru Mora Villalpand­o, una inmigrante indocument­ada, activista, que viajó desde el estado Washington, en la costa oeste, para hablar en la audiencia.

“Los animo a todos ustedes a que utilicen su poder para protegerno­s”, imploró.

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