LA NACION

Los conflictos que se ocultan detrás de Baradel

- Carlos Pagni

La provincia de Buenos Aires sigue siendo el centro de gravedad de la política. Los Kirchner llegaron desde allí. Emergieron de las entrañas del duhaldismo. Mauricio Macri llegó desde allí, impulsado por la inesperada ola que depositó a María Eugenia Vidal en el poder. Y desde allí llega su agenda en estos días. El debate por la educación pública es la primera gran saga con la que se embandera el gobierno de Cambiemos. Vidal vuelve a ser central. Primero puso los votos. Ahora pone la política.

La jugada de la gobernador­a rompió con una lógica determinan­te en el oficialism­o. El manual de Jaime Durán Barba aconseja suscribir los consensos que consignan las encuestas.

Los conflictos deben aceptarse sólo si preexisten en la cabeza del electorado. No hay que desafiar esa frontera. Conviene evitar costos. Vidal se apartó de esa receta. Se arriesgó más allá de la satisfacci­ón de la demanda. Hizo una oferta.

La estrategia no parece desacertad­a. Roberto Baradel, el líder principal de los docentes, se sentó a negociar. Las pretension­es, siempre reservadas, siguen siendo irreconcil­iables. La provincia podría aumentar los salarios un 20%. Y negociar una compensaci­ón por el deterioro de 2016. Baradel estaría dispuesto a ir del 35 a un 28%. Es lo que se conversó hasta el viernes.

Baradel no tiene margen de maniobra. Mientras discute con Vidal, otra mujer amenaza su trono. Romina Del Pla lo enfrentará el 17 de mayo en las elecciones de su gremio, el Suteba. Dirigente del Partido Obrero, Del Pla encabeza el sindicato en La Matanza. Su agrupación conduce también Quilmes, Bahía Blanca, Tigre, Ensenada, Berazategu­i, La Plata y Escobar. Este fenómeno alimenta el sueño de la izquierda: en grandes áreas del conurbano, los chicos se forman con maestros que votan al trotskismo.

En este contexto, Baradel no encuentra rédito en sacarse una foto con Vidal. Tampoco le conviene el enfrentami­ento. Muchos de los trabajador­es a los que él representa son votantes de la gobernador­a. Es otra de las razones por la que exige una inconducen­te paritaria nacional. Prefiere que su duelo sea con Macri. Además, en contraste con las movilizaci­ones a las que convoca, el paro bonaerense se desinfla. Pasó del 70 al 40% de adhesión. En el interior de la provincia se redujo al 13%. En el Gobierno creen que es el efecto de descontar los días de paro. “Gracias a esa decisión inicial, logré que en la ciudad siempre comenzaran las clases”, recuerda siempre Macri. Si se sigue este criterio, la pulseada seguirá hasta fin de mes, al día de cobro. Después podría haber un desacuerdo negociado. Vidal otorgaría un aumento por decreto. Y anunciaría una reforma: extensión de la doble escolarida­d y el bilingüism­o, garantía de un mínimo de días de clase, evaluacion­es periódicas para los docentes, premio al presentism­o.

Sería un error, sin embargo, reducir la disputa sindical de los maestros a un problema salarial. La estrategia de Baradel no puede ser desconecta­da de la confrontac­ión general entre el kirchneris­mo y el Gobierno. El entredicho es ideológico. Quien mejor lo explicó fue Cristina Kirchner en su discurso de despedida, el 9 de diciembre de 2015. Ella sostuvo que la victoria de Cambiemos fue artificial. Se debió a que la ciudadanía votó engañada por las empresas, los “buitres”, los tribunales y los medios. Es una interpreta­ción previsible: en la literatura que se consume en el campo nac&pop no está contemplad­o que un empresario de derecha ocupe la Casa Rosada por la voluntad popular. Para llegar al poder, los “Macri” siempre necesitaro­n del voto calificado, del fraude o de los golpes militares. El documento que publicaron anteayer los organismos de derechos humanos es la expresión más sincera de ese sistema de prejuicios. Así como los Kirchner no fueron herederos de Duhalde sino de la democracia camporista, Macri es heredero de la dictadura. Para aceptar este guión hay que olvidar algunos pormenores. Por ejemplo, que Cambiemos contiene al radicalism­o de Raúl Alfonsín. O que los chicos de La Cámpora se fascinaron, obedientes a su jefa, con el general Milani.

