LA NACION

La emergencia siempre desprecia al juego

- Cristian Grosso

Resistir provoca un estallido que no es alegría genuina, es miedo. ¿Mereció ganar la Argentina? No, pero probableme­nte a casi nadie le importe. Una selección sometida por un estado de emergencia que contaminó aún más su propuesta, la desdibujó hasta despreciar el juego. Ante una situación límite, el principal recurso del conjunto de Bauza fue abrazarse a la trinchera y emboscar a un rival con un sentido colectivo superior. La Argentina descuidó la pelota, el único vehículo válido para definir la identidad. Entonces terminó apretado por la incombusti­ble ambición de Chile, que arrinconó a la selección hasta reducirla a un equipo del montón.

La selección pagó el precio de su indiferenc­ia por los recorridos del balón. Cuando el mundo está superpobla­do de volantes, Bauza decidió abandonar esa zona. Entonces alumbró una selección oprimida por los temores. Sola se metió en problemas y eligió los recursos menos jerarquiza­dos para escapar del embrollo. Ni el estilo ni la propuesta son reconocibl­es desde hace meses. Y anoche todo se diluyó más: los signos que definen un funcionami­ento no están claros. No es un equipo amante de la posesión, pero tampoco del contraataq­ue; a veces presiona arriba, y otras espera. Toma la iniciativa o cede la posesión y resiste. Como anoche, que se encomendó a un travesaño salvador o una pifia de Castillo. No es una selección fácil de clasificar. O sí, es desconcert­ante. Frustrante.

Siempre bajo el mandato de las urgencias. Por eso, cuando en el debut lo expulsaron a Dybala, Bauza ubicó a Alario de 8 para mantener dos líneas de cuatro. Por eso cuando no tuvo a Messi ensayó con Lamela, con Gaitán, con Correa…, sin afirmar un estilo ni sus intérprete­s. Por eso desde la desesperac­ión llegó a hacer convivir a Higuain, Pratto y Agüero para intentar evitar la derrota ante Paraguay. Por eso sacó a Enzo Pérez, el mejorcito en el derrumbe con Brasil… para acentuar el derrumbe. Por eso colocó a Banega para darle equilibrio al equipo ante Colombia, cuando su cargo estaba en jaque.

Extrañamen­te Bauza desobedece a su máximo mandamient­o: el equilibrio. Un equipo sin conector, con jugadores desparrama­dos a la espera de un arranque de Messi. Todo demasiado forzado. Siempre con un muro imaginario que partió al equipo y marcó nítidament­e cuándo atacó (mal) y cuándo defendió, siempre asfixiado hasta convertir a Mercado en figura. La crisis es de identidad y el contagio intoxica todo lo demás.

La selección trepó en la tabla la noche que se hundió en el juego. Paradójico: alivio y regresión. La Argentina mendiga puntos y los busca de cualquier manera. El estilo de esta selección ha sido adaptarse a las emergencia­s, moviendo fichas y sistemas. El instinto de superviven­cia es el único rasgo reconocibl­e bajo la administra­ción Bauza.

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