La emergencia siempre desprecia al juego
Resistir provoca un estallido que no es alegría genuina, es miedo. ¿Mereció ganar la Argentina? No, pero probablemente a casi nadie le importe. Una selección sometida por un estado de emergencia que contaminó aún más su propuesta, la desdibujó hasta despreciar el juego. Ante una situación límite, el principal recurso del conjunto de Bauza fue abrazarse a la trinchera y emboscar a un rival con un sentido colectivo superior. La Argentina descuidó la pelota, el único vehículo válido para definir la identidad. Entonces terminó apretado por la incombustible ambición de Chile, que arrinconó a la selección hasta reducirla a un equipo del montón.
La selección pagó el precio de su indiferencia por los recorridos del balón. Cuando el mundo está superpoblado de volantes, Bauza decidió abandonar esa zona. Entonces alumbró una selección oprimida por los temores. Sola se metió en problemas y eligió los recursos menos jerarquizados para escapar del embrollo. Ni el estilo ni la propuesta son reconocibles desde hace meses. Y anoche todo se diluyó más: los signos que definen un funcionamiento no están claros. No es un equipo amante de la posesión, pero tampoco del contraataque; a veces presiona arriba, y otras espera. Toma la iniciativa o cede la posesión y resiste. Como anoche, que se encomendó a un travesaño salvador o una pifia de Castillo. No es una selección fácil de clasificar. O sí, es desconcertante. Frustrante.
Siempre bajo el mandato de las urgencias. Por eso, cuando en el debut lo expulsaron a Dybala, Bauza ubicó a Alario de 8 para mantener dos líneas de cuatro. Por eso cuando no tuvo a Messi ensayó con Lamela, con Gaitán, con Correa…, sin afirmar un estilo ni sus intérpretes. Por eso desde la desesperación llegó a hacer convivir a Higuain, Pratto y Agüero para intentar evitar la derrota ante Paraguay. Por eso sacó a Enzo Pérez, el mejorcito en el derrumbe con Brasil… para acentuar el derrumbe. Por eso colocó a Banega para darle equilibrio al equipo ante Colombia, cuando su cargo estaba en jaque.
Extrañamente Bauza desobedece a su máximo mandamiento: el equilibrio. Un equipo sin conector, con jugadores desparramados a la espera de un arranque de Messi. Todo demasiado forzado. Siempre con un muro imaginario que partió al equipo y marcó nítidamente cuándo atacó (mal) y cuándo defendió, siempre asfixiado hasta convertir a Mercado en figura. La crisis es de identidad y el contagio intoxica todo lo demás.
La selección trepó en la tabla la noche que se hundió en el juego. Paradójico: alivio y regresión. La Argentina mendiga puntos y los busca de cualquier manera. El estilo de esta selección ha sido adaptarse a las emergencias, moviendo fichas y sistemas. El instinto de supervivencia es el único rasgo reconocible bajo la administración Bauza.