LA NACION

Núñez se abrió otra vez para un público que sólo alentó a Messi

La Argentina volvió al Monumental después de 497 días y la gente se mostró incondicio­nal del Nº 10; Mercado fue el otro reconocido

- Pablo Hacker

El Monumental y la Argentina se dieron la mano después de 497 días. Fue, es y será una relación rara. De amor y... odio no, pero sí de aspereza. Tanto que no sabían bien si extrañarse o mirarse de reojo, con un dejo de despecho. La distancia creció en los últimos tiempos, en aquellos en los que el plantel se refugió en el interior y en los que las fechas depararon escalas de visitante. El punto importante es otro: el selecciona­do celeste y blanco volvió a Núñez y consiguió una victoria decisiva.

Después de la victoria ante Colombia por 3-0, en San Juan, todo indicaba que la Argentina sería local en la Bombonera. Hasta el DT Edgardo Bauza en sus mil y una declaracio­nes había dicho que el plantel quería jugar allí, cerca del Riachuelo. Después fue ambiguo, también se desdijo. Pero la Argentina volvió a la cancha de River para evitar tantos viajes y, al final, le salió bien.

Aquel público “de teatro” se comportó como se preveía. No se vieron demasiados gestos futboleros. Tampoco los cánticos de las barrabrava­s. La familias coparon los escalones. Allí estuvieron las entradas de los sponsors y también las de aquellos que van muy de vez en cuando a las canchas argentinas. Todo valió por ver a Messi, Agüero, Higuaín y Di María. En otros tiempos se ganaron el mote de los cuatro fantástico­s. Y, sí, otra vez, eran ellos.

Las precaucion­es fueron grandes, mucho más en un fútbol argentino en el que prueba con el regreso de los visitantes, al menos en la provincia de Buenos Aires, y la experienci­a sale cada vez peor. Las muestras fueron Banfield vs. Boca, Racing vs. Lanús y Lanús vs. River. En todos hubo destrozos e incidentes. Por eso la caravana chilena que salió desde Puerto Madero y cruzó la ciudad estuvo bien custodiada, más allá de algún incidente puntual. En el Monumental hubo cerca de 7000 chilenos que, hasta bien entrada la noche, se escucharon más que los locales.

El recelo estuvo a flor de piel con actitudes evidentes y silencios respetuoso­s. Todo futbolero que se precie sabe valorar los aplausos cuando se anuncian las formacione­s. El indiscutid­o fue Lionel Messi, a quien le halagaron los oídos. El resto pasó entre la indiferenc­ia y algún reproche muy puntual. Salvo cuando Mercado salió lesionado y se llevó un canto cálido. La noche se intuía larga y no era cuestión de romper relaciones antes de tiempo. Sobre todo cuando se sabía del triunfo de Colombia y de la sexta posición que ocupaba el conjunto dirigido por Bauza. Al final, la Argentina quedó tercera. Aplausos sólo por eso.

Las dos finales de la Copa América que la Argentina perdió por penales acrecentó la rivalidad entre los selecciona­dos. Todos tuvieron algo para decir. Incluso algunos que no jugaron, como la figura del selecciona­do chileno, Arturo Vidal, suspendido. “El clásico ahora en Sudamérica es Argentina-Chile. Tenemos que seguir con este nivel. Nunca ganamos en el Monumental, pero les ganamos dos finales, je...”. No muchos estuvieron de acuerdo con el mediocampi­sta de Bayern Munich.

Los vaivenes del partido marcaron la temperatur­a entre la gente y el equipo. Hubo un indiscutid­o: Messi, siempre aplaudido. El Nº 10 fue quien hizo vibrar a los hinchas en el primer tiempo con su talento y también la gran cantidad de pelotas que recuperó, además del gol que marcó de penal. Cada vez que recibía la pelota sobre el sector derecho de la cancha, los hinchas de la platea Belgrano se ponían de pie para filmarlo con los teléfonos celulares. La selección jugó en el Monumental contra Ecuador y Brasil en estas eliminator­ias, pero sin Messi. El público agotó las entradas mucho antes en esas otras dos ocasiones para verlo a él.

El resto alternó buenas con malas. Incluso los hombres de la casa, dos ex River, como Javier Mascherano y Gonzalo Higuaín. Ellos se repartiero­n aliento y reproches. Los silencios dijeron todo. Sobre todo cuando el selecciona­do dirigido por Juan Antonio Pizzi arreció sobre el área argentina. La incertidum­bre cortó el aire entre los pelotazos que iban y venían.

La mayoría esperó en silencio hasta que se consumiero­n los minutos finales y la incertidum­bre fue abriéndose como un banco de niebla a media mañana. Otra vez sonó el himno, a modo de convencimi­ento propio, casi como negando la realidad de un partido demasiado complicado. “Que de la mano, de Leo Messi...”. Ya había quedado atrás el recibimien­to al estilo europeo. También los cánticos a los chilenos, a los que trataban de traidores.

Fue una forma de reconocer la victoria y, a la vez, de darse cuenta de que no todo será tan fácil camino a Rusia 2018.

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F. marelli el público en la cancha de River mantuvo intacto el romance con messi

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