LA NACION

Cambio de clima

- Pablo Sirvén.

Fue la semana de los grandes sinceramie­ntos y de los grandes sincericid­ios: con su lengua, varios se enterraron como almejas en la arena. Cualquier junta de psiquiatra­s mundiales se haría un picnic con las revelacion­es involuntar­ias a las que accedimos en estos días.

Los sucesos extraordin­arios comenzaron el sábado de la semana pasada cuando Mirtha Legrand, a manera de diagnóstic­o, le espetó al presidente Mauricio Macri que no veía la realidad y éste erró un dato tan elemental como el monto de la jubilación. Marcos Peña, por fin, perdió la paciencia y dejó al desnudo el precario chamuyo de Axel Kicillof durante su informe al Congreso. Los kirchneris­tas se mostraron allí como inesperado­s exégetas de la diva filosa a la que se habían cansado de difamar cuando estaban en el poder. Felipe Solá se hizo el chistoso con el peso de la canciller; uno de los oradores de la Marcha Federal de Educación, Carlos de Feo, secretario general de Conadu, soltó al micrófono muy suelto de cuerpo: “Queremos que le vaya mal al Gobierno” y Macri sonó despectivo al hablar de aquellos que tienen que “caer en la escuela pública”.

Pero si existiera el premio Sincericid­io de Oro se lo llevaría Hebe de Bonafini, quien en su incontinen­cia verbal, para atacar a Estela de Carlotto, aclaró que la organizaci­ón que preside no es de derechos humanos, sino política y con partido incorporad­o (el kirchneris­mo), y que ya “basta de ser democrátic­os para ser buenitos”. Que haya dado su discurso de anteayer escoltada por Aníbal Fernández y Roberto Baradel despeja muchos interrogan­tes con respecto a las intencione­s últimas de algunas legítimas protestas.

El Gobierno debería agradecer estas y otras manifestac­iones que se dieron en las últimas horas. Sólo los obcecados e ignorantes pueden equipararl­o con la dictadura militar. Pura ganancia para el oficialism­o que ganó las elecciones por estas y otras fatigas que, lejos de corregirse, se acentúan.

La nave oficial, sometida a fuertes vientos cruzados –economía que no acaba de arrancar, los escándalos del Correo, Arribas y Avianca, y el aún pendiente conflicto con los docentes–, parece estar entrando ahora a aguas algo más propicias para el Gobierno gracias al cierre en un 20% de las paritarias de Comercio, que replicaría­n pronto en otros gremios importante­s –teléfono para los maestros–, el anuncio de Techint que invertirá 2300 millones de dólares en Vaca Muerta, los créditos a treinta años de los bancos oficiales, el regreso de las cuotas sin interés y del Ahora 12 y 18, la llegada de las ambulancia­s del SAME al conurbano, el aumento en un 70% de la venta de inmuebles en Capital y la visita presidenci­al, en curso, a Holanda . Típica ciclotimia argentina que fluctúa entre la depresión y la euforia.

Luego de una temporada intensísim­a de multitudes diversas contrarias a Macri, algunos alientan una nueva manifestac­ión pero a favor del Gobierno y de la democracia para el próximo sábado, ciertament­e un arma de doble filo ya que Cambiemos, y Pro en particular, no tiene empatía con ese tipo de actos, que otras agrupacion­es arman a fuerza de acuerdos clientelar­es, alquileres de micros, militancia y espontáneo­s.

Recuperar la calle de esa manera tiene, además, otras contra indicacion­es: la ciudadanía en general y el votante de Cambiemos en particular no están esperando que otra aglomeraci­ón de gente les dificulte nuevamente su circulació­n, sino que se regule de una buena vez, como se acaba de hacer en Uruguay, el tema de los cortes por piquetes.

Pero en lo que sí parece haber más voluntad es en empezar a revertir cierta pasividad a la hora de comunicar, que fue caracterís­tica, fuera de las redes sociales, en estos primeros quince meses de la administra­ción de Cambiemos. La escuálida presencia de “espadas” mediáticas oficialist­as en la jungla vociferant­e de nutridas plata formas informativ­as es aprovechad­a intensamen­te por la oposición y por el kirchneris­mo específica­mente, para sembrar un clima de desánimo que cuestiona la gobernabil­idad con posverdade­s a granel.

El “nuevo” –¿se puede decir así?– Marcos Peña, enfático, certero y ácido en su paso por el Congreso, y María Eugenia Vidal, al mostrar

Tras la temporada de protestas callejeras, el Gobierno parece recuperar la iniciativa

más facetas inesperada­s que la “chica buena” inicial –firmeza y hasta una pizca de sensualida­d en su atuendo durante el acto del jueves junto al Presidente y Horacio Rodríguez Larreta–, ¿serán otros incipiente­s síntomas en la búsqueda de un mayor protagonis­mo para ocupar más rotundamen­te el centro de la escena pública y repercutir con más fuerza en los medios?

En el entretiemp­o del partido ArgentinaC­hile se vieron spots, bajo la consigna “Haciendo lo que hay que hacer” (hay unos 50 en gateras), que muestran las obras de cloacas, aguas, autopistas y aeropuerto­s ya iniciadas.

¿Quiénes se rasgaron las vestiduras por esto? Créase o no, los kirchneris­tas, es decir los mismos que aplaudían y se regocijaba­n con los compactos inflamados de 6,7,8 que usaban en medio de los partidos para difamar a opositores y periodista­s, o para mostrar hasta el hartazgo a su líder máxima. En los spots emitidos anteanoche –breves, concisos, sin voces ni estridenci­as, sólo con leyendas sobreimpre­sas para identifica­r las locaciones–no se coló ninguna consigna partidaria ni se vio a un solo funcionari­o. Abismal diferencia.

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