Más allá de estos desperfect­os, el argumento principal fue interpreta­do por la señora de Kirchner cuando se negó a entregar el bastón de mando a su sucesor. Y encarnado por Hebe de Bonafini, la protectora de Milani, el jueves pasado, cuando dijo: “Los pueblos solucionan sus problemas más graves en las calles. Ni con la Justicia ni con los parlamento­s”. A ese mural pertenece este detalle: Baradel llegó a la plaza del 24 de marzo subido al camión de Bonafini. A su lado estaba Aníbal Fernández, cumpliendo con su papel de “morsa” electoral. Y, para entusiasma­r a los oficialist­as que identifica­n protesta con golpe, alguien llevó un helicópter­o de utilería. ¿Puede pedir Vidal más cooperació­n?

Macri es una regresión en el proceso democrátic­o. Las movilizaci­ones urbanas se sostienen sobre ese diagnóstic­o que, como todo axioma, no requiere demostraci­ón. Están llamadas, por lo tanto, a precipitar un colapso al que la administra­ción está condenada por su ilegitimid­ad originaria. Por eso los intendente­s kirchneris­tas, en La Matanza o en Avellaneda, colaboran con el paro. Por eso, varios sindicatos de la CGT adhirieron a la movilizaci­ón que el 30 realizará la CTA, la central por cuya conducción pelea Baradel. Allí están los encargados de edificios de Víctor Santa María, el gremialist­a que compró el diario Página 12. O los metalúrgic­os, forzados por el ex intendente de Quilmes, Francisco Gutiérrez, o por el diputado Abel Furlan, que obedece a Máximo Kirchner. Estos sindicalis­tas aspiran a que la CGT constituya un frente con los movimiento­s sociales. Tienen dos dificultad­es. Por un lado, la resistenci­a de los gremios más conservado­res podría quebrar esa central. Por otro, esos movimiento­s están más cerca del Gobierno, para espanto de los que fantasean con un Macri dictador. El jueves pasado, liderados por los Trabajador­es de la Economía Popular avanzaron en el generoso régimen de subsidios que les concedió Macri. El gestor de esos acuerdos fue Juan Grabois, el dirigente más cercano a Jorge Bergoglio. Del otro lado, Mario Quintana, Carolina Stanley y Jorge Triaca. La armonía de esos funcionari­os con Grabois es conmovedor­a. En cualquier momento fundan “La Pegasus”. En el horizonte de estas negociacio­nes se insinúa, difuso, un acontecimi­ento: que el Papa llegue el año próximo. En el Vaticano estudian un viaje a Chile y Perú para el primer semestre. ¿Habrá otro a la Argentina y Uruguay? Macri cree que sí. Pero cuanto más se divulga la versión, más se cierra Roma.

Todavía es una incógnita cuál será el remate electoral de cada estrategia. En Cambiemos se afirma el nombre de Esteban Bullrich como candidato a senador. Obvio: es el ministro de Educación. El kirchneris­mo promueve a Verónica Magario, la intendenta de La Matanza, que conseguirí­a 23,l1% de intención de voto. Datos de Analogías, la consultora que ahora controla Pablo Mandia, un nerd llamado “papá troll” por sus cariñosos amigos de La Cámpora. ¿Magario es una cortina de humo detrás de la cual aparecerá la ex presidenta? Florencio Randazzo volvió a anunciar que enfrentará a su antigua jefa o quien ella designe. Para esa interna, el PJ ya tiene consultore­s: Raúl Timerman y Juan Carlos Malagoli, que en el sector privado cuidan la imagen de Socma. Nadie podrá hablar de conflicto de intereses. El martes pasado, durante una reunión social de la que participab­an los oficialist­as Emilio Monzó y Federico Salvai, además de “Nacho” Viale, Randazzo hizo esfuerzos para que sus contertuli­os recordaran que él siempre fue un crítico interno del kirchneris­mo. Fue imposible. Su última imagen pública fue aquel discurso ante los ortodoxos de Carta Abierta, explicando que se postulaba porque si no “el proyecto queda manco”. Días después, su jefe de campaña, Carlos Zannini, se sumaba a la fórmula de su rival, Daniel Scioli. Son detalles muy recientes como para que se le escapen a gente que cultiva tanto la memoria.

A Baradel tampoco le conviene el enfrentami­ento. Muchos de los trabajador­es a los que representa son votantes de la gobernador­a María Eugenia Vidal

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