Enrique García. “América latina debería invertir el doble de lo que invierte en infraestructura”
El presidente ejecutivo del Banco de Desarrollo de América Latina CAF, afirma que la entidad es la que “saca el paraguas” cuando llueve en la Argentina
Pasó 25 años al frente del Banco de Desarrollo de América Latina CAF, pero todo termina. El boliviano Enrique García está a días de dejar el brazo financiero de la Comisión Andina de Fomento. Hoy mira atrás, ve a aquella América latina de hace un cuarto de siglo, y cuenta que la región jamás pudo achicar la brecha en infraestructura que la separa de otras regiones desarrolladas. Sin embargo, está conforme por una razón: el banco regional que preside hasta fin de mes se convirtió en el principal financista de infraestructura de la región. “Falta mucho aún, pero estoy contento con haber aportado a mejorar la vida de mucha gente”, dice durante su paso por Buenos Aires.
En la Argentina, la entidad acaba de financiar un crédito para la construcción del Paseo del Bajo, la autopista ribereña de carga que licitó el gobierno porteño. “Vamos a mantener la línea de 600 millones de dólares por año para infraestructura en la Argentina”, señala. –¿Cómo era el CAF cuando la tomó y cómo es ahora? –La historia del CAF empezó en los años 60, cuando hubo un impetuoso enfoque a la integración. En ese contexto se crearon esquemas de integración. Allí surgió el Grupo Andino, que tenía un organismo equivalente al Fondo Monetario Internacional, que era el Fondo Andino de Reserva, y otro de financiamiento, y ese es el CAF. –Pero eso quedó atrás… –Así es, la clave fue el convenio constitutivo que daba mucha flexibilidad. No se copió el modelo del BID que tenía un directorio residente, sino que la representación son los ministros de los países. Otra cosa es que el voto no es proporcional, sino que es un voto por país. Eso evita que haya veto. –¿Usted venía del BID? –Había estado 17 años. Al final tuve a cargo toda la relación con todos los organismos de financiamiento de los países. De ahí fui a Bolivia como ministro y luego pasé al CAF. –¿Entonces era muy pequeño el CAF? –Estaba concentrado en pocos países y allí concentraba su trabajo. En el 80 hubo un muy buen antecedente, ya que empezó a financiar el comercio, que entonces se había cerrado en todo el mundo. –¿Qué se propuso entonces? –Primero, no quedarse con esos cinco países. Había entrado México con un aporte pequeño y tenían que entrar Brasil y la Argentina. Segundo, entrar en los temas relevantes, y entonces empezamos a financiar infraestructura. –¿Pero no estaba el BID y el Banco Mundial en ese rubro? –Sí, pero al comenzar los años 90, esos bancos tuvieron el mandato de concentrarse en el área social de reducción de pobreza. Se dijo entonces que la infraestructura, que igualmente tenía un rol importante, iba a ser financiada por el sector privado. Eso se suponía cuando se hablaba del Consenso de Washington. –¿Y el tercero de los objetivos propuestos? –Para ser relevante, tenemos que lograr acceso a los mercados y para eso debemos tener calificación de grado de inversión. Así se constituyó un banco que no tiene aportes de Estados Unidos, Japón o Europa, y eso otorga mucha más independencia. –Encontraron el nicho… –Bueno, así fue, creo que de la mano de la infraestructura para la integración entre los países de la región, por ejemplo, las rutas que unen países, cosa que estaba prohibida pero que el directorio decidió aceptar a inicio de los 90. –¿Fue un pedido de Brasil? –Sí, y así entró, de la mano de proyectos binacionales. Y como los celos existen, después ingresó la Argentina y ahí empezó todo y fuimos creciendo. –¿Cómo es la cartera ahora? –En 1991, por ejemplo, aprobábamos US$ 1000 millones, de los cuales el 80% era financiamiento de comercio. El promedio de los últimos años es de US$ 12.000 millones, de los cuales 80% es para inversión en infraestructura. Los activos de CAF eran de US$ 700 millones en 1992; actualmente son US$ 38.000 millones. Entonces representábamos un 3% del total de financiamiento en la región, que dominaban el Banco Mundial y el BID. Ahora tenemos un tercio cada uno. –¿Se achicó la brecha en infraestructura? –Le doy un dato: América latina invierte en infraestructura el 3% del PBI, cuando debería invertir por lo menos el doble. Nosotros fomentamos la participación público-privada, también ponemos énfasis en
equity. En Colombia, en Uruguay, ya tenemos algunos fondos, y en la Argentina trabajamos en otro para financiar a las provincias. Pero la brecha es enorme. –¿En algún área en particular? –No, en todas. Es el gran desafío de la región. Si América latina quiere converger con los países industrializados en los próximos 30 años, tiene que tener un crecimiento promedio de 5%. Pero no es un crecimiento cualquiera; tiene que moverse de un modelo tradicional de ventajas comparativas basado en materias primas sin mucha elaboración, a un modelo de ventajas dinámicas con innovación y tecnología. –No ve que América latina esté preparada para este desafío… –En el mundo se discuten cosas que acá no, como por ejemplo los desafíos que vienen, con la economía digital o el uso masivo de robots. Por eso, además de infraestructura y logística hay que pensar mucho en educación, pero no en educación del siglo XIX, sino del siglo XXI. –¿Cómo ve la irrupción de Donald Trump en relación a América latina? –Mire, la integración ya no es un lujo, es una necesidad. Pero integración de verdad, no de bla bla. Y lamentablemente, hoy hay demasiado bla
bla… Hay un nerviosismo muy grande con Trump, pero hay que tomar con calma el asunto. Creo que lo más positivo es que esta es una invitación a mirar la integración de forma seria. Esto es un incentivo. Por ejemplo, México deberá mirar más al Sur y el Sur, mirar de otra manera a México. Pero para eso no debe primar la ideologización. –¿Y la relación con la Argentina? –La relación siempre ha sido excelente con el país, pese a los cambios de gobierno. Nosotros somos el banquero que saca el paraguas cuando llueve en la Argentina, y si no, sólo recordar la crisis de 2001 que cuando nadie le prestaba, nosotros lo hicimos. Claro que la Argentina siempre ha cumplido con sus obligaciones. –¿Hay más crédito? –En los últimos cinco años hemos aprobado créditos por US$ 4000 millones entre público y privado, y pensamos mantener ese ritmo, con US$ 600 millones para el sector público por año. Estamos muy optimistas con el país.