Cambio de clima
Fue la semana de los grandes sinceramientos y de los grandes sincericidios: con su lengua, varios se enterraron como almejas en la arena. Cualquier junta de psiquiatras mundiales se haría un picnic con las revelaciones involuntarias a las que accedimos en estos días.
Los sucesos extraordinarios comenzaron el sábado de la semana pasada cuando Mirtha Legrand, a manera de diagnóstico, le espetó al presidente Mauricio Macri que no veía la realidad y éste erró un dato tan elemental como el monto de la jubilación. Marcos Peña, por fin, perdió la paciencia y dejó al desnudo el precario chamuyo de Axel Kicillof durante su informe al Congreso. Los kirchneristas se mostraron allí como inesperados exégetas de la diva filosa a la que se habían cansado de difamar cuando estaban en el poder. Felipe Solá se hizo el chistoso con el peso de la canciller; uno de los oradores de la Marcha Federal de Educación, Carlos de Feo, secretario general de Conadu, soltó al micrófono muy suelto de cuerpo: “Queremos que le vaya mal al Gobierno” y Macri sonó despectivo al hablar de aquellos que tienen que “caer en la escuela pública”.
Pero si existiera el premio Sincericidio de Oro se lo llevaría Hebe de Bonafini, quien en su incontinencia verbal, para atacar a Estela de Carlotto, aclaró que la organización que preside no es de derechos humanos, sino política y con partido incorporado (el kirchnerismo), y que ya “basta de ser democráticos para ser buenitos”. Que haya dado su discurso de anteayer escoltada por Aníbal Fernández y Roberto Baradel despeja muchos interrogantes con respecto a las intenciones últimas de algunas legítimas protestas.
El Gobierno debería agradecer estas y otras manifestaciones que se dieron en las últimas horas. Sólo los obcecados e ignorantes pueden equipararlo con la dictadura militar. Pura ganancia para el oficialismo que ganó las elecciones por estas y otras fatigas que, lejos de corregirse, se acentúan.
La nave oficial, sometida a fuertes vientos cruzados –economía que no acaba de arrancar, los escándalos del Correo, Arribas y Avianca, y el aún pendiente conflicto con los docentes–, parece estar entrando ahora a aguas algo más propicias para el Gobierno gracias al cierre en un 20% de las paritarias de Comercio, que replicarían pronto en otros gremios importantes –teléfono para los maestros–, el anuncio de Techint que invertirá 2300 millones de dólares en Vaca Muerta, los créditos a treinta años de los bancos oficiales, el regreso de las cuotas sin interés y del Ahora 12 y 18, la llegada de las ambulancias del SAME al conurbano, el aumento en un 70% de la venta de inmuebles en Capital y la visita presidencial, en curso, a Holanda . Típica ciclotimia argentina que fluctúa entre la depresión y la euforia.
Luego de una temporada intensísima de multitudes diversas contrarias a Macri, algunos alientan una nueva manifestación pero a favor del Gobierno y de la democracia para el próximo sábado, ciertamente un arma de doble filo ya que Cambiemos, y Pro en particular, no tiene empatía con ese tipo de actos, que otras agrupaciones arman a fuerza de acuerdos clientelares, alquileres de micros, militancia y espontáneos.
Recuperar la calle de esa manera tiene, además, otras contra indicaciones: la ciudadanía en general y el votante de Cambiemos en particular no están esperando que otra aglomeración de gente les dificulte nuevamente su circulación, sino que se regule de una buena vez, como se acaba de hacer en Uruguay, el tema de los cortes por piquetes.
Pero en lo que sí parece haber más voluntad es en empezar a revertir cierta pasividad a la hora de comunicar, que fue característica, fuera de las redes sociales, en estos primeros quince meses de la administración de Cambiemos. La escuálida presencia de “espadas” mediáticas oficialistas en la jungla vociferante de nutridas plata formas informativas es aprovechada intensamente por la oposición y por el kirchnerismo específicamente, para sembrar un clima de desánimo que cuestiona la gobernabilidad con posverdades a granel.
El “nuevo” –¿se puede decir así?– Marcos Peña, enfático, certero y ácido en su paso por el Congreso, y María Eugenia Vidal, al mostrar
Tras la temporada de protestas callejeras, el Gobierno parece recuperar la iniciativa
más facetas inesperadas que la “chica buena” inicial –firmeza y hasta una pizca de sensualidad en su atuendo durante el acto del jueves junto al Presidente y Horacio Rodríguez Larreta–, ¿serán otros incipientes síntomas en la búsqueda de un mayor protagonismo para ocupar más rotundamente el centro de la escena pública y repercutir con más fuerza en los medios?
En el entretiempo del partido ArgentinaChile se vieron spots, bajo la consigna “Haciendo lo que hay que hacer” (hay unos 50 en gateras), que muestran las obras de cloacas, aguas, autopistas y aeropuertos ya iniciadas.
¿Quiénes se rasgaron las vestiduras por esto? Créase o no, los kirchneristas, es decir los mismos que aplaudían y se regocijaban con los compactos inflamados de 6,7,8 que usaban en medio de los partidos para difamar a opositores y periodistas, o para mostrar hasta el hartazgo a su líder máxima. En los spots emitidos anteanoche –breves, concisos, sin voces ni estridencias, sólo con leyendas sobreimpresas para identificar las locaciones–no se coló ninguna consigna partidaria ni se vio a un solo funcionario. Abismal diferencia.