LA NACION

La familia es el motor del desarrollo social

Para luchar contra la pobreza se debe actuar en diferentes ámbitos

- JORGE COLINA El autor es economista de Idesa

Que una de cada tres personas en la Argentina sea pobre lleva a la pregunta obligada: ¿qué hacer para revertir esta realidad?

La primera impresión es que hay que lograr crecimient­o económico. Alguien dirá que también se requiere que el crecimient­o venga de la mano de muchos empleos bien pagos. Para que los empleos sean bien pagos hace falta educación. Otros sumarán mecanismos redistribu­tivos. Esto es, que el Estado redistribu­ya ingresos hacia los que menos tienen vía transferen­cias asistencia­les.

Crecimient­o económico, empleos, educación, redistribu­ción, son ingredient­es para erradicar la pobreza. Pero el receptácul­o donde deben combinarse para transforma­rse en desarrollo social es la familia. Para ilustrar, según la encuesta de hogares del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (Indec), si se considera el 10% de los hogares de menor nivel de ingreso (o sea, los hogares indigentes), en la mitad de ellas la jefatura es ejercida por una mujer que en la mitad de los casos no trabaja; cuando el jefe es varón, el 75% de las mujeres no trabaja. Entre estos hogares hay 2,7 niños por familia, donde también hay nietos, lo cual implica que medió un embarazo temprano de las hijas de estas familias.

Si se mira en cambio al 10% de la población con mayor nivel de ingreso (o sea, a la clase media), en el 65% de los casos la jefatura es del varón, donde el 75% de las mujeres también trabaja; cuando a la mujer le toca ser jefa de hogar, en el 70% de los casos trabaja. La cantidad de niños por hogar es de 0,3, o sea que hay un niño cada 3 hogares, y prácticame­nte no hay nietos viviendo con el núcleo familiar, lo que señala que el embarazo temprano es raro.

Estos datos muestran que la pobreza y la indigencia están muy asociadas al abandono económico del hogar por parte del varón, bajo empleo de las mujeres y mayor cantidad de niños. Esto implica que para superar la pobreza y encaminar a estos hogares en una senda de desarrollo social hay que inducir cambios entre las mujeres. Para ello se necesita educación y promoción de prácticas sexuales y reproducti­vas responsabl­es, además de centros de cuidado de la primaria infancia de alta calidad para garantizar buena educación temprana a los niños de hogares pobres y facilitar la inserción laboral de la mujer.

El desafío exige terminar con la actual superposic­ión de roles entre la Nación, las provincias y los municipios. La Nación debe concentrar­se en el crecimient­o y el empleo en base a estabilida­d, inversión, bajas cargas sociales y una mejor legislació­n laboral. La salud, la educación y los programas asistencia­les, que son las políticas para potenciar a las familias, deben ser bien gestionado­s por sus responsabl­es: las provincias y los municipios.

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