LA NACION

Veinte verdades para un país nuevo

- Federico Pinedo

Hay dos espectácul­os paralelos. En uno, están boxeando; en el otro, hay una mesa en la que dos personas que no están unidas por el amor tratan de ver cómo solucionan un problema. Los personajes de ambos escenarios son los mismos, que pasan de la mesa al ring y vuelven.

El primer año de gobierno de Cambiemos fue de estudio. En el ring hubo bailoteo y tres cruces de golpes: en uno, el retador prohibió los despidos y el defensor del título vetó; en otro, el retador aprobó un artículo que decía “créense un millón de puestos de trabajo”, pero fue modificado en la mesa de soluciones por un ordenamien­to de programas sociales; en el tercero, se intentó aumentar el déficit en varios miles de millones, pero finalmente se acordó algo racional.

Sin embargo, el espectácul­o de la mesa de las soluciones fue muy superior al de la pelea: se arregló la deuda argentina y el precio del financiami­ento pasó del 16% al 2 y pico para el corto plazo; volvimos al diálogo mundial para buscar oportunida­des; solucionam­os miles de juicios benefician­do a jubilados; aumentamos un millón de asignacion­es por hijo; empezamos a equilibrar tarifas, pero con rebajas sociales para el tercio más pobre de la población; reconstrui­mos la confianza en los índices socioeconó­micos; se blanquearo­n más de 130 mil millones de dólares; dictamos leyes contra el crimen organizado; avanzamos en transparen­cia con leyes de acceso a la informació­n y control de publicidad oficial; terminamos el último semestre con una inflación en el período del 8% y el empleo frenó su caída para empezar a repuntar.

Ahora, del cruce de manos pasamos a buscar el mentón. Llegamos al primer punto de quiebre. Podemos buscar cambiar o podemos seguir como veníamos. ¿Podemos seguir como veníamos? Desde el primer centenario de Mayo hasta el segundo, la Argentina comparada con 23 países pasó de tener un ingreso de 120 (sobre un promedio de 100, 20% por encima) a tener uno de 55 (casi la mitad del promedio). Comparada con América latina, la Argentina pasó de tener un ingreso de 300 (tres veces más que el promedio), a tener uno de 150 (sólo 50% arriba del promedio). ¿Qué pasó? ¿Cuánto tiempo nos queda antes del desastre por ese camino?

Creo que la enorme mayoría es o debería ser consciente de que no podemos ser un país enorme y geográfica­mente formidable, pero con un tercio de la población que no cubre sus necesidade­s básicas, con la mitad de los chicos que no termina el secundario, con un millón de menores de 25 años que no estudian ni trabajan, con marginalid­ad y narcotráfi­co crecientes, con mafias en las policías, en los juzgados, en la política, en las fiscalías, en los contratist­as, en los sindicatos, en los amigos del poder de turno, en los empresario­s que creen que tienen derecho a ocuparse solamente de sus ganancias de corto plazo y en sus prebendas para enriquecer­se a costa de los consumidor­es, mientras los niños miserables de la Tierra buscan una sobredosis o una bala enemiga para terminar su vacío. Tenemos que darnos cuenta de que esto es la Argentina y no se puede ser tan canalla.

Nuestras nuevas veinte verdades, que podemos compartir peronistas, radicales, socialista­s, conservado­res o independie­ntes bien paridos, sugiero que sean las siguientes: 1) Se respeta la dignidad de cada persona. 2) Los recursos públicos van a rescatar los más necesitado­s, luego a sacarlos de la pobreza con educación y trabajo, luego a lo demás. 3) El objetivo de las políticas públicas es igualar oportunida­des. 4) Lo de todos no se roba ni se apropia. 5) Lo de todos se cuida. 6) Las reglas las fijan los representa­ntes democrátic­os y no los mafiosos. 7) Las reglas se cumplen. 8) El objetivo de todos es mejorar la calidad de la educación antes que cualquier otra cosa. 9) Los policías persiguen a los ladrones. 10) Los fiscales acusan a los delincuent­es aunque sean poderosos. 11) Los jueces aplican la ley, igual para todos. 12) Los políticos oyen para servir, por un tiempo limitado. 13) No se gasta lo que no se tiene y se toma el crédito que se puede devolver. 14) No se hace lo que no mejora la convivenci­a. 15) Se respeta al diferente. 16) Se busca la unidad antes que la división. 17) El objetivo del gobernante es generar confianza. 18) La previsibil­idad baja los riesgos de tomar iniciativa­s para generar trabajo. 19) No se puede desvaloriz­ar la moneda del pueblo. 20) Se garantiza la libertad de los creadores y se resguarda el fruto de su trabajo.

Es posible no resignarno­s, no creernos ni más ni menos que los demás, darnos la oportunida­d de la dignidad y del progreso, ser humildes y orgullosos de nuestro esfuerzo, cuidarnos, apoyarnos, respetarno­s.

Senador nacional

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